viernes, 31 de diciembre de 2010

2010: las lecturas del año

Retomo este año la idea que ya puse en práctica en 2009 de recoger en un artículo un listado de mis lecturas del año junto con algunas valoraciones.

NARRATIVA
Este año creo, estoy seguro en realidad, que he leído algo menos que en años precedentes: la falta de tiempo o la dedicación de éste a otros hobbies e intereses pueden ser los responsables.

A pesar de ello la lista de libros leídos creo que es bastante nutrida.

En orden cronológico, mis lecturas de narrativa del 2010 son:
  • Las mil noches de Hortensia Romero (Fernando Quiñones)
  • En Grand Central Station me senté y lloré (Elizabeth Smart)
  • El pabellón Azul (Ramón Pernas)
  • Narraciones extraordinarias (Edgar Allan Poe)
  • Manual de la oscuridad (Enrique de Hériz)
  • La tempestad (Juan Manuel de Prada)
  • El desierto de los tártaros (Dino Buzzati)
  • Las olas (Virginia Woolf)
  • La ignorancia (Milan Kundera)
  • Un instante de abandono (Phillippe Besson)
  • Mi madre (Richard Ford)
  • La habitación de invitados (Helen Garner)
  • Un hombre que duerme (Georges Perec)
  • La tormenta de nieve (Lev Tolstoi)
  • Nada que temer (Julian Barnes)
  • Camino de perfección (Pío Baroja)
  • La librería (Penelope Fitzgerald)
  • El peregrino encantado (Nikolai S. Leskov)
  • La prisión de los espejos (Rafael Martin Masot)
  • ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (Raymond Carver)
  • Los confines (Andrés Trapiello)
  • Libro de los muertos (Elias Canetti)
  • Alondra (Dezso Kosztolanyi)
  • La señal (Ángel Gutiérrez y David Zurdo)
  • La elegancia del erizo (Muriel Barbery)
  • El horizonte (Patrick Modiano)
  • Tiempo de vida (Marcos Giralt Torrente)
  • La hoja roja (Miguel Delibes)
  • Nunca fuimos a Katmandú (Lola Mariné)
  • La tía Tula (Miguel de Unamuno)
He seguido explorando, por un lado, nuevos autores, fiandome para ello en parte de mi intuición y en parte de las "recomendaciones del librero" de alguna librería que frecuento y cuyas recomendaciones me resultan creíbles. En esa línea se encuentran, por ejemplo, la lectura de autores como Ramón Pernas, Georges Perec, Nikolai Leskov, etc.

Por otro lado, no he dejado de leer a algunos clásicos que nunca decepcionan como Pío Baroja, Miguel Delibes, Miguel de Unamuno o Virginia Woolf.

Quizá este año tenga como particularidad, y sin que sea una opción premeditada, el haber leído varios libros que están en la frontera entre la narrativa y el ensayo, libros en general de caracter bastante introspectivo, como serían los casos de 'Mi madre' de Richard Ford, 'Nada que temer' de Julian Barnes o 'Tiempo de vida' de Marcos Giralt Torrente.

Particularmente agradable ha sido leer a los que han sido mis compañeros del foro literario El recreo, tomando posiciones en el complicado mundo editorial. En esta línea se encuentran los libros de Rafael Martin Masot ('La prisión de los espejos') y Lola Mariné ('Nunca fuimos a Katmandú').

Me resulta complicadísimo hacer un ranking. Ya sé que suena a tópico, pero es que veo varias obras muy igualadas...pero me la tengo que jugar. Así que ahí va mi lista de 'tops' de 2010.

Y el número 1 se lo voy a dar, no sin muchas dudas, a 'Nada que temer' de Julian Barnes. Una de esas obras que se encuentran, quizá, más cercana al ensayo o a las memorias que al género narrativo. Un libro algo extenso repleto de reflexiones fundamentalmente sobre la religión pero, en general, sobre todo lo que preocupa a su autor. Es un libro ligeramente denso y extenso y que, además, por su naturaleza, es más bien apto para una lectura despaciosa que para una digestión frenética. De hecho, ha sido uno de los libros que me ha acompañado durante más tiempo este año. Quizá ese hecho, el haber marcado un poco mi lectura de este año, es lo que me impulsa a otorgarle el puesto de privilegio en mi lista de lecturas.

El siguiente en la lista es un best-seller que ha ocupado puestos altos de ventas, así que no soy muy original. Se trata de 'La elegancia del erizo' de Muriel Barbery. Una novela sensible pero aguda y mucho más profunda de lo que aparenta. Después de tenerla meses y meses aparcada sin decidirme a acometer su lectura, fue un gran descubrimiento.

La última lectura del pódium es la poco conocida 'La prisión de los espejos', una especie de thriller llevado con una maestría impropia de la juventud de su autor, Rafael Martin Masot, y que creo que serían merecedores, tanto la novela como su autor, de muchísima más atención por parte de las editoriales y distribuidoras.

Como una suerte de accésits, mencionaría a novelas como 'La tía Tula' de Miguel de Unamuno, profundísima y desgarrada, como es habitual en el autor, 'La hoja roja' de Miguel Delibes, con la sencillez y sensibilidad que caracterizan al escritor vallisoletano, la sorprendente y también desgarrada 'En Grand Central Station me senté y lloré' de Elizabeth Smart o la de nuevo introspectiva 'Tiempo de Vida' de Marcos Giralt Torrente.

POESÍA
Debo reconocer que cada vez leo menos poesía, cosa que me disgusta, supongo que debido de nuevo a la falta de tiempo y, sobre todo, del estado anímico adecuado para afrontar este tipo de lectura. Mi breve lista del año es:
  • Crisol poético (VVAA)
  • El profeta (Kahlil Gibrán)
  • El rayo que no cesa (Miguel Hernández)
  • Arde el mar (Pere Gimferrer)
  • La última costa (Francisco Brines)
Con una lista tan corta no sé si tiene mucho sentido seleccionar a un favorita, pero puestos a hacerlo me quedo con la que cierra la lista, 'La última costa' de Francisco Brines, una poesía que, sin ser completamente sencilla, es bastante cercana y que se centra en la juventud perdida.

ENSAYO
Tampoco he leído mucho ensayo como tal, aunque en este caso me parece una tendencia natural y más aún tendiendo en cuenta que mis lecturas de no ficción se centran en otros campos que no son objeto de este blog. Aún así, hay algunas lecturas a recordar:
  • Tirando del hilo (Carmen Martín Gaite)
  • La última lección (Randy Pausch)
  • El cisne negro (Nassim Nicholas Taleb)
  • Las ciudades creativas (Richard Florida)
  • Conectados (Christakis y Fowler)
Este apartado de ensayo ha estado dominado por un tipo de lecturas más cercano a las tendencias sociales y económicas que a las humanidades propiamente dichas, pero aún así, he querido dedicarles un espacio en este blog. Buena fue la lectura de 'Tirando del hilo', una larga serie de artículos periodísticos de la escritora, pero aunque culminó en 2010 realmente fue una lectura más bien de 2009. Del resto, destacaría 'Conectados' un interesante y bastante argumentado estudio de los fundamentos sociológicos de las tan populares actualmente redes sociales. Muy interesante, aunque más denso y menos brillante de lo que esperaba, es 'El cisne negro' de Nassim Nicholas Taleb sobre los fenómenos que cambian la fisonomía del mundo. Puestos a conceder un número uno de este apartado se lo otorgo a 'Conectados'.

