Más de una vez he dicho, en mi entorno cercano, especialmente en el profesional (y creo que en alguna entrada de éste u otro blog), que yo pienso cuando escribo. Necesito, de alguna forma, plasmar en palabras, en esquemas, en dibujos, las ideas que me rondan la cabeza.
Pero esa escritura es también pensamiento. No se trata de grabar en un papel, o en un documento electrónico, unas ideas ya construidas. No. La escritura y el pensamiento son procesos iterativos, interconectados, que se realimentan. El pensamiento lleva a la escritura, pero la escritura conlleva reflexión sobre lo que se escribe, análisis acerca de su sentido, revisión, reformulación...nuevo pensamiento.
El plasmar las ideas en un papel nos enfrenta a ellas, nos exige rigor, desambiguación, exactitud, corrección, claridad,...perfeccionar las imágenes borrosas, las frases inconclusas o desestrucuradas que surgen en nuestro cerebro. Y esa autoexigencia es fecunda, estimulante, realizadora...es nuevo pensamiento.
La escritura, además, proporciona distancia, tiempo. Ofrece la oportunidad para revisar y corregir, para que lo que finalmente dejemos escrito como resultado de nustro proceso intelectual, sea perfecto, ajustado a lo que realmente queríamos decir. Evita improvisaciones, equívocos, imprecisiones...
Quizá, por eso, lo escrito goza de ese prestigio superior, esa autoridad frente a la expresión oral, frente a las palabras que se lleva el viento.
La escritura no es una tarea mecánica. La escritura es perfeccionar y amplificar lo pensado. La escritura es pensamiento en sí misma...
lunes, 25 de mayo de 2009
domingo, 17 de mayo de 2009
El autógrafo y la distancia
Este sábado, de manera absolutamente casual (literalmente, simplemente pasaba por allí) tuve ocasión de asistir a la presentación del libro 'El tercer disparo', la primera novela de Luis Herrero, el periodista, locutor de radio y todavía eurodiputado del Partido Popular. Y ya que estaba...pues me quedé. Tras la presentación, y como es de rigor, el autor firmó ejemplares de su libro. Estuve a punto de comprar la novela y pedirle el correspondiente autógrafo. Al final no lo hice (y, por cierto, ahora me arrepiento).
Pero esto es sólo la anécdota.
Esta tarde, recordé el suceso y me puse a reflexionar sobre el significado que tiene el pedir el autógrafo o la dedicatoria a un escritor. ¿ Por qué esa suerte de fetichismo ? No encuentro una explicación del todo satisfactoria pero se me ocurre que uno de los factores que influyen en la petición de un autógrafo es la distancia.
No le pedimos normalmente un autógrafo a un familiar, o a un amigo, o a un compañero de trabajo, o a un maestro. Y en algún caso le podemos profesar la misma admiración, y, probablemente, más afecto que al escritor al cual perseguimos fanáticamente para que nos garabateee unos trazos en un libro o un trozo de papel. Y pienso que no lo hacemos porque en el caso del familiar, del amigo, del compañero o del maestro, tenemos una relación de continuidad y cercanía, una facilidad para mantener el contacto, la relación para mantener intercambios más profundos y fructíferos que unos simples garabatos.
Con el escritor, por el contrario, el contacto es puntual, una ocasión única, y para conservar algo de la magia del momento, algo de la persona admirada, alguna forma de contacto, tenemos pocas opciones aparte de una foto robada o un autógrafo.
Es poco más que un recuerdo, un capricho, probablemente una tontería, pero es lo poco que, aparte de lo que realmente importa, los libros, podemos conservar con nosotros de ese escritor admirado.
Pero esto es sólo la anécdota.
Esta tarde, recordé el suceso y me puse a reflexionar sobre el significado que tiene el pedir el autógrafo o la dedicatoria a un escritor. ¿ Por qué esa suerte de fetichismo ? No encuentro una explicación del todo satisfactoria pero se me ocurre que uno de los factores que influyen en la petición de un autógrafo es la distancia.
