Elizabeth Smart
'En Grand Central Station me senté y lloré'
Tremenda pero sutil.
Esas grandes desgracias ajenas, esas apremiantes llamadas a la compasión por lo lejano, encuentran sin embargo menos eco, un dolor menos profundo que lo cercano, que la ventisca invernal, que el desengaño amoroso, que el perro sarnoso bajo nuestra ventana.
Hay una cierta proporcionalidad entre la cercanía y el dolor que somos capaces de sentir.
¿Por qué nos cuesta tanto asumir, hacer nuestro, el dolor lejano, el del imaginado campo de minas? ¿Se trata de falta de compasión?
A lo mejor es cuestión tan solo de supervivencia, de incapacidad para hacernos cargo de tanto dolor. O, tal vez, se trata, simplemente, de falta de imaginación...
6 comentarios:
Creo que has acertado de lleno en que es cuestión de supervivencia: Tenemos capacidad limitada para soportar dolor.
Tu paisano A.Casona, el dramaturgo, en no recuerdo cuál de sus obras, se pregunta qué ocurriría si a alguien le ofrecieran una fortuna por apretar un botón, un simple botón, pero que el hecho de apretarlo significaría la muerte de un montón de gente, en un lugar remoto, del que él no tine ni idea de dónde está ni quienes son las víctimas.
Pues podría uno pensar que, en principio, sí que es cuestión de cercanía, la tragedia lejana es menos nuestra, no nos afecta y por tanto es menos importante. No sé si será un mecanismo de defensa ante el dolor. Aunque cuando la tragedia alcanza grandes dimensiones emerge otro mecanismo y es el de la solidaridad. Que no falte.
Ascen,
Desde luego esa es una de las opciones, aunque yo no desdeñaría la de la falta de imaginación.
Octavio,
Estoy casi seguro de que la obra a que te refieres es 'La barca sin pescador' y el protagonista sí hace algo parecido a apretar e botón...pero luego le corroe el arrepentimiento.
Maribel,
Creo que, modas aparte (y en ciertas solidaridades creo que hay algo de moda que, en este caso hasta puede ser una moda afortunada), para ser auténticamente solidario es necesaria una cierta empatía, un cierto sentir ese dolor ajeno. A lo mejor las grandes tragedias (y tenemos una muy reciente) impresionan tanto que amortiguan algo el efecto distancia.
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