Si te interesan otro tipo de lecturas más relacionadas con el mundo empresarial, con la tecnología y con las tendencias en el mundo digital, puedes visitar un artículo similar a éste en otro de mis blogs dedicado a esa temática, Blue Chip.

Bueno, a pesar de no ser mi año más lector, el balance es bueno en cuanto a cantidad, treinta obras de narrativa, cinco de poesía y cinco de ensayo, y bastante positivo en cuanto a calidad.

Y ahora ¡a por 2011!

domingo, 26 de diciembre de 2010

50.000 pensamientos

50.000 pensamientos diarios.

Esa es la cifra que leo en un libro sobre gestión del tiempo y productividad personal y que refleja, de alguna forma, nuestro ritmo de actividad intelectual.

He echado unas cuentas rápidas y, si descontamos las supuestas ocho horas que pasamos durmiendo, eso significa, aproximadamente, un pensamiento cada segundo.

Ignoro la fiabilidad de la cifra, ignoro el método empleado para obtenerla e ignoro qué se considera pensamiento en el ámbito del estudio que haya concluido con este valor.

En cualquier caso, y a poco que le concedamos validez, es toda una esperanza, toda una demostración de potencialidad, todo un tesoro por explotar de creatividad y reflexión.

50.000 pensamientos diarios.

Está en nuestras manos, o en nuestros cerebros, aprovecharlos.

domingo, 19 de diciembre de 2010

La marca personal del escritor

Estoy finalizando la lectura de un libro dedicado a lo que se denomina marca personal, un libro que no es, por supuesto, de tipo literario sino que se situaría, más bien, a caballo entre el marketing, las habilidades directivas y el desarrollo personal.

El concepto de marca personal se refiere al uso de técnicas propias de la gestión empresarial en el desarrollo y promoción de una persona, en la venta de alguna forma de su imagen y valor. Así, se hacen autoanálisis del tipo DAFO, se definen una visión y una misión, se busca un poosicionamiento, se establecen objetivos y se sigue la consecución de esos objetivos mediante un cuadro de mando.

Al parecer, el concepto de marca personal surgió inicialmente en el contexto de la búsqueda de empleo, pero ha ido ganando en amplitud y extensión para convertirse también en una herramienta de desarrollo personal en los entornos tanto profesional como privado.

Y, aunque no está del todo claro si esta idea es aplicable a cualquier persona, se me ha ocurrido pensar que el ámbito de la literatura y de las artes es terreno natural para este concepto. De hecho, de alguna forma, escritores y artistas, probablemente inconscientemente, han constituído desde siempre marcas personales.

El nombre de un escritor forma parte de esa marca, pero también la percepción que de él tenemos (su posicionamiento) como escritor ligero o profundo, comprometido o superficial, clásico o innovador, engreído o humilde, poeta o narrador, etc, etc, etc.

El ver el nombre de un escritor concreto del cual tenemos buena imagen en la portada o lomo de un libro puede constituir motivo suficiente para determinar la compra de ese libro, con independencia de lo que de esa obra conozcamos, lo que pueda contar la solapa o la contraportada, o el que tengamos una referencia o no.

En la marca del escritor influyen, por supuesto, su obra anterior y las críticas o reseñas que pueda haber recibido, pero también la promoción que de él hagan las editoriales, la impronta que pueda dejar en entrevistas o actos públicos, su imagen externa, su comportamiento en el entorno literario e, incluso, fuera de él.

Según enseña el personal branding (nombre inglés de marca personal), el primer interesado en la definición, desarrollo y promoción de esa marca es la persona, en este caso el escritor.

Si eso es así, y si el escritor desea tener un posicionamiento concreto y un éxito a nivel de imagen y comercial, debería ser consciente, en primer lugar, de que él mismo constituye una marca y, en segundo término, que esa marca influye en su éxito. Por tanto, debería permanecer atento a este tipo de técnicas, trabajarlas y desarrollarse, y en esta labor, en esta gestión de la marca que es él mismo, no debería delegar completamente en editoriales, quizá ni siquiera en un eventual agente literario.

Difícil intento, supongo, para los escritores que seguramente valoren más y sean más conscientes de las cualidades artísticas de su obra que los aspectos comerciales de la misma. Pero el tiempo en que el buen paño, y la buena literatura, se vendían en el arca, parecen haber desaparecido para siempre y más vale ser conscientes de ello.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Lectura amiga: "Nunca fuimos a Katmandú" de Lola Mariné

Cinco vidas que se mueven entre dudas y certidumbres, entre alegrías y sufrimientos, entre confirmaciones y sorpresas.

Cinco vidas que se desarrollan y se cruzan, dejando perlas de amistad y algunas chispas de malentendido.

Cinco vidas de mujeres en las que, adivino, la autora, Lola Mariné, vuelca algunas de sus propias experiencias vitales y algunas de sus visiones del mundo, pero aderezándolas con nuevas expresiones, con experimentos ficcionales, con nuevos micromundos posibles para conseguir ese particular equilibrio en que se suele mover el escritor de ficción entre la vivencia y sentimientos propios y las infinitas y enriquecedoras experiencias virtuales que proporciona la propia ficción.

Cinco historias en que las protagonistas, Laura, Elena, Gloria, Teresa y Ruth, atraviesan experiencias amorosas, éxitos profesionales, accidentes, superaciones y caidas, amistades y soledades, para acabar sufriendo destinos dispares, alguna cumpliendo sus aspiraciones e ilusiones y alguna otra que deberá reconocer la pérdida definitiva de los sueños, una pérdida que se materializa en la frase que presta su título a la novela: 'Nunca fuimos a Katmandú'.

Cinco historias escritas, se me antoja, muy en femenino y seguramente, quizá no conscientemente, dirigidas a este sector de lector@s que, creo, las acogerán con agrado y con un fuerte nivel de identificación.

Lola Mariné
Nació en Barcelona, se trasladó a Madrid en plena época de la “movida madrileña” y sobrevivió allí como actriz durante un par de décadas. De regreso a Barcelona se licenció en psicología e impartió talleres de teatro en diversos colegios para los que escribió varias obras infantiles y dirigió su puesta en escena.

Ha participado en tres libros recopilatorios de relatos: Tiempo de Recreo (2008), Dejad que os cuente algo (2009) y Atmósferas (2009), éste último en beneficio de la Fundación Vicente Ferrer.

Tras la publicación de su primera novela, 'Nunca fuimos a Katmandú' (Editorial Viceversa, 2010), su actividad literaria se reparte entre la revisión de otra novela, la preparación de una nueva, y un blog de carácter cultural: http://gatosporlostejados.blogspot.com, donde comparte inquietudes y vivencias con otros escritores y escritoras.

Conocí a Lola a través del portal literario El Recreo donde compartimos foros, debates, opiniones y pinitos de escritura, siendo especialmente relevante la experiencia de la participación mutua en los dos libros corales, 'Tiempo de Recreo' y 'Dejad que os cuente algo' que surgieron como iniciativa colaborativa al amparo de la comunidad del portal. Fue en la presentación del primero donde, además, tuve la ocasión de conocerla personalmente.

Luego he seguido la actividad de Lola a través de su blog Gatos por los tejados.

En ese sentido, puede decirse que, de alguna manera, y con esa particular mezcla de cercanía y distancia que proporcionan Internet y los medios sociales, he visto crecer como escritora a Lola y he podido comprobar, con satisfacción, como, ella sí, ha podido cumplir su sueño de convertirse en escritora, como, ella sí, ha ido a Katmandú.

