domingo, 29 de mayo de 2011

Literatura a sorbitos

No tiene nada que ver con la literatura en si, ni con una preferencia por mi parte, sino, creo, con las meras circunstancias, pero el hecho es que últimamente no suelo realizar largas sesiones de lectura.

Nunca he sido de aquellos que se pegan enormes atracones, de aquellos lectores compulsivos o absorbidos por una historia que se meten entre pecho y espalda una novela larga en un día o dos acumulando horas de lectura en un espacio temporal muy reducido.

Prefiero la lectura más reposada,  más tranquila, a un ritmo más constante. Mis temáticas de lectura favorita, aquellas que tienen que ver más con la introspección, con la reflexión, con el sentimiento o con la psicología, tampoco parecen las más aptas para una lectura vertiginosa, sin descanso, sin respiro.

Pero últimamente observo mi tiempo de lectura muy fragmentado, compuesto por sesiones que pocas veces superan la media hora. Tiempos robados a obligaciones u otros intereses, aprovechando intermedios, pausas, entreactos...

Puede ser algo accidental, transitorio, que cambie en las próximas semanas o meses, según evolucionen mis circunstancias y disponibilidades.

Sin embargo, me pregunto si no late en todo ello un cambio estructural de comportamiento lector. Y no sólo en lo que a mi se refiere sino que, incluso, pueda ser un comportamiento en progresiva extensión entre toda la población lectora.

No hace tanto comentábamos, en las entradas tituladas '¿Internet contra la lectura?' y 'La lectura profunda o cuando el lector se hace libro' cómo, según algunos autores, nuestra actividad intelectual moldea nuestro cerebro (fenómeno conocido como neuroplasticidad)  y cómo, por otra parte, y según por ejemplo Nicholas Carr, el mundo moderno, y muy especialmente Internet, con sus interrupciones constantes en forma de correos electrónicos, mensajes en twitter, llamadas telefónica fijas y móviles, mensajes instantáneos, etc atentan contra la concentración y la abstracción, unas capacidades propias de la lectura profunda y concentrada que se produce, por ejemplo, cuando uno se sumerge en una novela.

El gusto moderno por la novela corta, por los cuentos y por los microrrelatos, pudieran ser un señal de la mera falta de tiempo pero, también, de unas distintas actitudes y aptitudes cognitivas.

Espero que no sea así, espero que cuando simplemente disponga de más tiempo mi cerebro se siga comportando como antes y disfrute de largas horas de intensa lectura. Echo algo en falta, debo reconocer, esos tiempos prolongados de lectura profunda, en que la mente se aisla de su contorno, el tiempo parece detenerse y la conciencia se sumerge profundamente en la historia que se está leyendo.

Aún así, y por no ser excesivamente psesimista, por presentar también el lado positivo, entiendo esas sesiones breves de lectura como una forma de exprimir el tiempo, de extraer minutos de lectura de donde apenas los hay, de hacer que la lectura sobreviva incluso entre turbulencias. Un mecanismo de apego y resistencia. Y debo decir que, en ocasiones, ese tipo de lectura es también muy agradable y valiosa.

Tomarse un gran trago de lectura es muy sabroso y no quiero renunciar a ello, pero tampoco está del todo mal tomarse la literatura a sorbitos.

domingo, 8 de mayo de 2011

Cuantificando excedentes de capacidad cognitiva. La oportunidad latente

En su libro, 'Cognitive surplus', Clay Shirky introduce el concepto que da título a la obra, el 'cognitive surplus' y que traduciré como 'excedente cognitivo'. Afirma Shirky que a medida que ha ido aumentando nuestro nivel de vida, a medida que hemos ido disponiendo de tiempo libre, ese tiempo libre, que en los países desarrollados se emplea mayoritariamente para, simplemente, ver la televisión, constituye un excedente de capacidad cognitiva, de capacidad de pensamiento que, adecuadamente reconducido, puede dar unos resultados extraordinarios.

Se trata de una idea sugestiva e interesante y algunos de cuyos detalles desarrollaré, probablemente, en otro de mis blogs, 'Blue chip', más centrado en los aspectos tecnológicos, económicas y sociales del nuevo mundo digital.

