domingo, 27 de junio de 2010

Sensación de pérdida

"... es normal sentir una pérdida al cerrar una gran novela."

Julian Barnes
'Nada que temer'

Supongo que todo amante de la lectura habrá sentido alguna vez esa sensación. La sensación de pérdida, de vacío, que se produce cuando finaliza una novela en la que hemos estado especialmente inmersos, especialmente concentrados, de la que hemos disfrutado profundamente.

Es una suerte de nostalgia de los personajes, del ambiente y de la acción, del mundo posible que se ha ido y que ya no puede volver salvo por la memoria o la relectura.

Una nostalgia y una pérdida cuya redención pasa por el discurrir del tiempo, o mejor, por el inicio de una nueva lectura... una lectura que implica, eso si, el riesgo de volver a sentir, más adelante, una nueva pérdida.

domingo, 20 de junio de 2010

Gap generacional

"El consejo de los viejos es como el sol invernal: derrama luz, pero no nos calienta."

Julian Barnes
'Nada que temer'

Una poética y a la vez tremenda forma de expresar el gap generacional, esa distancia que separa, casi inevitablemente, a una generación de la de sus hijos o sus nietos.

Parece que la experiencia ajena, al menos si proviene de una generación anterior, no acaba de ser válida, no acaba de llegar al cerebro y al corazón de los más jóvenes. Ilumina, pero no calienta, no conlleva la asunción de esa experiencia y su uso como guía.

Lo paradójico, quizá lo triste del caso, es que la juventud no es eterna, que todo año tiene su invierno y todos los soles de primavera acaban tornándose soles invernales.

sábado, 12 de junio de 2010

El escritor cautivo de Renard

"El escritor tiene poco control sobre el temperamento personal, ninguno sobre el momento histórico, y sólo en parte gobierna su propia estética."

Julian Barnes transcribe esta cita de Jules Renard en su libro 'Nada que temer'.

Aunque algo de razón, quizá mucha, pueda tener el escritor francés, debe reconocerse que deja poco espacio al genio y, sobre todo, a la creatividad del escritor.

No es difícil admitir que el escritor no tenga control sobre el momento histórico que le toca vivir...aunque sí esperaríamos que, al menos en algunos casos, pueda tener capacidad para trascenderlo, para ir más allá, para encontrar verdades, historias o mitos universales, eternos.

Algo más duro resulta reconocer que el escritor apenas controla su temperamento personal. Le influye, de eso no cabe duda, pero ¿no es, precisamente, el acto de escribir una ocasión para la reflexión y la moderación, para tamizar los primeros impulsos y elaborarlos en busca no sólo de una mejora estética sino, también, de un mayor ajuste a la realidad o al mensaje que el escritor realmente quiere transmitir? ¿Tan improvisado o irracional ve Renard el acto de la escritura?

Y, finalmente, quizá lo más duro resulte reconocer que el escritor sólo parcialmente gobierne su propia estética. Sí es cierto que el escritor se ve influido, lógicamente, por sus propios gustos e intereses, por su formación y entorno. También es cierto que los conocimientos, técnica y esperiencias del escritor pueden moldear la estética que es capaz de producir. No es, desde luego, completamente libre o capaz de crear cualquier tipo de producción estética. Pero sí quisiéramos pensar que tiene un cierto dominio sobre ella, que puede pensar y planificar qué efecto quiere producir y cómo buscarlo, que gobierna, siquiera parcialmente, los efectos y las formas. Si no, ¿qué es ser escritor exactamente?

Algo de razón le asiste, sin duda, a Jules Renard en sus afirmaciones. Pero quisiéramos pensar que el escritor es un personaje más libre, más autónomo, menos cautivo que lo que nos pinta el autor galo.

sábado, 5 de junio de 2010

Nostalgia de Dios

"No creo en Dios, pero le echo de menos."

Julian Barnes
'Nada que temer'

Así de directo, así de conciso, así de expresivo comienza Julian Barnes su obra 'Nada que temer'.

Una frase probablemente sincera y que recoge de una forma admirable, por lo concisa, lo que creo que puede ser el sentimiento religioso, si así se le puede llamar, de millones de personas.

¿Cuántos ateos o agnósticos no desearían, en el fondo, en lo más recóndito de su corazón, creer en un Dios, en una esperanza, en un futuro? ¿Cuántos antiguos creyentes no sienten una suerte de morriña de esa época en que los principios e ideales estaban más claros, los tiempos en que todo parecía tener una respuesta y un sentido? ¿Cuánto afligido, cuánto desesperado, cuánto asustado, no desearía pensar que una fuerza todopoderosa le liberará en algún momento del sufrimiento y el miedo?

Según las creencias de cada uno, Dios puede estar o no estar...pero frecuentemente, y con independencia de esas creencias, sí que se le espera.