Si quieres saber más acerca de Lola, no dejes de visitar el mencionado blog, Gatos por los tejados. También puedes conocer más acerca de este libro en el blog oficial del mismo.

Ficha técnica:
TITULO: Nunca fuimos a Katmandú
AUTOR: Lola Mariné
EDITORIAL: Viceversa
AÑO: 2010
ISBN: 978-84-92819-35-5
PAGINAS: 209

domingo, 28 de noviembre de 2010

La lectura y el diálogo interior

Hace unos días asistí a un curso sobre coaching, un método para el desarrollo de personas en la que uno de las partes, el 'coach', intenta hacer reflexionar y motivar al receptor de la acción de desarrollo, el así denominado 'coachee'.

A propósito del diálogo que se establece entre 'coach' y 'coachee', se hizo énfasis en lo que se denomina la escucha activa, es decir, la capacidad de escuchar con atención y, sobre todo, entender el mensaje desde el punto de vista del que habla, un concepto que, por supuesto, es válido no sólo en el contexto del coaching sino para toda la comunicación humana de naturaleza tanto personal como profesional.

A propósito de esta escucha activa se nos decía que en la escucha existen tres niveles:
  • Nivel 1 - superficial: la atención se encuentra en uno mismo.
  • Nivel 2 - atento: la atención está dirigida hacia nuestro interlocutor y lo que él/ella nos dice.
  • Nivel 3 - profundo: se está atento a lo que el interlocutor dice e, incluso, a lo que no dice.
Y se mencionaba como un gran enemigo de la escucha activa lo que denominaban el diálogo interior.

La expresión 'diálogo interior' en el contexto de un blog como éste dedicado a la literatura y humanidades, puede parecer que tiene connotaciones positivas. Parece hablarnos de introspección, pensamiento, reflexión...

Sin embargo, en este caso no se trataba de eso... y se presentaba como algo negativo.

En el contexto de la escucha, el diálogo interior se refiere a esos propios pensamientos y preocupaciones o esas propias opiniones sobre lo que estamos escuchando, esas voces que nos hablan, nos distraen y nos impiden concentrarnos en lo que se supone estamos escuchando en ese momento. Y esa distracción impide profundizar en el mensaje o, incluso, hasta la mera recepción del mismo siendo, pues, un importante obstáculo en la comunicación.

Y se me ocurrió trasladar esta idea a la comunicación no oral, sino al campo de la literatura y, en concreto, de la lectura.

He sentido con alguna frecuencia esos diálogos interiores durante el transcurso de lecturas de naturaleza literaria y extraliteraria. Sin embargo, creo que esos diálogos interiores son de diferentes naturaleza en lo que a lectura se refiere.

Por desgracia existe ese diálogo interior que, en el fondo, no es más que distracción. Ese pensar en otros asuntos, en otras preocupaciones, que impiden realmente profundizar en la lectura, inundarse de la historia y, en suma, disfrutar plenamente de la experiencia lectora. Estos diálogos interiores, al menos en mi vivencia, suelen ir asociados a estrés y preocupaciones o, en algún caso, pueden denotar falta de verdadero interés en lo que se está leyendo.

Sin embargo, también identifico diálogos interiores muy positivos y gratificantes. Diálogos que en realidad son reflexiones sobre lo leído, apertura a nuevas ideas o nuevos mundos sugeridos por el texto, conexiones con otras ideas y experiencias. Esos diálogos que aunque supongan pausas en la lectura, interrupciones del ritmo lector, no dejan de ser formas de un disfrute y aprovechamiento profundos de la obra literaria.

Probablemente, estos diálogos interiores positivos pudieran ser, en realidad, la manifestación del nivel 3 de la comunicación, el nivel profundo, y la diferencia con el lenguaje hablado sería que la lectura, por su propia naturaleza, por el control que el lector tiene sobre el tiempo que le dedica y cómo lo distribuye, permite esos diálogos interiores, esa suerte de excursos reflexivos del lector, sin que esto suponga un obstáculo para la comunicación sino, muy al contrario, un enriquecimiento de la misma.

domingo, 21 de noviembre de 2010

El arte y el complejo de Peter Pan

Entrelazada entre sus memorias, entre los recuerdos sobre su padre pintor, y su propia experiencia como escritor, Marcos Giralt Torrente, en su libro 'Tiempo de vida', desliza esta observación:

"esta irresponsable prolongación de la infancia en que consisten los oficios artísticos"

Quizá haya un toque irónico en la afirmación, o quizá una creencia real en esa continuidad con la infancia que supone el arte y, en especial, la literatura.

Con frecuencia nos representamos el arte como todo lo contrario, como una expresión superior de nuestra humanidad, como una de nuestras máximas realizaciones y logros como especie.

Es posible, sin embargo, y aunque tampoco niegue lo anterior, que el arte suponga un cierto carácter soñador, una tendencia a escapar de la realidad inmediata para recrearse o refugiarse en otros mundos.

Y puede que esto, junto con la dinámica diaría en que se ven envueltos los artistas, una dinámica algo distanciada y algo más desordenada que la de la mayor parte de los adultos profesionales, lo que confiera esa sospecha, seguramente injusta, de irresponsabilidad, y esa sensación de prolongación de la infancia, esa especie de complejo de Peter Pan, quizá no tan injusto, con que el escritor madrileño, parece ver teñido el oficio de artista.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Las artes y los vasos comunicantes

Marcos Giralt Torrente, en su libro 'Tiempo de vida' nos ofrece, aparte de un descarnado recorrido por la conflictiva relación con su padre, alguna interesante reflexión, algún apunte o insinuación de temas sobre los que interesa pensar.

Así, por ejemplo, al recordar la relación entre él, escritor, y su padre, pintor, Marcos compara también, de alguna manera, las vocaciones pictórica y la literaria. Apunta a que, quizá, si no hubiese sido por ese conflicto con el padre, la inclinación artística natural del propio Marcos Giralt Torrente podría haber sido la pintura, más que la literatura.

Y esto me lleva a preguntarme hasta qué punto existe un nexo común, una raíz compartida, entre las diferentes artes o vocaciones artísticas: literatura, pintura, escultura o, incluso, cine.

Desde luego, los medios y las técnicas se encuentran alejados y, por ello, son superficialmente distantes. Sin embargo, puede que lata en todas ellas un sustrato común que entronque tanto con la necesidad de comunicar, de transmitir ideas y emociones, como con la de intentar comprenderse a uno mismo y al mundo, y ante la imposibilidad de enfrentar este análisis mediante técnicas científicas o racionales, el recurso a mecanismos más intuitivos, más evanescentes e, incluso, más emocionales, como son los que ofrecen las diferentes artes.

En ese sentido, la vocación artística podría ser común y lo que cambiaría, el arte concreta elegida, podría tener que ver con el contexto, el aprendizaje, el dominio de una técnica o una preferencia de naturaleza relativamente superficial, más que con las motivaciones profundas.

Eso explicaría, además, el caso de los artistas que han desarrollado diferentes manifestaciones, pintura y escultura, por ejemplo.

