En el que hasta ahora es su ultimo libro, "Retrato de un hombre inmaduro", Luis Landero pone en boca de su personaje principal, lo siguiente:
"No existe, no puede existir el mirar puro, porque en seguida las palabras se meten por medio y se convierten en protagonistas. Pero, por otro lado, ¡pobres palabras! Palabras que uno creía fieles y seguras de pronto las ves lucir en la boca o en la pluma de gente inicua, y entonces sientes una mezcla de piedad y de rencor por ellas. Y luego están los que trafican con las palabras, los que las violentan, las esclavizan, las falsean, las deforman, las mutilan..."
Dos interesantes aspectos en el discurso de este personaje de Landero.
Por un lado, la palabra como medio y como protagonista, como moldeadora y, en cierto modo, manipuladora de la realidad. Hasta qué punto esa realidad se ve afectada por cómo nos es contada, por cómo nos llega a través de las palabras. Un problema antiguo de resonancias casi filosóficas y que recuerda el dilema de la existencia de una realidad objetiva o de si ésta es una mera creación de nuestros sentidos. En este caso unos sentidos, a su vez, mediatizados por la pablabra. La palabra, en cualquier caso, triunfante y poderosa.
Por otra parte, la palabra como como herramienta de esa manipulación. La palabra pervertida, utilizada con fines malsanos. La palabra, ahora, débil y víctima.
Un reconocimiento, en cualquier caso, del poder de la palabra...y una llamada a la responsabilidad en el uso de la misma.
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