No todo se puede planificar en un texto escrito. Hay un momento en que los personajes o los argumentos parecen cobrar vida propia, decidir por ellos mismos lo que quieren hacer y a dónde quieren ir. Momentos en que el escritor es casi más un expectador, un transcriptor de unas ideas o unos hechos que parecen decidir por sí mismos.
En mi modesta experiencia de escritura, tanto de ficción como de no ficción, la idea del relato, el poema o el artículo surge en mi mente y poco a poco va tomando forma, una forma etérea e intangible, eso sí, como todo lo que en nuestra mente anida. Llega un momento, sin embargo, en que parece madura, en que reclama ser escrita, en que los cabos parecen atados, el todo coherente.
Y entonces sucede la magia.
Es un momento decisivo el del inicio de la escritura, la primera encarnación en palabras de lo que antes fueron sólo ideas. En ese momento se perfila el resultado y se intuye si el texto va a ser exitoso o, por el contrario, un pálido reflejo de lo que quiso ser.
Aún si el inicio es prometedor, no queda su destino en nuestras manos. El texto avanza, y en el esfuerzo por llevar al papel nuestras ideas, toma caminos imprevistos, escoge desarrollos inesperados. Los argumentos se estancan o alumbran nuevos recovecos.
No se puede planificar completamente un texto escrito. Al menos yo no puedo. Los textos tienen vida propia. Puede que una parte del placer de la escritura estribe, precisamente, en descubrir a dónde nos va a conducir esa idea primigenia al ser desarrollada, al ser convertida en, o más bien perseguida con, palabras.
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Hace 2 horas
2 comentarios:
Así es, Ignacio. Esa es también mi experiencia, sobre todo en mis escritos profesionales, donde, supuestamente, tengo clarísimo lo que voy a decir.
Recuerdo de forma indeleble cuando, todavía en COU, comentamos "Niebla" de Unamuno y cómo éste escribe sus discusiones con Augusto Pérez que se suicida muy a pesar de su creador...
Así son los hijos de la escritura: indudablemente, tienen vida propia.
Jo, ahora que mencionas "Niebla", es un libro que creo debería releer. Lo leí hace ya muchísimos años y creo que ahora lo aprovecharía más. La verdad es que no recuerdo las discusiones que mencionas con Augusto Pérez.
Eso sí, me congratula ver que estás de acuerdo con lo de la vida propia.
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