Según me desvela Carmen Martín Gaite, afirmaba Denis de Rougemont lo siguiente:
"El que la vida sea confusa no tiene por qué significar que una obra escrita deba imitarla"
Y estoy de acuerdo.
Pero ¿ cómo es esto posible ? ¿ No era yo el que afirmaba que me gustaban las historias veladas, que prefería lo traslucido a lo transparente, y que rogaba por que no despejara la niebla ?
¿ Que ha pasado ?
Pues ha pasado que Denis de Rougemont no era novelista, sino historiador y sociólogo y, por tanto, las obras escritas a que se refería eran ensayos, no obras de ficción.
Y si en la ficción me gusta lo traslucido y lo sugerido, en el ensayo considero imprescindible la claridad y el orden. Un ensayo confuso, no sólo no establece comunicación con el lector, no solo no logra, por tanto, su objetivo sino que, incluso, me hace dudar del mismo entendimiento y dominio de la materia por parte del autor...o del esfuerzo dedicado a preparar el material.
Un ensayo debe comunicar información, categorizar. Por su parte, la ficción, especialmente algunas formas de ficción como es la poesía, busca transmitir la emoción y lo inefable.
Por eso, el ensayo reclama orden y transparencia, mientras que la ficción es terreno abonado para lo traslúcido y la niebla.
En un próximo post, Maslow, el psicólogo humanista, tendrá también algo que decir sobre esto.
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