Puede, por tanto, y lo apunto como una simple hipótesis, que las diferentes artes se interconecten entre sí, que sean una suerte de vasos comunicantes con conductos emocionales que unen la necesidad de expresión y el análisis de la realidad.

domingo, 7 de noviembre de 2010

La oportunidad de lo autobiográfico

En su libro 'Tiempo de vida', un libro muy íntimo, con mucho de autobiografía y casi, casi de confesión, el autor Marcos Giralt Torrente, recuerda un consejo recibido al inicio de su carrera como escritor, un consejo que en principio siguió:

"Había leído, o alguien me había advertido, un escritor, quizá mi propio abuelo materno, que no es recomendable en las primeras obras retratarse mediante la escritura, que obtura la imaginación y crea vicios difíciles de reparar".

Creo que es una tentación habitual, especialmente en autores noveles, el recurso a la autobiografía, a la propia experiencia. Tal vez se trate de expresar lo que se lleva dentro, o tal vez falta de imaginación para idear nuevos mundos e historias.

No tengo un juicio claro acerca de si esa tentación es un defecto o no. Sí que pienso que para expresar lo más íntimo, lo más profundo, lo más de uno mismo, para lo que, de alguna manera, debería ser la obra cumbre del escritor, quizá resultase conveniente una mayor madurez y experiencia, madurez que no parece pueda alcanzarse en una ópera prima. Este argumento podría desaconsejar recurrir a lo autobiográfico en una primer libro.

El consejo que dan a Giralt Torrente, por su parte, parece tener que ver más bien con evitar vicios y con no atrofiar la imaginación.

Sea como fuere, y aunque no los considero juicios firmes, ni argumentos del todo sólidos, ambas visiones parecen desaconsejar, por inoportuno, el uso de material de la propia experiencia en las primeras obras de ficción a la espera de mejores momentos.

¿Se tratará esto de un criterio generalizable para todo escritor?

lunes, 1 de noviembre de 2010

¿Neuroliteratura?

¿ Por qué nos gusta leer? ¿ Qué placer encontramos en la inmersión en historias ajenas, vidas imaginadas, mundos posibles?

Parte del placer puede ser meramente técnico o estético. Apreciamos la precisión de las frases, la amplitud del vocabulario de un escritor, o sentimos que nos transmite algo bello y, por tanto, valioso.

Quizá pudiéramos pensar que el interés de la lectura es, precisamente, el vivir de manera inocua otras vidas y sentimientos, el hundirnos sin peligro físico ni emocional en hechos interesantes, en historias increíbles, conocer otras tierras y otros personajes, otras vidas, otros mundos.

Suena interesante, romántico, emocionante y, probablemente, nos hace sentir a gusto con nuestro amor por la lectura.

Sin embargo, la explicación pudiera ser otra o, más bien, una alternativa menos romántica a ese interés por otros mundos.

Me encuentro inmerso en la lectura de un libro sobre neuromarketing. Si, así como suena: neuromarketing. Se trata del libro titulado 'buyology' y su autor, Martin Lindstrom es una autoridad en la materia, o al menos alguien reconocido en lo que a conferencias y libros sobre la misma se refiere.

Sin entrar en grandes honduras, el neuromarketing aplica técnicas propias de las neurociencias al estudio de los comportamientos de compra, el reconocimiento de marca y otras preocupaciones propias del campo de la mercadotecnia. El autor expone en su libro el uso de técnicas como la resonancia magnética funcional o la tipografía de estado estable (SST) como herramientas de análisis. Con base en las áreas del cerebro excitadas ante ciertos estímulos, los estudios que se detallan son capaces de explicar nuestros comportamientos de compra o por qué preferimos unas marcas a las otras.

A lo largo de su disertación, Lindstrom explica el concepto y consecuencia de la existencia de las denominadas neuronas espejo. Este tipo de neuronas que, al parecer, se sitúan en la zona frontal inferior y en el lóbulo parietal, y que se han identificado en aves, primates y humanos, llevan a la imitación de comportamientos de otros seres, especialmente congéneres, y parecen ser responsables de, por ejemplo, los sentimientos de empatía pero, también, de comportamientos mucho más prosáicos como el imitar movimientos o acciones de otro ser. Así, si se saca la lengua delante de un primate, éste, por acción de las neuronas espejo, tenderá a sacar también la lengua. En el campo del marketing, la intervención de las neuronas espejo puede hacer que compremos los productos que observamos a nuestro alrededor, más que otros productos diferentes.

¿Y qué tiene que ver la literatura con todo esto?

Pues la primera chispa la aporta el propio Martin Lindstrom en el libro mencionado cuando, en medio de su disertación sobre las neuronas espejo, afirma:

"Según los resultados de un estudio de resonancia magnética funcional, cuando leemos un libro, esas células especializadas responden como si en realidad hiciéramos lo mismo que el personaje del libro.

En pocas palabras, repetimos-en la mente- todo lo que observamos (o leemos)
"

Si esto es así, el vivir otras vidas a través de la lectura sería algo más que una metáfora. Tendría una base neurológica y una explicación científica.

¿Nos parece que un profesional del marketing, o del neuromarketing, poco tiene que opinar sobre el placer de la lectura?

Casualmente, hace poco he finalizado la lectura de la novela 'La elegancia del erizo' de Muriel Barbery, profesora de filosofía y escritora, y nadie especialmente afecto, por tanto, a las neurociencias o al marketing.

En esa novela, Paloma, la inteligente y reflexiva niña protagonista, anota en su 'diario sobre el movimiento del mundo', la siguiente reflexión:

"Pero sobre todo se me vino a la mente otra idea, por lo de las 'neuronas espejo'. Una idea perturbadora, de hecho, y vagamente proustiana (lo cual me pone nerviosa). ¿ Y si la literatura no fuera sino una televisión que uno mira para activar sus neuronas espejo y para proporcionarse a bajo coste los escalofríos de la acción? ¿Y si, peor aún, la litaratura fuese una televisión que nos muestra todo aquello en lo que fracasamos?".

La misma idea, vista ahora desde la propia literatura y expresada por un personaje de ficción.

¿Pueden las neuronas espejo explicar nuestros gustos de lectura, o el hecho en sí de que la lectura sea un placer? ¿Existe una base científica y neurológica para el amor por la literatura? Y, si existiese, ¿resta algo de valor a la literatura, al arte y a la emoción literarias?

¿Estamos asistiendo al nacimiento de una neuroliteratura?

domingo, 24 de octubre de 2010

Acerca de la autodidaxia

Encuentro entre las reflexiones de Renée, la portera que protagoniza 'La elegancia del erizo' de la francesa Muriel Barbery, un espejo de sensaciones tantas veces vividas tras innumerables y ambiciosas horas de lectura incesante.

Dice Renée:

"He leído tantos libros...

Sin embargo, como todos los autodidactas, nunca estoy segura de lo que he comprendido de mis lecturas. Un buen día me parece abarcar con una sola mirada la totalidad del saber, como si invisibles ramificaciones nacieran de pronto y unieran entre sí todas mis lecturas dispersas; y, de repente, el sentido no se deja aprehender, lo esencial se me escapa y, por mucho que lea y relea las mismas líneas, las comprendo cada vez un poco menos
"

La autodidaxia es placentera pero desestructurada: es el individuo quien elige las materias y los textos, de acuerdo tanto con sus intereses e inquietudes del momento, como con su posibilidad para conseguir los materiales de aprendizaje, una posibilidad que deriva no sólo de la capacidad física y económica para acceder a esos materiales didácticos sino también de la simple capacidad para identificar su existencia. La autodidaxia tiene, sin embargo, ese cariz de búsqueda, de aventura, de descubrimiento y realización que le confiere su carácter placentero.

