A propósito del diálogo que se establece entre 'coach' y 'coachee', se hizo énfasis en lo que se denomina la escucha activa, es decir, la capacidad de escuchar con atención y, sobre todo, entender el mensaje desde el punto de vista del que habla, un concepto que, por supuesto, es válido no sólo en el contexto del coaching sino para toda la comunicación humana de naturaleza tanto personal como profesional.
A propósito de esta escucha activa se nos decía que en la escucha existen tres niveles:
- Nivel 1 - superficial: la atención se encuentra en uno mismo.
- Nivel 2 - atento: la atención está dirigida hacia nuestro interlocutor y lo que él/ella nos dice.
- Nivel 3 - profundo: se está atento a lo que el interlocutor dice e, incluso, a lo que no dice.
La expresión 'diálogo interior' en el contexto de un blog como éste dedicado a la literatura y humanidades, puede parecer que tiene connotaciones positivas. Parece hablarnos de introspección, pensamiento, reflexión...
Sin embargo, en este caso no se trataba de eso... y se presentaba como algo negativo.
En el contexto de la escucha, el diálogo interior se refiere a esos propios pensamientos y preocupaciones o esas propias opiniones sobre lo que estamos escuchando, esas voces que nos hablan, nos distraen y nos impiden concentrarnos en lo que se supone estamos escuchando en ese momento. Y esa distracción impide profundizar en el mensaje o, incluso, hasta la mera recepción del mismo siendo, pues, un importante obstáculo en la comunicación.
Y se me ocurrió trasladar esta idea a la comunicación no oral, sino al campo de la literatura y, en concreto, de la lectura.
He sentido con alguna frecuencia esos diálogos interiores durante el transcurso de lecturas de naturaleza literaria y extraliteraria. Sin embargo, creo que esos diálogos interiores son de diferentes naturaleza en lo que a lectura se refiere.
Por desgracia existe ese diálogo interior que, en el fondo, no es más que distracción. Ese pensar en otros asuntos, en otras preocupaciones, que impiden realmente profundizar en la lectura, inundarse de la historia y, en suma, disfrutar plenamente de la experiencia lectora. Estos diálogos interiores, al menos en mi vivencia, suelen ir asociados a estrés y preocupaciones o, en algún caso, pueden denotar falta de verdadero interés en lo que se está leyendo.
Sin embargo, también identifico diálogos interiores muy positivos y gratificantes. Diálogos que en realidad son reflexiones sobre lo leído, apertura a nuevas ideas o nuevos mundos sugeridos por el texto, conexiones con otras ideas y experiencias. Esos diálogos que aunque supongan pausas en la lectura, interrupciones del ritmo lector, no dejan de ser formas de un disfrute y aprovechamiento profundos de la obra literaria.
Probablemente, estos diálogos interiores positivos pudieran ser, en realidad, la manifestación del nivel 3 de la comunicación, el nivel profundo, y la diferencia con el lenguaje hablado sería que la lectura, por su propia naturaleza, por el control que el lector tiene sobre el tiempo que le dedica y cómo lo distribuye, permite esos diálogos interiores, esa suerte de excursos reflexivos del lector, sin que esto suponga un obstáculo para la comunicación sino, muy al contrario, un enriquecimiento de la misma.
2 comentarios:
Muy interesante y muy cierto sobre todo.
Muchas gracias, Gonzalo. Espero seguir viéndote por aquí.
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