Sin embargo, y por lo que de pensamiento supone, sí quisiera dejar en este blog siquiera un rastro apuntando unas cifras que, más allá de la curiosidad, nos dan una idea de la capacidad cognitiva de nuestra sociedad...y del desperdicio que estamos cometiendo si no la aprovechamos adecuadamente.

Afirma Shirky, basándose en una estimación de Martin Wattenberg, un investigador de IBM autorizado en la materia, que el trabajo para construir la Wikipedia equivale a cien millones de horas de pensamiento humano. Desde luego, parece mucho, muchísimo. Sin embargo, el valor que aporta Wikipedia a la recolección y difusión del conocimiento, parece que bien justifica esa inversión de tiempo y esfuerzo. Y el mecanismo cooperativo, voluntario y social  por el que la Wikipedia ha sido creada, convierten a este medio en algo admirable, casi único.

Pero ¿es realmente tanto el esfuerzo dedicado a la Wikipedia?. Aunque es una enorme cantidad de pensamiento condensado, las cifras de Wikipedia palidecen si las comparamos con el tiempo que dedicamos a ver la televisión.

Concentrándonos sólo en EEUU, y en un único año, las horas dedicadas a ver la televisión son, nada más y nada menos, que cien billones de horas, lo que equivale a decir que, si la población norteamericana dedicase su tiempo a construir Wikipedias, en lugar de a ver la televisión, cada año podría crear ¡¡¡ dos mil wikipedias !!!

Solo en EEUU... ¡cien billones de horas de pensamiento sin utilizar! ¡la posibilidad de crear dos mil proyectos equivalentes a Wikipedia!

Se pude ver como un desperdicio o como una oportunidad, una enorme oportunidad.

Realmente, si la humanidad es capaz de utilizar ese pensamiento de manera productiva e innovadora todo ese excedente cognitivo, toda esa capacidad intelectual desperdiciada, ¿de qué no seremos capaces?

domingo, 1 de mayo de 2011

Libros en la memoria y el afecto

Existen libros especiales, libros que nos dejan una marca que va más allá de su calidad, de su historia o de sus méritos intrínsecos, libros que por algún motivo conectan con nuestros sentimientos y circunstancias, que nos marcan, que resultan memorables.

Encuentro, en esa línea de pensamiento y en el posfacio que Natalia Ginzburg dedica a 'Un matrimonio de provincias' que ya mencionábamos en el artículo 'El legado de un buen libro', esta apasionada y acertada declaración:

"Pienso que en la vida de cada uno de nosotros existe un libro que...de pequeños no nos limitamos simplemente a leer, sino que inspeccionamos y rebuscamos en cada uno de sus rincones como si de una habitación se tratara. Un libro así, rebuscado como una habitación, escrutado e interrogado como una cara en cada rasgo y arruga, nunca podremos juzgarlo como se juzga un libro, porque para nosotros ha abandonado la zona de los libros y ha pasado a vivir la zona de la memoria y de los afectos."

He podido sentir, en efecto, esa sensación que Natalia Ginzburg describe.

Puedo recordar al menos tres libros, leídos en la infancia o adolescencia, que adquirieron esa carácter de especiales, memorables, más allá del bien y del mal literario. Recuerdo libros como 'Seis chicos malos' de Enid Blyton, 'Edad prohibida' de Torcuato Luca de Tena o 'La dama del alba' de Alejandro Casona, libros en que ya me resulta difícil valorar su calidad literaria, en que simplemente no quiero hacerlo, porque me causaron, por el motivo que fuese, un impacto especial, porque han perdurado en mi memoria a lo largo de los años con más fuerza y presencia que otros libros, otros libros seguramente mejores, probablemente mucho mejores, que he leído años después, pero que no generaron la misma conexión, la misma emoción, la misma memoria.

No creo que existan factores comunes. Creo que se conjugan la oportunidad, el contexto y la disposición de ánimo particulares de cada persona, de cada lector, y todo ello crea esa magia especial que perdura en la memoria y en el afecto.

Un libro marcó a Natalia Ginzburg; tres libros he mencionado yo. ¿Qué libros ocupan un lugar especial en tu memoria y tu afecto?