El aprendizaje reglado, por contra, suele presentar mayores características de estructuración: guiados por un profesor, los contenidos se nos presentan de acuerdo a un orden y un plan plenamente establecido y los materiales que se precisan para el aprendizaje están fijados por alguien, ese profesor, que domina la materia y que nos puede descubrir textos, autores o cualquier otro tipo de material que, quizá, mediante la autodiaxia, hubiésemos tardado en descubrir o, incluso, nos hubiesen pasado inadvertidos. Por contra, el aprendizaje reglado suele adoceler de una cierta rigidez, de una tendencia al encorsetamiento, y el peligro de alejarse de las necesidades intelectuales del individuo conduciéndole por sendas que, quizá, no desea recorrer.

Renée disfruta de la lectura, encuentra placer en el consumo incesante de libros y en el descubrimiento de ideas y conocimientos, pero la falta de estructura que este método de aprendizaje supone, le hace enfrentarse también en ocasiones, con la perplejidad, con la sensación de no haber aprehendido lo que las palabras le dicen y de observar un trasunto de conceptos sin asirlos realmente.

Es, probablemente, un efecto colateral, casi inevitable, de la autodidaxia.

Es una sensacion que muchas veces he sentido, un sentimiento que comparto...

domingo, 19 de septiembre de 2010

La escritura compartida

Me encuentro leyendo una novela entretenida aunque, por lo demás, poco relevante, pero que tiene la particularidad de que está firmada, y supongo pues que escrita, por dos autores.

Se trata este hecho de algo, la escritura compartida, la escritura por varios autores, que me resulta difícil de entender. Y no es que el caso de los autores de la novela que me ocupa sea un caso absolutamente aislado. Existen antecedentes tan relevantes como el de los hermanos Grimm o, ya en nuestro pais, los hermanos Alvarez Quintero.

Está claro, por tanto, que es posible y, en ocasiones, muy fructífero.

Sin embargo me resulta difícil de imaginar. Existen, por un lado, dificultades técnicas y de estilo: cómo mantener un estilo uniforme, una misma manera de expresarse, un parecido vocabulario.

Requiere, además, un profunda compenetración, una comunidad de intereses y una generosidad para que las opiniones, gustos o egos de cada uno de los co-autores no supongan fricciones, infructuosos debates o rupturas.

Pero incluso estas dos dificultades, el estilo y el ego, aunque complejas, me parecen salvables.

Lo que más me cuesta asumir es lo que afecta a los aspectos más creativos y profundos. Concibo la escritura como una experiencia muy personal, como un viaje que emprende el escritor acompañado por sus personajes y su historia, unos personajes y una historia que, además, no le pertenecen completamente sino que tiene su vida propia, un viaje en que con frecuencia se descubre a si mismo, se piensa a sí mismo.

¿Cómo compartir esa riqueza de reflexiones y sentimientos? ¿Cómo tener tal resonancia intelectual y sentimental con otra persona?

Quizá, renunciando a ese aspecto de viaje personal, la colaboración sea más sencilla pero, ¿vale la pena dicha renuncia?

Puede que la colaboración se produzca de formas más sencillas a las que me imagino.

Puede que los temas elegidos para la escritura en común sean relativamente superficiales y, por ello, no impliquen tan profundamente la personalidad del escritor.

Puede que el truco se encuentre en asignar roles. Quizá, uno de los co-autores es más bien el ideólogo, el guionista, el que concibe la historia, mientras que el otro aporta una mayor habilidad para traducir eso en palabras. O puede que se repartan las perspectivas de diferentes personajes (esto podría ser un más que interesante experimento psicológico-literario). O quizá existan otros repartos de roles que en este momento no acierto a imaginar.

Tal vez se trate de que los poco frecuentes casos de escritura compartida tengan lugar entre personas profundamente unidas tanto en su historia personal como en sus sentimientos e intereses (no deja de ser relevante que las dos parejas puestas como ejemplos sean hermanos) y por ello exista una comunión que salva todas las dificultades.

Quizá, la experiencia de compartir con otro ser humano ideas, emociones y sentimientos compense a los 'escritores colaborativos' la renuncia parcial a su propia iniciativa e identidad.

No es la escritura compartida un fenómeno que acabe de asimilar. Pero está claro que, en ocasiones, en extrañas ocasiones, produce grandes frutos.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Vida propia

No todo se puede planificar en un texto escrito. Hay un momento en que los personajes o los argumentos parecen cobrar vida propia, decidir por ellos mismos lo que quieren hacer y a dónde quieren ir. Momentos en que el escritor es casi más un expectador, un transcriptor de unas ideas o unos hechos que parecen decidir por sí mismos.

En mi modesta experiencia de escritura, tanto de ficción como de no ficción, la idea del relato, el poema o el artículo surge en mi mente y poco a poco va tomando forma, una forma etérea e intangible, eso sí, como todo lo que en nuestra mente anida. Llega un momento, sin embargo, en que parece madura, en que reclama ser escrita, en que los cabos parecen atados, el todo coherente.

Y entonces sucede la magia.

Es un momento decisivo el del inicio de la escritura, la primera encarnación en palabras de lo que antes fueron sólo ideas. En ese momento se perfila el resultado y se intuye si el texto va a ser exitoso o, por el contrario, un pálido reflejo de lo que quiso ser.

Aún si el inicio es prometedor, no queda su destino en nuestras manos. El texto avanza, y en el esfuerzo por llevar al papel nuestras ideas, toma caminos imprevistos, escoge desarrollos inesperados. Los argumentos se estancan o alumbran nuevos recovecos.

No se puede planificar completamente un texto escrito. Al menos yo no puedo. Los textos tienen vida propia. Puede que una parte del placer de la escritura estribe, precisamente, en descubrir a dónde nos va a conducir esa idea primigenia al ser desarrollada, al ser convertida en, o más bien perseguida con, palabras.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Innovación en literatura: el camino y el paisaje

Ya hace casi dos años hablaba en este mismo blog acerca de la innovación en literatura. Es un tema que, de forma recurrente, me llama la atención desde que hace ya bastantes años cursé por primera vez la asignatura de literatura en el bachillerato y tuve las primeras explicaciones, más o menos detalladas, acerca de los distintos movimientos literarios, sus diferencias y aportaciones.

En esta ocasión ha vuelto a mi mente al leer, hará un par de semanas, la introducción al poemario 'Arde el mar' de Pere Gimferrer en su edición de Cátedra.

Y lo que me llama la atención, y lo que ese prólogo me recordó, son dos asuntos interrelacionados.

Por un lado, el hecho de que, con frecuencia, parece que la innovación sea un valor en sí misma, que casi cualquier vanguardia o experimento se considere valioso por el hecho de serlo y que, sin embargo, la literatura más acomodada a modelos ya probados sea minusvalorada, casi despreciada.

Por otro lado, me sorprende la carga emocional, de altivez o e incluso desprecio, que acompaña a las vanguardias e innovadores, y hasta a los críticos y eruditos que juzgan a escritores y movimientos.

Creo que en literatura, como en cualquier otra actividad humana, la presencia de innovación es buena y que se precisa de individuos o grupos que prueben nuevas formas, nuevas técnicas, nuevas ideas. La innovación nos hace avanzar y ampliar los horizontes.

