¿ Por qué nos gusta leer? ¿ Qué placer encontramos en la inmersión en historias ajenas, vidas imaginadas, mundos posibles?
Parte del placer puede ser meramente técnico o estético. Apreciamos la precisión de las frases, la amplitud del vocabulario de un escritor, o sentimos que nos transmite algo bello y, por tanto, valioso.
Quizá pudiéramos pensar que el interés de la lectura es, precisamente, el vivir de manera inocua otras vidas y sentimientos, el hundirnos sin peligro físico ni emocional en hechos interesantes, en historias increíbles, conocer otras tierras y otros personajes, otras vidas, otros mundos.
Suena interesante, romántico, emocionante y, probablemente, nos hace sentir a gusto con nuestro amor por la lectura.
Sin embargo, la explicación pudiera ser otra o, más bien, una alternativa menos romántica a ese interés por otros mundos.
Me encuentro inmerso en la lectura de un libro sobre neuromarketing. Si, así como suena: neuromarketing. Se trata del libro titulado 'buyology' y su autor, Martin Lindstrom es una autoridad en la materia, o al menos alguien reconocido en lo que a conferencias y libros sobre la misma se refiere.
Sin entrar en grandes honduras, el neuromarketing aplica técnicas propias de las neurociencias al estudio de los comportamientos de compra, el reconocimiento de marca y otras preocupaciones propias del campo de la mercadotecnia. El autor expone en su libro el uso de técnicas como la resonancia magnética funcional o la tipografía de estado estable (SST) como herramientas de análisis. Con base en las áreas del cerebro excitadas ante ciertos estímulos, los estudios que se detallan son capaces de explicar nuestros comportamientos de compra o por qué preferimos unas marcas a las otras.
A lo largo de su disertación, Lindstrom explica el concepto y consecuencia de la existencia de las denominadas neuronas espejo. Este tipo de neuronas que, al parecer, se sitúan en la zona frontal inferior y en el lóbulo parietal, y que se han identificado en aves, primates y humanos, llevan a la imitación de comportamientos de otros seres, especialmente congéneres, y parecen ser responsables de, por ejemplo, los sentimientos de empatía pero, también, de comportamientos mucho más prosáicos como el imitar movimientos o acciones de otro ser. Así, si se saca la lengua delante de un primate, éste, por acción de las neuronas espejo, tenderá a sacar también la lengua. En el campo del marketing, la intervención de las neuronas espejo puede hacer que compremos los productos que observamos a nuestro alrededor, más que otros productos diferentes.
¿Y qué tiene que ver la literatura con todo esto?
Pues la primera chispa la aporta el propio Martin Lindstrom en el libro mencionado cuando, en medio de su disertación sobre las neuronas espejo, afirma:
"Según los resultados de un estudio de resonancia magnética funcional, cuando leemos un libro, esas células especializadas responden como si en realidad hiciéramos lo mismo que el personaje del libro.
En pocas palabras, repetimos-en la mente- todo lo que observamos (o leemos)"
Si esto es así, el vivir otras vidas a través de la lectura sería algo más que una metáfora. Tendría una base neurológica y una explicación científica.
¿Nos parece que un profesional del marketing, o del neuromarketing, poco tiene que opinar sobre el placer de la lectura?
Casualmente, hace poco he finalizado la lectura de la novela 'La elegancia del erizo' de Muriel Barbery, profesora de filosofía y escritora, y nadie especialmente afecto, por tanto, a las neurociencias o al marketing.
En esa novela, Paloma, la inteligente y reflexiva niña protagonista, anota en su 'diario sobre el movimiento del mundo', la siguiente reflexión:
"Pero sobre todo se me vino a la mente otra idea, por lo de las 'neuronas espejo'. Una idea perturbadora, de hecho, y vagamente proustiana (lo cual me pone nerviosa). ¿ Y si la literatura no fuera sino una televisión que uno mira para activar sus neuronas espejo y para proporcionarse a bajo coste los escalofríos de la acción? ¿Y si, peor aún, la litaratura fuese una televisión que nos muestra todo aquello en lo que fracasamos?".
La misma idea, vista ahora desde la propia literatura y expresada por un personaje de ficción.
¿Pueden las neuronas espejo explicar nuestros gustos de lectura, o el hecho en sí de que la lectura sea un placer? ¿Existe una base científica y neurológica para el amor por la literatura? Y, si existiese, ¿resta algo de valor a la literatura, al arte y a la emoción literarias?
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2 comentarios:
Me parece interesantísimo Ignacio. Hace tiempo que este tema de las neuronas espejo me obsesiona, así que no puedo dejar de decirte que tu post me ha encantado.
Un abrazo.
Gracias por el comentario, Mamen.
La verdad es que el estudio del cerebro y su funcionamiento es apasionante...aunque seguramente complejo.
Es interesante su comportamiento intrínseco, es interesante su aplicación en psicología y es apasionante el descubrir nuevos campos de aplicación como son el marketing, la economía...¿y la literatura?
A mi, por lo menos, me llama tambien mucho la atención. De momento estoy explorando el mundo del neuromarketing pero en algún momento, me gustaría abordar también algún otro tema como la economía conductual (que creo que va en una línea parecida) y hace ya bastantes años estudié las redes neuronales artificiales.
Todo un campo de estudio estimulante en el que hay mucho que descubrir.
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