domingo, 18 de septiembre de 2011

Mundos imposibles: licencia para imaginar

Al principio de uno de los capítulos de su libro 'Y el cerebro creó al hombre', Antonio Damasio trae a colación el siguiente pensamiento de Mark Twain:

"Mark Twain pensaba que la principal diferencia entre la ficción y la realidad era que la ficción había de ser creíble. La realidad podía permitirse ser inverosimil; la ficción, en cambio, no."

Creo entender lo que Mark Twain quería decir. Si una novela (salvo que pertenezca a género fantástico o ciencia ficción) no resulta verosímil parece que pierde credibilidad, que disminuye su valor. Es imposible no renocerlo. Incluso en los géneros fantástico y de ciencia ficción, lo irreal se concentra normalmente en unos pocos aspectos concretos mientras que el resto sigue siendo perfectamente verosímil.

Por el contrario, ¿qué le podemos reclamar a la vida? Lo que sucede, sucede, por increíble que pueda parecer y, una vez que ha sucedido, pasa a ser verosímil, puesto que ha acaecido.

La vida parece jugar con ventaja.


Pero, tal vez, las cosas no estén tan claras. Me viene a la mente, por ejemplo, la excelente novela 'El maestro y Margarita' de Mijail Bulgákov, llena de elementos imaginarios, completamente inverosímiles y, sin embargo, magistral, o los excelentes ejemplos del realismo mágico, incluyendo a mi admirado paisano Alejandro Casona. Realismo, sí, pero con mucho de mágico.

Quizá, aún teniendo su fondo de verdad, la afirmación de Twain sea en exceso pesimista. Quizá, cuando se aporta el suficiente talento, los traídos y llevados mundos posibles de la ficción no es necesario que sean tan posibles.

En el fondo, la literatura suele suponer una alianza entre escritor y lector. Si eso es así, por mi parte y en mi papel de lector, concedo desde ya a los escritores licencia para imaginar.

domingo, 11 de septiembre de 2011

¿Induce la lectura a la pereza mental?

Leo, no sin una cierta dosis de sorpresa, la siguiente cita de Albert Einstein:

"Leer, después de cierta edad, distrae demasiado a la mente de su actividad creativa. Cualquiera que lea demasiado y utilice poco su propio cerebro cae en hábitos de pereza mental."

Para ser justos, o al menos precavidos, hay que señalar que desconozco completamente el contexto en que el eminente científico realizó dicha afirmación y es más que probable que no se refiriese a la lectura de ficción o literaria, sino a una literatura científica.

Sin embargo, y prescindiendo del auténtico contexto e intención de Einstein, podemos preguntarnos si la afirmación es cierta, si la lectura conduce a la pereza mental.

Es cierto que la lectura tiene un cierto componente de pasividad, que supone el recibir el material que el escritor desea brindarnos sin una verdadera actuación sobre el mismo. En ese sentido, en especial si la obra literaria carece de profundidad, de matices, de ideas, y si el lector busca únicamente entretenimiento en la actividad lectora, ésta se puede convertir en una tarea meramente reactiva, sin apenas esfuerzo por parte del lector y, de este modo, podría acercarse a esa situación de pereza mental que estaría denunciando Albert Einstein.

Sin embargo, y mi propia experiencia de lectura apunta en esa dirección, un libro cuidado, con profundidad psicológica o filosófica, y ya no digamos un ensayo con valor intelectual, con ideas innovadoras o interesantes, sí inducen al pensamiento, a la reflexión, a la deliberación con uno mismo y su lectura puede ser una de las actividades más enriquecedoras desde un punto de vista intelectual.

Es posible, y ni siquiera estoy seguro de ello, que ese tipo de lectura profunda no sea una actividad creativa propiamente dicha, dado que sigue actuando sobre un material recibido...pero en absoluto se encuadraría en el ámbito de la pereza mental sino todo lo contrario, se trataría de una gran actividad intelectual e incluso sentimental.

A veces, incluso, la propia reflexión sobre el material leído, ha hecho surgir en mi mente ideas y voliciones nuevas, ideas y voliciones que posteriormente han encontrado su propio campo de acción...aunque no sea en el mismo momento de la lectura sino en una ocasión posterior. ¿No podría considerarse eso una actividad creativa? ¿No estaríamos superando, en esos casos maravillosos, la reactividad para entrar de lleno en la proactividad, en la creación, en la acción?

Parece que, al menos en esos casos, la presunta pereza mental causada por la lectura sería una acusación manifiestamente injusta.

Me resulta difícil creer que Einstein no haya vivido esos momentos de reflexión y creación encendidos por la lectura, que no haya experimentando el placer y estímulo intelectual a través de un libro. Quiero creer que en realidad estaba denunciando las actitudes pasivas, las que se refugian en la lectura de terceros sin producir ninguna idea propia. Quiero creer que en realidad Einstein lo que deseaba era el pensamiento, la reflexión, la creación... y quería evitar cualquier coartada para no aplicarla, fuese ésta la lectura o cualquier otra excusa.

domingo, 4 de septiembre de 2011

El argumento como camino

Aprecio una aparente contradicción, o un diferente punto de vista en cuanto a estrategia de escritura, entre lo que es la planificación de las novelas, la definición detallada del referente, de los personajes y los hechos, frente a la opción del descubrimiento, la concepción de que los personajes, a partir de un cierto momento, cobran vida propia y dirigen su propia historia, una concepción donde el escritor ejerce, casi, de mero expectador y notario.

Lo primero parece más profesional, más trabajado, más técnico, más intelectual. La segunda opción añade elementos más vívidos, más vocacionales, más sentimentales, más humanos, si se quiere.

Supongo que ambos enfoques conviven con diferente peso según el escritor concreto, según su personalidad y entendimiento de la literatura.

Paul Theroux es un escritor estadounidense famoso por sus libros de viajes y novelas. Por vía indirecta descubro la siguiente cita de su autoría que ilumina la disquisición anterior. Nos dice:

"Es nefasto saber demasiado antes de partir: el aburrimiento invade con la misma rapidez al viajero que conoce la ruta que al novelista que está demasiado seguro de cuál será el argumento."

Está claro que Theroux apuesta, quizá por su filiación hacia los libros de viajes,  por la concepción del argumento como camino, por el descubrimiento de la historia según ésta avanza.

Es un enfoque, sin duda, más atractivo, más divertido como el propio Theroux viene a decir. Lo que no estoy seguro es de si se trata del más acertado... o si, siquiera, existe un enfoque acertado y otro que no lo es.