No le pedimos normalmente un autógrafo a un familiar, o a un amigo, o a un compañero de trabajo, o a un maestro. Y en algún caso le podemos profesar la misma admiración, y, probablemente, más afecto que al escritor al cual perseguimos fanáticamente para que nos garabateee unos trazos en un libro o un trozo de papel. Y pienso que no lo hacemos porque en el caso del familiar, del amigo, del compañero o del maestro, tenemos una relación de continuidad y cercanía, una facilidad para mantener el contacto, la relación para mantener intercambios más profundos y fructíferos que unos simples garabatos.
Con el escritor, por el contrario, el contacto es puntual, una ocasión única, y para conservar algo de la magia del momento, algo de la persona admirada, alguna forma de contacto, tenemos pocas opciones aparte de una foto robada o un autógrafo.
Es poco más que un recuerdo, un capricho, probablemente una tontería, pero es lo poco que, aparte de lo que realmente importa, los libros, podemos conservar con nosotros de ese escritor admirado.
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Describir la embriaguez de la lectura
"Ismael leía como quien se embriaga. Salía de sus lecturas con la cabeza llena de fuego, enajenado, aturdido, como si de repente acabase de despertarse de algún sueño."
Caliente, caliente...pero aún exploro en busca una descripción más certera.
Irène Némirovsky
'Un niño prodigio'
Caliente, caliente...pero aún exploro en busca una descripción más certera.
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Irène Némirovsky
lunes, 11 de mayo de 2009
La comprensión como empatía inversa
Unamuno citando a Nicola Abbagnano:
"Comprender no quiere decir penetrar en la intimidad del pensamiento ajeno, sino tan sólo traducir en el propio pensamiento, en la propia verdad, la soterraña experiencia en que se funde la vida propia y la ajena"
A lo mejor es ésta la fuente de tantos y tantos malosentendidos, de tantos conflictos, de tantas desavenencias...
La comprensión, no como una suerte de empatía intelectual, no como una capacidad de ponernos en el lugar de otros, sino de poner a los otros en el lugar de uno. Algo más limitado y egocéntrico, menos abierto, menos generoso...algo así como una empatía inversa...
"Comprender no quiere decir penetrar en la intimidad del pensamiento ajeno, sino tan sólo traducir en el propio pensamiento, en la propia verdad, la soterraña experiencia en que se funde la vida propia y la ajena"
Miguel de Unamuno
'Cómo se hace una novela'
A lo mejor es ésta la fuente de tantos y tantos malosentendidos, de tantos conflictos, de tantas desavenencias...
La comprensión, no como una suerte de empatía intelectual, no como una capacidad de ponernos en el lugar de otros, sino de poner a los otros en el lugar de uno. Algo más limitado y egocéntrico, menos abierto, menos generoso...algo así como una empatía inversa...
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Miguel de Unamuno
domingo, 3 de mayo de 2009
El papel en blanco como porvenir
"Héteme aquí ante estas blancas páginas - blancas como el negro porvenir: ¡ terrible blancura!- buscando retener el tiempo que pasa, fijar el huidero hoy, eternizarme o inmortalizarme en fin, bien que eternidad e inmortalidad no sean una sola y misma cosa. Héteme aquí ante estas páginas blancas, mi porvenir, tratando de derramar mi vida a fin de continuar viviendo, de darme la vida, de arrancarme a la muerte de cada instante."
Para Unamuno el papel en blanco es el porvenir, porque para él la novela es vida y la vida es novela y, en esa identificación, un papel en blanco, una novela por escribir, no es más que un futuro abierto, un porvenir para ser vivido y escrito.
Miguel de Unamuno
'Cómo se hace una novela'
Para Unamuno el papel en blanco es el porvenir, porque para él la novela es vida y la vida es novela y, en esa identificación, un papel en blanco, una novela por escribir, no es más que un futuro abierto, un porvenir para ser vivido y escrito.
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Miguel de Unamuno
sábado, 2 de mayo de 2009
Sexo y literatura... o mejor hacer camino al andar
Terminaba estos días la novela 'El día antes de la felicidad' del escritor napolitano Erri de Luca, una novela sensible, llena de ideas interesantes, de brillantes intuiciones y excursos. Un personaje misterioso, del que uno espera alguna revelación definitiva al final del libro, es la niña que mira desde detrás de la ventana.