Sin embargo, no puedo compartir la asunción de que toda experimentación y toda vanguardia sea excelente, ni siquiera valiosa. Mucha experimentación fracasa y no todos los experimentadores son brillantes. En ninguna ciencia, y tampoco en literatura. Habrá grandes ideas y grandes fracasos, habrá avances y retrocesos. Un experimentador no es valioso sólo por el hecho de serlo. Será estimable en la medida en que aporte realmente luz y novedades, que sea capaz de transformar e influir, que suba algún tipo de peldaño de calidad, belleza o excelencia.

Tampoco puedo compartir el desprecio por las formas establecidas. La ideas y formas dominantes lo son porque han supuesto la culminación de innovaciones anteriores, porque han pasado todos los filtros y han ganado todas las batallas. Las formas establecidas, o las que alguna vez lo han sido, fueron en algún momento la mejor expresión de la ciencia o el arte. Puede que aún lo sean...

Es lícito y es positivo el experimentar. Nos hace avanzar por un camino que nos lleva a mejorar. Pero no conviene olvidar que, en ese camino, tenemos a los lados paisajes maravillos que, en el fondo, es lo que vamos buscando. No dejemos que el ansia del camino nos impida mirar el paisaje, no consideremos avance el tomar cualquier tortuoso sendero, no nos obcecemos en mirar para adelante sin contemplar la belleza de lo que dejamos a la vera e, incluso, a nuestras espaldas.

Nota acerca de las imágenes
Las imágenes que acompañan a este artículo son detalles de obras de Adolfo Arranz, ilustrador e infógrafo de El Mundo, publicadas en su precioso blog 'La sombra del asno'.

domingo, 29 de agosto de 2010

La verdad oculta en las novelas

"Cabe preguntarse qué buscan los lectores en crímenes, ruinas, catástrofes, negocios, idilios, coronaciones, éxodos, bodas, guerras y otros acontecimientos aparentemente ajenos a sus vidas. Pensemos en el lector común de novelas. ¿Qué relación tiene su vida con los entes de ficción?: la sospecha de que en ellos , por irreales que parezcan, se esconde una verdad que no podrían descubrir de otro modo."

Andrés Trapiello
'Los confines'

Otra cita, en este caso a cargo de Andrés Trapiello, se une a otras en que la literatura se ve como una busqueda, como una forma de encontrar o, al menos, procurar una verdad.

¿Es ésta una presunción de escritores y eruditos pagados de sí mismos? ¿Puede realmente una novela proporcionar algún tipo de respuesta, alguna forma de verdad?

¡La verdad! ¿Quién sabe?

Lo que sí es cierto es que, al menos, queda el intento. Al menos se pueden proponer respuestas. Al menos se pueden esbozar posibilidades. Al menos se pueden explorar alternativas.

domingo, 22 de agosto de 2010

Lectura amiga: "La prisión de los espejos" de Rafael Martín Masot

Hay literatura para leer remansado en un sillón, literatura tranquila que invita a la reflexión y el pensamiento, literatura que promueve sentimientos sutiles.

Y existe también la literatura de la que corta la respiración, literatura plena de vértigos y sorpresas, de quiebros y ansiedades.

"La prisión de los espejos" se sitúa en este segundo grupo.

Un psicólogo, Marc Vliadiu, descubre, a través de uno de sus pacientes, una compleja y peligrosa trama de poder... y decide ir contra ella.

Desde este punto de partida se desarrolla una acción vertiginosa en que van apareciendo nuevos datos y nuevos personajes, donde acechan los peligros, donde se producen muertes, donde el lector se pregunta, hasta la última página, qué es lo que realmente ocurre y qué es lo que va a suceder a continuación.

Una novela compleja en su trama, urdida y desarrollada de manera magistral y donde el autor, en medio de tanto vértigo, no pierde la oportunidad, sin embargo, de dejar pinceladas de sus grandes dotes para el análisis psicológico de personajes y para la creación de las más bellas imágenes.

"La prisión de los espejos" es literatura trepidante salpicada de sutiles sugerencias para saborear en un sillón en el que, sin embargo, no nos deja remansarnos en ningún momento.

Rafael Martín Masot es un joven granadino nacido en 1989 y que en la actualidad compagina sus estudios de Medicina (tercer curso según indica la solapa del libro) con la actividad literaria.

Publicó su primera novela "Abulagos", con solo catorce años y en ella daba una visión descarnada de la vida en el campo andaluz durante la época del franquismo. En la segunda novela, "La luna eclipsada", publicada en 2006 se adentra en la vida de una mujer desengañada. "La prisión de los espejos" constituye su tercera y última novela hasta el momento.

He conocido a Rafael a través del portal literario El Recreo donde he compartido foros y tambien algún correo electrónico que otro aunque, por desgracia, no he tenido la oportunidad de conocerle 'en vivo y en directo'.

Rafael Martín Masot fue el prologuista del libro de relatos Dejad que os cuente algo, editado por El Recreo y en el que tuve el gusto de participar.

Rafael es un escritor de una sorprendente madurez (quizá ya no tan soprendente tras publicar tres novelas), que transpira inteligencia y facilidad para jugar con las palabras y crear imágenes sugerentes. Aunque no hace mucho uso de ella en sus novelas, tiene también, en mi opinión, una gran capacidad poética. Fuera de sus novelas es ingenioso y goza con el humor, la ironía y el absurdo.

Puedes visitar virtualmente a Rafael en su página oficial.

Ficha técnica:
TITULO: La prisión de los espejos
AUTOR: Rafael Martín Masot
EDITORIAL: Ediciones Baile del Sol
AÑO: 2010
ISBN: 978-84-92528-98-1
PAGINAS: 231

domingo, 15 de agosto de 2010

Libertad y partidos

"la genuina libertad reside fuera de los partidos."

Quien esto afirma no es un conciudadano cabreado, un periodista, un tertuliano o, quizá, un sindicalista. Quien esto escribía es, nada más y nada menos, que Maksim Gorki. Y lo hacía en 1923 en una semblanza sobre Nikolai S. Leskov como parte de una recopilación de obras de este último autor.

Sin entrar a más disquisiciones, algo arriesgadas, lo que sí llama la atención es, a pesar de la distancia, y a pesar del tiempo transcurrido, lo cercana, lo familiar que resulta la afirmación del gran escritor ruso.

domingo, 8 de agosto de 2010

Una ley para la literatura de ciencia-ficción

"Todos los escritores de ciencia ficción conocen esta ley no escrita: sólo puedes romper las leyes de la física una o dos veces en cada narración. Después, lo que imperan son las leyes del mundo real."

Quien esto afirma no es un literato, sino un conocido articulista y conferenciante (y autor de algunos libros, eso sí) como es Chris Anderson quien normalmente nos habla de negocios, de globalización y de Internet.

Sin embargo, y aunque la voz pueda sonar no del todo autorizada en el campo literario, después de una consideración algo más detenida diría que tiene razón. Supongo que hasta la fantasía y la ciencia ficción precisan de una cierta verosimilitud.

Se necesita romper en algún momento las leyes de la física para crear situaciones más interesantes y futuristas, pero si se abusa de ello probablemente el efecto sea negativo: una sensación de frivolidad, de sinsentido, quizá de infantilidad o locura.

Tal vez, si se ignora esta ley, los famosos mundos posibles de la teoría de la ficción, se convierten en mundos imposibles... y tampoco se trata de eso.

domingo, 1 de agosto de 2010

Disposición de ánimo para la escritura

Propablemente cada escritor sea un mundo. Probablemente, las necesidades de concentración y de inspiración sean diferentes. Pero lo que sí imagino es que cada escritor necesita un contexto y una disposición de ánimo que considera adecuada para la escritura.

