sábado, 12 de junio de 2010

El escritor cautivo de Renard

"El escritor tiene poco control sobre el temperamento personal, ninguno sobre el momento histórico, y sólo en parte gobierna su propia estética."

Julian Barnes transcribe esta cita de Jules Renard en su libro 'Nada que temer'.

Aunque algo de razón, quizá mucha, pueda tener el escritor francés, debe reconocerse que deja poco espacio al genio y, sobre todo, a la creatividad del escritor.

No es difícil admitir que el escritor no tenga control sobre el momento histórico que le toca vivir...aunque sí esperaríamos que, al menos en algunos casos, pueda tener capacidad para trascenderlo, para ir más allá, para encontrar verdades, historias o mitos universales, eternos.

Algo más duro resulta reconocer que el escritor apenas controla su temperamento personal. Le influye, de eso no cabe duda, pero ¿no es, precisamente, el acto de escribir una ocasión para la reflexión y la moderación, para tamizar los primeros impulsos y elaborarlos en busca no sólo de una mejora estética sino, también, de un mayor ajuste a la realidad o al mensaje que el escritor realmente quiere transmitir? ¿Tan improvisado o irracional ve Renard el acto de la escritura?

Y, finalmente, quizá lo más duro resulte reconocer que el escritor sólo parcialmente gobierne su propia estética. Sí es cierto que el escritor se ve influido, lógicamente, por sus propios gustos e intereses, por su formación y entorno. También es cierto que los conocimientos, técnica y esperiencias del escritor pueden moldear la estética que es capaz de producir. No es, desde luego, completamente libre o capaz de crear cualquier tipo de producción estética. Pero sí quisiéramos pensar que tiene un cierto dominio sobre ella, que puede pensar y planificar qué efecto quiere producir y cómo buscarlo, que gobierna, siquiera parcialmente, los efectos y las formas. Si no, ¿qué es ser escritor exactamente?

Algo de razón le asiste, sin duda, a Jules Renard en sus afirmaciones. Pero quisiéramos pensar que el escritor es un personaje más libre, más autónomo, menos cautivo que lo que nos pinta el autor galo.

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