Y, en efecto, la niña, convertida en mujer, emerge al final de la historia y toma un papel relevante en ella. Pero, y no quiero desvelar mucho para no estropear la lectura a nadie, vuelve sin el halo de misterio que yo hubiera esperado...y que el relato hasta el momento parecía destinarle. Con pocos, muy pocos prolegómenos, se acerca al protagonista...y "pasa a la acción".
Debo decir que, en el caso concreto de esta novela, me decepcionó un tanto esta rápida transición de una misteriosa infancia a una explícita juventud, de la ventana a la cama.
No es que el autor haya sido demasiado explícito, no es que haya sido soez, no. Es una novela bastante elegante en ese sentido. Lo que ha ido es, creo, demasiado deprisa...
Y esto me hace pensar en la forma en que se trata el sexo en la literatura hoy día. Quizá como reacción a otras épocas en que estaba prohibido y apartado, parece que ahora existe mucho interés en hacerlo explícito, en evitar romanticismos o transiciones lentas, en sustituir velos por transparencias...
Ya en otro post, titulado "Historias veladas y protagonismo del lector" aposté por correr un velo de misterio e indeterminación sobre las historias narradas, como un vehículo para la estética, la creatividad y el pensamiento.
Y si esto me parece interesante en general para cualquier historia y, sobre todo, para cualquier sentimiento... ¡cómo no aplicarlo al sexo y al amor!
En esa precipitada transición del conocimiento al sexo que parece dominar la literatura actual, se pierde toda una inacabable riqueza de sentimientos y matices, de ansiedades y miedos, de esperanzas, de deseos, de confusiones, de hundimientos, de decepciones, de serenidades, de alegrías...
¿ Para qué queremos la literatura entonces ? Si se trata de sexo, hagamos periodismo, hagamos documentales o, incluso, estudios médicos o científicos. Pero si hablamos de literatura ¿ no debemos tomarlo con calma, explorar sentimientos, encontrar variantes en la historia ? ¿ No debemos ir más despacio, valorando no tanto el fin sino el camino ? ¿ No deberíamos, como diría el poeta, hacer camino al andar ?
Y, en efecto, la niña, convertida en mujer, emerge al final de la historia y toma un papel relevante en ella. Pero, y no quiero desvelar mucho para no estropear la lectura a nadie, vuelve sin el halo de misterio que yo hubiera esperado...y que el relato hasta el momento parecía destinarle. Con pocos, muy pocos prolegómenos, se acerca al protagonista...y "pasa a la acción".
Debo decir que, en el caso concreto de esta novela, me decepcionó un tanto esta rápida transición de una misteriosa infancia a una explícita juventud, de la ventana a la cama.
No es que el autor haya sido demasiado explícito, no es que haya sido soez, no. Es una novela bastante elegante en ese sentido. Lo que ha ido es, creo, demasiado deprisa...
Y esto me hace pensar en la forma en que se trata el sexo en la literatura hoy día. Quizá como reacción a otras épocas en que estaba prohibido y apartado, parece que ahora existe mucho interés en hacerlo explícito, en evitar romanticismos o transiciones lentas, en sustituir velos por transparencias...
Ya en otro post, titulado "Historias veladas y protagonismo del lector" aposté por correr un velo de misterio e indeterminación sobre las historias narradas, como un vehículo para la estética, la creatividad y el pensamiento.
Y si esto me parece interesante en general para cualquier historia y, sobre todo, para cualquier sentimiento... ¡cómo no aplicarlo al sexo y al amor!
En esa precipitada transición del conocimiento al sexo que parece dominar la literatura actual, se pierde toda una inacabable riqueza de sentimientos y matices, de ansiedades y miedos, de esperanzas, de deseos, de confusiones, de hundimientos, de decepciones, de serenidades, de alegrías...
¿ Para qué queremos la literatura entonces ? Si se trata de sexo, hagamos periodismo, hagamos documentales o, incluso, estudios médicos o científicos. Pero si hablamos de literatura ¿ no debemos tomarlo con calma, explorar sentimientos, encontrar variantes en la historia ? ¿ No debemos ir más despacio, valorando no tanto el fin sino el camino ? ¿ No deberíamos, como diría el poeta, hacer camino al andar ?
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