Así describe Julian Barnes su propio caso:

"Los lápices adecuados, los rotuladores, los bolígrafos, los cuadernos, el papel, la máquina de escribir: necesidades que son también los correlatos del estado de ánimo idóneo. Para crearlo se aparta de todo lo que podría incidir nocivamente, estrechando el foco de atención hasta que sólo queda lo importante: el lector, yo, el mundo y el libro, y cómo conseguir que sea lo mejor posible."

Probablemente, como decía, cada escritor tenga unas necesidades, pero con independencia del contexto físico (no creo que un escritor actual se rodee de muchos cuadernos y lápices, sino, más bien, de un ordenador), sí imagino que un factor común debe ser un cierto distanciamiento del mundo exterior, una concentración de la mente y el ánimo en lo que se escribe.

No me imagino el acto de la escritura sin ese distanciamiento, sin esa concentración.

Algo que suena, por cierto, muy placentero.

sábado, 24 de julio de 2010

Una actitud posible ante la crítica

No me he visto nunca en la situación de ser objeto de una crítica literaria, al menos no una crítica profesional, pero imagino que las críticas negativas deben ser difíciles de digerir.

Me imagino que debe doler, por más que se tenga un talante deportivo y abierto, ver menospreciada de alguna manera una obra propia, algo a lo que se ha dedicado tiempo, esfuerzo y, probablemente, cariño.

Para esos momentos difíciles puede ser una buena idea tener en cuenta la siguiente frase de Sibelius:

"Recuerda siempre que en ninguna ciudad de Europa han erigido una estatua a un crítico."

El crítico se encuentra en una situación de seguridad y, hasta cierto punto, de superioridad respecto al escritor.

Pero no hay que olvidar que el arte, caso de producirse, no es mérito del crítico sino del escritor y la gloria, si llega, también.

domingo, 18 de julio de 2010

Memoria e identidad

"La memoria es identidad... Eres lo que has hecho; lo que has hecho pervive en tu memoria; lo que recuerdas define lo que eres..."

Julian Barnes
'Nada que temer'

¿De verdad es la memoria la que define lo que somos? De primeras parece difícil de aceptar, pero lo cierto es que el concepto que tenemos de nosotros mismos y de nuestro entorno están completamente mediatizados por la memoria. Al fin y al cabo, crecemos como personas con base en las experiencias vividas y lo que queda de esas experiencias salvo, tal vez, alguna secuela física, ¿qué es sino memoria?

Desde luego, Julian Barnes parece apostar por esta identificación de identidad y memoria. Y, por si eso fuese poco, nos regala también con una cita de Stravinski que abunda y amplía la idea:

"Me pregunto si el recuerdo es veraz, y sé que no puede serlo, sino que vivimos conforme al recuerdo y no a la verdad"

Vivimos conforme al recuerdo y no a la verdad...o la verdad se construye con base en el recuerdo, en la memoria...

Quizá por eso se intenta manipular la historia. Quizá por eso distintas personas vean verdades diferentes. Quizá por eso seamos tan frágiles...

domingo, 11 de julio de 2010

La supuesta sensibilidad del escritor

"Cuando yo era 'sólo' un lector, creía que los escritores, porque escribían libros que contenían verdades, porque describían el mundo, penetraban en el corazón humano, captaban tanto lo particular como lo general y eran capaces de recrear ambas cosas en formas libres pero estructuradas, porque comprendían, tenían que ser, por consiguiente, más sensibles -y también menos vanidosos y egoístas- que las demás personas. Luego me hice escritor y empecé a conocer escritores y a observarlos, y llegué a la conclusión de que la única diferencia entre ellos y los demás, el único y exclusivo aspecto en que eran mejores residía en que eran mejores escritores. Quizá, en efecto, fueran sensibles, perceptivos, capaces de generalizar y de captar lo particular, pero sólo ante sus escritorios y en sus libros."

Julian Barnes
'Nada que temer'

¿Es, pues, un mito o una realidad, la pretendida sensibilidad de los escritores, sus dotes de observación, su capacidad para captar lo profundo en los hechos cotidianos, su entendimiento de lo intangible o no determinista?

Quisiéramos pensar que los escritores están tocados por una especie de aura especial, por un don. Pero tal vez no sea cierto. Tal vez lo que los haga distintos de los demás mortales sea su dominio de una técnica, de una disciplina, la escritura.

Algo, sin embargo, se rebela en nuestro corazón de amantes de la literatura. Queremos creer en ese don, en esa cualidad superior.

Acaso los sensibles seamos nosotros...

domingo, 4 de julio de 2010

La verdad a través de la mentira... de nuevo

"[Las novelas] cuentan mentiras hermosas, seductoras, que contienen verdades duras y correctas."

Julian Barnes
'Nada que temer'

Una idea que ya habíamos visto en otra parte: la literatura como una forma de verdad, pero una verdad basada en la fantasía y la seducción.

¿Dónde nos habíamos tropezado con esta idea?

Pues lo decía el tío de Pereira, el personaje de Antonio Tabucchi en su novela 'Sostiene Pereira', y lo comentamos en el artículo titulado '¿Quién dice la verdad?'.

Curiosamente, en la frase de la obra de Tabucchi, se está comparando la filosofía con la literatura. En la obra de Julian Barnes, éste se mide y compara en repetidas ocasiones con su hermano y los razonamientos de éste que, casualmente, es filósofo.

Sin embargo, en la frase que nos ocupa, y al contrario de lo que sucedía en 'Sostiene Pereira', el autor la utiliza estableciendo un paralelismo con la religión que, según Barnes, fue la primera gran novela. Si seguimos el razonamiento la religión sería, por tanto, una mentira seductora que contiene verdades duras y correctas.

No estoy seguro de que Barnes quiera llegar a esta conclusión...pero eso es lo que se deduce.

domingo, 27 de junio de 2010

Sensación de pérdida

"... es normal sentir una pérdida al cerrar una gran novela."

Julian Barnes
'Nada que temer'

Supongo que todo amante de la lectura habrá sentido alguna vez esa sensación. La sensación de pérdida, de vacío, que se produce cuando finaliza una novela en la que hemos estado especialmente inmersos, especialmente concentrados, de la que hemos disfrutado profundamente.

Es una suerte de nostalgia de los personajes, del ambiente y de la acción, del mundo posible que se ha ido y que ya no puede volver salvo por la memoria o la relectura.

Una nostalgia y una pérdida cuya redención pasa por el discurrir del tiempo, o mejor, por el inicio de una nueva lectura... una lectura que implica, eso si, el riesgo de volver a sentir, más adelante, una nueva pérdida.

domingo, 20 de junio de 2010

Gap generacional

"El consejo de los viejos es como el sol invernal: derrama luz, pero no nos calienta."

Julian Barnes
'Nada que temer'

Una poética y a la vez tremenda forma de expresar el gap generacional, esa distancia que separa, casi inevitablemente, a una generación de la de sus hijos o sus nietos.

Parece que la experiencia ajena, al menos si proviene de una generación anterior, no acaba de ser válida, no acaba de llegar al cerebro y al corazón de los más jóvenes. Ilumina, pero no calienta, no conlleva la asunción de esa experiencia y su uso como guía.

