jueves, 25 de junio de 2009

¿ Quién dice la verdad ?

"La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse sólo de fantasías, pero quizá diga la verdad"

Antonio Tabucchi
'Sostiene Pereira'

Aparentemente paradójica...pero quizá de una gran agudeza la frase del tío de Pereira, el personaje de Tabucchi.

¿ No ha sucedido que la filosofía, a medida que, a lo largo de la historia, ha ido descargando en las ciencias gran parte de su misión explicativa de la realidad, a medida que ha ido abandonando la lógica y la observación de la naturaleza, a medida que se ha ido recogiendo en la metafísica y la ética, que, en esa medida, haya ido perdiendo contacto con la realidad y se haya ido acercando al mundo de la fantasía, una fantasía, eso si, cognitiva y erudita ?

Por el contrario, la literatura, que no abdica de la ficción pero que tanto debe a la observación del ser humano, a la descripción de comportamientos y contradicciones, a la introspección profunda...¿ no nos acerca, bien que no de forma absoluta, a la verdad ?

¿ No es la literatura más pedagógica y no nos da más pistas sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza del ser humano que las alambicadas teorías filosóficas ?

¿ Es que la literatura nos acerca más a la verdad o es sólo que es más inteligible ?

sábado, 20 de junio de 2009

Un mundo de posibilidades en nuestras manos

¿ No percibís como un momento especial ese en que uno inicia un libro nuevo ?

Un libro cuya lectura se encuentra avanzada es como un amigo, como un compañero al que conocemos y entendemos, con el que, serenos, recorremos juntos un camino.

El final de un libro se encuentra dominado por una especie de frenesí que nos impulsa desbocados a averiguar dónde termina la historia, qué ocurre con los personajes, en qué acaba la trama. Es un placer teñido de tensión y ansiedad.

Sin embargo, el momento de iniciar la lectura de un nuevo libro es especial de otro modo. Un libro nuevo es un regalo de incertidumbres, un cúmulo de promesas.

Es la esperanza de encontrar una historia que nos inunde y emocione, que nos atrape y cautive. Es una dulce inquietud, expectante ante la magia a punto de envolvernos, ante las fantasías que van desplegarse desde las páginas que sostenemos.

Un nuevo libro es un mundo de posibilidades en nuestras manos.

domingo, 14 de junio de 2009

Efectos colaterales del amor a la literatura

Este fin de semana, me he leído de un tirón "84, Charing Cross Road" la obra de Helen Hanff que recoge el intercambio epistolar entre ella, y los empleados de la librería Marks & Co. de Londres. Una obra que, por encima de todo, refleja una forma de amor profundo por los libros y la literatura.

Y, a propósito de ello, me he puesto a pensar en aquellos amores colaterales que rodean al amor a la literatura en sí. Creo que amar los libros, amar la literatura es, ante todo, amar las palabras, amar los textos, lo que los libros nos cuentan y cómo nos lo cuentan.

Sin embargo, no son infrecuentes, entre los amantes de la literatura, la aparición de otros amores secundarios, de una especie de efectos colaterales.

Uno de ellos, sería el amor por las librerías y por lo que de placer tiene la experiencia de búsqueda y compra de libros: pasearse por el interior de librerias con encanto, bucear entre estantes sin un destino fijo esperando descubrir joyas ocultas, recibir el consejo de un buen librero, ojear volúmenes, examinar contraportadas, leer párrafos al azar...

Otro amor colateral sería el amor por el libro como objeto. Hace un tiempo, hablaba con un conocido sobre libros y me preguntó que si yo era bibliófilo...e iba a contestarle afirmativamente cuando me di cuenta de que lo que me preguntaba era si me gustaban las ediciones de lujo, los facsímiles, los libros raros... No supe muy bien qué contestar pero ya entonces me di cuenta de que ésta es otra forma de amar los libros: amar su tacto y su contacto, buscar ediciones lujosas o curiosas, valorar el tipo de papel, las ilustraciones, la encuadernación...

