sábado, 2 de mayo de 2009

Sexo y literatura... o mejor hacer camino al andar

Terminaba estos días la novela 'El día antes de la felicidad' del escritor napolitano Erri de Luca, una novela sensible, llena de ideas interesantes, de brillantes intuiciones y excursos. Un personaje misterioso, del que uno espera alguna revelación definitiva al final del libro, es la niña que mira desde detrás de la ventana.

Y, en efecto, la niña, convertida en mujer, emerge al final de la historia y toma un papel relevante en ella. Pero, y no quiero desvelar mucho para no estropear la lectura a nadie, vuelve sin el halo de misterio que yo hubiera esperado...y que el relato hasta el momento parecía destinarle. Con pocos, muy pocos prolegómenos, se acerca al protagonista...y "pasa a la acción".

Debo decir que, en el caso concreto de esta novela, me decepcionó un tanto esta rápida transición de una misteriosa infancia a una explícita juventud, de la ventana a la cama.

No es que el autor haya sido demasiado explícito, no es que haya sido soez, no. Es una novela bastante elegante en ese sentido. Lo que ha ido es, creo, demasiado deprisa...

Y esto me hace pensar en la forma en que se trata el sexo en la literatura hoy día. Quizá como reacción a otras épocas en que estaba prohibido y apartado, parece que ahora existe mucho interés en hacerlo explícito, en evitar romanticismos o transiciones lentas, en sustituir velos por transparencias...

Ya en otro post, titulado "Historias veladas y protagonismo del lector" aposté por correr un velo de misterio e indeterminación sobre las historias narradas, como un vehículo para la estética, la creatividad y el pensamiento.

Y si esto me parece interesante en general para cualquier historia y, sobre todo, para cualquier sentimiento... ¡cómo no aplicarlo al sexo y al amor!

En esa precipitada transición del conocimiento al sexo que parece dominar la literatura actual, se pierde toda una inacabable riqueza de sentimientos y matices, de ansiedades y miedos, de esperanzas, de deseos, de confusiones, de hundimientos, de decepciones, de serenidades, de alegrías...

¿ Para qué queremos la literatura entonces ? Si se trata de sexo, hagamos periodismo, hagamos documentales o, incluso, estudios médicos o científicos. Pero si hablamos de literatura ¿ no debemos tomarlo con calma, explorar sentimientos, encontrar variantes en la historia ? ¿ No debemos ir más despacio, valorando no tanto el fin sino el camino ? ¿ No deberíamos, como diría el poeta, hacer camino al andar ?

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