Lo paradójico, quizá lo triste del caso, es que la juventud no es eterna, que todo año tiene su invierno y todos los soles de primavera acaban tornándose soles invernales.

sábado, 12 de junio de 2010

El escritor cautivo de Renard

"El escritor tiene poco control sobre el temperamento personal, ninguno sobre el momento histórico, y sólo en parte gobierna su propia estética."

Julian Barnes transcribe esta cita de Jules Renard en su libro 'Nada que temer'.

Aunque algo de razón, quizá mucha, pueda tener el escritor francés, debe reconocerse que deja poco espacio al genio y, sobre todo, a la creatividad del escritor.

No es difícil admitir que el escritor no tenga control sobre el momento histórico que le toca vivir...aunque sí esperaríamos que, al menos en algunos casos, pueda tener capacidad para trascenderlo, para ir más allá, para encontrar verdades, historias o mitos universales, eternos.

Algo más duro resulta reconocer que el escritor apenas controla su temperamento personal. Le influye, de eso no cabe duda, pero ¿no es, precisamente, el acto de escribir una ocasión para la reflexión y la moderación, para tamizar los primeros impulsos y elaborarlos en busca no sólo de una mejora estética sino, también, de un mayor ajuste a la realidad o al mensaje que el escritor realmente quiere transmitir? ¿Tan improvisado o irracional ve Renard el acto de la escritura?

Y, finalmente, quizá lo más duro resulte reconocer que el escritor sólo parcialmente gobierne su propia estética. Sí es cierto que el escritor se ve influido, lógicamente, por sus propios gustos e intereses, por su formación y entorno. También es cierto que los conocimientos, técnica y esperiencias del escritor pueden moldear la estética que es capaz de producir. No es, desde luego, completamente libre o capaz de crear cualquier tipo de producción estética. Pero sí quisiéramos pensar que tiene un cierto dominio sobre ella, que puede pensar y planificar qué efecto quiere producir y cómo buscarlo, que gobierna, siquiera parcialmente, los efectos y las formas. Si no, ¿qué es ser escritor exactamente?

Algo de razón le asiste, sin duda, a Jules Renard en sus afirmaciones. Pero quisiéramos pensar que el escritor es un personaje más libre, más autónomo, menos cautivo que lo que nos pinta el autor galo.

sábado, 5 de junio de 2010

Nostalgia de Dios

"No creo en Dios, pero le echo de menos."

Julian Barnes
'Nada que temer'

Así de directo, así de conciso, así de expresivo comienza Julian Barnes su obra 'Nada que temer'.

Una frase probablemente sincera y que recoge de una forma admirable, por lo concisa, lo que creo que puede ser el sentimiento religioso, si así se le puede llamar, de millones de personas.

¿Cuántos ateos o agnósticos no desearían, en el fondo, en lo más recóndito de su corazón, creer en un Dios, en una esperanza, en un futuro? ¿Cuántos antiguos creyentes no sienten una suerte de morriña de esa época en que los principios e ideales estaban más claros, los tiempos en que todo parecía tener una respuesta y un sentido? ¿Cuánto afligido, cuánto desesperado, cuánto asustado, no desearía pensar que una fuerza todopoderosa le liberará en algún momento del sufrimiento y el miedo?

Según las creencias de cada uno, Dios puede estar o no estar...pero frecuentemente, y con independencia de esas creencias, sí que se le espera.

lunes, 31 de mayo de 2010

Un poema... porque sí.

Traigo hoy a este blog un poema de Miguel Hernández, un poema incluído en su poemario 'El rayo que no cesa' y denominado con un simple número, el nueve.

Desde hace semanas lo tenía señalado, lo tenía marcado para retornar a él, no con una pluma ni un pétalo de rosa, sino con un simple y mundano billete de metro.

Es un soneto, y dice así:

"Fuera menos penado si no fuera
nardo tu tez para mi vista, nardo,
cardo tu piel para mi tacto, cardo,
tuera tu voz para mi oído, tuera.

Tuera es tu voz para mi oído, tuera,
y ardo en tu voz y en tu alrededor ardo,
y tardo a arder lo que a ofrecerte tardo
miera, mi voz para la tuya, miera.

Zarza es tu mano si la tiento, zarza,
ola tu cuerpo si lo alcanzo, ola,
cerca una vez pero un millar no cerca.

Garza es mi pena, esbelta y triste garza,
sola como un suspiro y un ay, sola
terca en su error y en su desgracia terca.
"

No sé si es de lo mejor o no del poeta; no sé si es un poema maduro o no y no quiero ni me atrevo a comentar su estructura, su significado, su rima o sus presuntos méritos.

Sólo sé que me llamó la atención su ritmo, la obsesiva repetición de palabras en rápida cadencia. Sólo sé que me llamó la atención... y me gustó.

¿Qué más se necesita?

domingo, 23 de mayo de 2010

La soledad en cifras

La soledad. Ese sentimiento tan humano... y tan literario. Hay muestras brillantes y tremendas a un tiempo en nuestra literatura describiendo la soledad. Se me vienen a la mente 'La lluvia amarilla' de Julio LLamazares o 'Blasón de muérdago' de Luis Mateo Díez.

Sin embargo, la soledad puede ser objeto no sólo de aproximaciones literarias. Aunque parezca mentira, tambien puede ser estudiada de forma científica e, incluso, matemática.

Me encuentro leyendo 'Conectados' de Nicholas A. Christakis y James H. Fowler, un libro que estudia las redes sociales...pero no las herramientas de Internet bajo ese mismo nombre, sino las redes humanas, las que se establecen entre personas por diferentes medios. En ese contexto, estudia el impacto de las redes sociales en la propagación de efectos de todo tipo, desde el amor, a la salud, pasando por las ideas políticas, la felicidad...y la soledad.

Nos dicen los autores al respecto de ésta última:

"Las personas que tienen más amigos, tienen menos probabilidades de experimentar la soledad. Cada amigo extra reduce en torno a dos el número de días en que nos sentimos solos en todo un año. . Puesto que (según nuestros datos) las personas se sienten solas una media de cuarenta y ocho días al año, tener un par de amigos extra reduce nuestra soledad en torno a un diez por ciento."

Ya sabemos cómo cuantificar la soledad o, al menos, su impacto en nuestras vidas...y una estimación numérica de cómo reducirla, de cuántos amigos necesitamos.

Lo que es terrible es ver el valor medio: cuarenta y ocho días de soledad al año, un 13,15% de los días, un 13,15% de nuestra existencia.

Cuarenta y ocho días de soledad al año.

Debo ser afortunado...

domingo, 9 de mayo de 2010

La felicidad como opción

"Betty es de esas personas que creen que se puede ser feliz si uno lo decide, que la ligereza nos salva, que no es algo inconcebible ser inconsolable y feliz a la vez."

Philippe Besson
'Un instante de abandono'

Una opción sabia aunque inestable la de Betty, uno de los personajes de la novela 'Un instante de abandono' de Philippe Besson: considerar la felicidad como una opción personal, como algo que se elige, no como algo marcado desde el exterior por los acontecimientos.

Esa elección debe, pare ser efectiva, ser capaz de convivir con desgracias y desengaños, con el desconsuelo. Y la herramienta para sobrellevarlos, para conseguir la felicidad, puede ser la ligereza, el no profundizar en el dolor, el contentarse con pequeñas alegrías, con las pequeñas cosas que nos son dadas.

La felicidad como opción: sabio...pero inestable.