Sigo pensando que el verdadero amor a la literatura es amor a sus contenidos pero, ¿ no son ciertamente deliciosos estos otros elementos que la rodean ? ¿ No són estos placeres como los condimentos o la salsa que realzan el sabor del plato principal y lo hacen aún más placentero ?

domingo, 7 de junio de 2009

La remoto y fragmentario como territorio natural para la épica

Ayer fui al cine a ver la última entrega de la saga Terminator', la que han denominado 'Terminator Salvation'. En esta ocasión, la acción se sitúa, no en un presente anterior al 'dia del juicio final', como sucedía en las entregas anteriores, sino que ahora nos desplazamos a ese futuro mítico en que las máquinas, dominadas por Skynet, intentan acabar con la raza humana.

La acción es trepidante y los efectos especiales espectaculares...pero, yo he sentido que le faltaba algo, que la película había perdido parte de ese carácter épico que había alcanzado con las entregas anteriores, especialmente con 'Terminator 2: el juicio final'. Quizá era que los terminator parecían más impresonantes en una ciudad actual, quizá Skynet más temible cuando no conocíamos sus pasillos, quizá el poder de las máquinas más sobrecogedor cuando no veíamos destruir una detrás de otra, quizá John Connor más heróico cuando no conocíamos su rostro.

Y se me vinieron a la mente, las sensaciones experimentadas al ver la primera trilogía (la segunda en el tiempo) de la saga Star wars, especialmente en la última película 'La venganza de los sith'. En aquella ocasión, disfruté mucho de las películas (ya era un fan incondicional) pero, en el fondo, también sentí que una parte de la épica se había perdido, que la Fuerza era más misteriosa, más mística, cuando no sabíamos nada de los Midiclorianos, que las guerras clon eran más heróicas cuando eran unas vagas referencias a un pasado glorioso y no habíamos visto fabricar al ejercito clon, que Vader era más oscuro y más temible cuando no conocíamos su rostro juvenil.

En ese remontarse al futuro en el caso de Terminator, y al pasado en el caso de Star Wars algo habíamos perdido.

Y creo que en ambos casos habíamos perdido esa sensación de lo remoto que es condición necesaria para la épica. En el caso de Terminator, la guerra con las máquinas era un futuro terrible y mítico. En el caso de Star Wars, la caída de la República y los Jedi y con ello el ascenso del Imperio y Vader. En ambos casos eran épocas remotas y míticas que daban razón de ser a la historia, le conferían fuerza y herocidad. Y al acercarnos al esos tiempos remotos, al traerlos al presente, al poderlos contemplar en todos sus detalles dejaron de ser remotos, dejaron de ser míticos para convertirse en el objeto mismo de la acción, en lo actual, en lo conocido.

La épica, la mítica, necesitan ser más ambiguas, más lejanas, más fragmentarias. Nuestras imaginación llena las lagunas y engrandece los hechos y a los héroes que los protagonizan. Y esa es la regla que se saltaron las secuelas de que hablamos y el origen de esa sensación cierto vacío, de faltar algo.

¿ Y qué tiene que ver todo esto con la literatura ? Pues tiene que ver que la épica es también territorio natural de la literatura, antes y quizá de manera superior al cine. Tiene que ver que mis conclusiones serían, posiblemente, similares, en el caso de estar hablando de narraciones épicas en libros en lugar de en películas y, sobre todo, tiene que ver con el hecho de que la palabra, el medio de expresión de la literatura es, creo, un vehículo excelente para crear esa narraciones épicas. Y eso porque la palabra siempre puede manejarse de forma ambigua, mucho más que la imagen, puede más fácilmente abrir esas lagunas que la imaginación debe llenar, puede de forma sencilla hacernos ver fragmentos, sólo fragmentos, de los hechos míticos, puede dejarnos suponer, creer, imaginar, engrandecer las historias y a sus héroes.

En el fondo, sea cual sea el medio de comunicación, la imagen o la palabra, las conclusiones serían similares: conviene dotar a la épica y a lo mitológico, de ese carácter remoto y fragmentario si no queremos desposeerla de su propia esencia.