domingo, 30 de diciembre de 2012

Mi literatura en 2012

Como llevo haciendo desde hace unos años, cuando se acerca el cierre del año resumo en este blog mis lecturas del año e intento hacer un somero análisis así como una selección de la mejor o mejores libros de lo que he leído en los últimos doce meses.

2012 ha seguido y acentuado, por desgracia, una tendencia iniciada en 2011 y que cristaliza en una importante reducción de las obras leídas, debido en parte a la dedicación de mi tiempo de ocio a otras actividades y, por otro lado, en un relativo cambio de foco del tiempo lector hacia contenidos no específicamente literarios.

Aún así, y a la espera de tiempos mejores para la lírica... y la narrativa, procedo al resumen anual.

NARRATIVA
Aunque relativamente reducida, en mi lectura de narrativa aparecen algunos títulos clásicos y alguna experimentación de cierto interés. 

Estas son mis lecturas del año en el género de narrativa:

Se mezclan, creo, lectura de clásicos como 'Dublineses', 'Infancia' o 'El mundo es ansí', con la búsqueda de nuevos autores o nuevos estilos como en el caso de 'Enciclopedia de la nieve' o 'El hijo'. No he encontrado este año ninguna obra que me haya realmente deslumbrado y que aconsejaría a ciegas a cualquier lector. Sin embargo, y quizá porque fue la que más tiempo me ocupó de lectura (es una obra muy extensa), elegiría 'La vida entera' de David Grossman como mi libro del año, aunque también quisiera mencionar como relevantes 'Sabado' de Ian McEwan y 'Piezas en fuga' (de Anne Michaels).

POESÍA
La dedicación a la poesía se ha reducido a la lectura de un solo poemario, por lo que no parece oportuna una valoración de ámbito general sino sólo consignar la obra objeto de mi atención:
  • El ojo de la aguja (Carlos Bousoño)
Dado la escasez, no me parece adecuado, tampoco, la selección del libro del año en este género.

ENSAYO
A diferencia del género de ficción, en lo relativo a ensayo sí que he tenido una bastante intensa actividad lectora. Sin embargo, dado que todo el ensayo que he leído se sitúa en la esfera de la sociedad digital, el negocio digital y la tecnología, temáticas que abordo en otro de mis blogs, 'Blue Chip', emplazo al lector a que acuda al post con mis lecturas en ese ámbito en 2012 en Blue Chip.

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Y con esto cierro mi año literario, no sin desear una más fecunda cosecha lectora para el año que entra y deseando un muy feliz y literario año 2013 para todos lo seguidores de este blog.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Mis experiencias con e-books

Tenía tanto libro en papel esperando ser leído, y la inercia de seguir comprando por impulso en las librerías tradicionales aquellos libros que me llamaban la atención era tan fuerte que, a pesar de disponer ya desde hace tiempo de un e-reader (un modesto pero apañado Kindle, en la parte más baja de su gama), y a pesar de que, por otros motivos, tenía un gran interés en experimentar de primera mano cómo es eso del libro electrónico, la lectura de e-books ha sido una experiencia que se había ido retrasando.

Ahora que ya he leído algunos libros en este nuevo medio, ahora que, incluso, ya empiezo a tener una lista de libros electrónicos esperando a ser leídos, quisiera hacer una anotación de sensaciones, una suerte de comparativa, personal y nada científica, acerca de las diferencias, los pros y los contras, que encuentro en una y otra experiencia lectora.

Conviene anotar que, todavía, los libros electrónicos que he leído caerían dentro de la categoría de no ficción (libros sobre management, habilidades y gestión de la tecnología), pero aún no me he lanzado a leer novelas, y mucho menos poesía, por este medio. Calculo que la lectura propiamente literaria en libro electrónico me podría ofrecer facetas nuevas a valorar.

Advertido esto ¿qué diferencias observo?

LO BUENO

Una característica muy propia del libro electrónico, y que he valorado muy positivamente, es su carácter de hipertexto, de libro extendido, la posibilidad de acceder desde el propio libro a otras informaciones. En el caso de mi modesto Kindle, y a pesar de que ni siquiera le funciona adecuadamente la conectividad WiFi, lo que más me ha ayudado, y dado que he leído libros en Inglés, es la integración con un diccionario de forma que, con sólo situar el cursor al lado de una palabra, me proporciona inmediatamente su entrada en el diccionario.

Bastante ligado a lo anterior está la posibilidad de interacción, compartición y colaboración con otros. Así, y aunque yo no he podido utilizarlo por los problemas de conectividad ya mencionados, podría eventualmente compartir de forma inmediata citas en Twitter. Yo no le he utilizado, insisto, pero si he detectado a personas que sigo en Twitter que sí han utilizado esta capacidad.... y creo que tiene su gracia y su interés.

Otras capacidades típicamente electrónicas, como buscar una palabra o una frase dentro todo un libro, son algunas de las grandes ventajas del libro electrónico.

... y el espacio... o la no necesidad de espacio. Ahora que tengo mi hogar repleto de libros, que cada nuevo libro físico que adquiero constituye un problema a la hora de encontrarle acomodo en alguna estantería, el comenzar la andadura por los libros electrónicos es un evidente alivio y una promesa de 'escalabilidad'.

LO NO TAN BUENO

Pero existen algunos aspectos en los que creo que, sinceramente, el papel gana a lo electrónico.

Algo muy personal que siento he perdido con el libro electrónico (o no he sabido traducirlo al nuevo medio) es lo que yo llamaría la exploración. Me refiero a esa visualización rápida de un libro (la portada, la contraportada, las solapas, el índice, la propia longitud del libro, y, sobre todo, la exploración mediante ojeo rápido del contenido). Una exploración que utilizo antes de adquirir un libro pero también a veces, al inicio de su lectura o, incluso, en algún momento intermedio.

Otra pérdida, que enlaza con la de la exploración a mitad de la lectura, es el contexto. Me explico. Especialmente cuando se trata no de ficción, sino de tratados más o menos complejos, me suele resultar conveniente de vez en cuando echar la vista atrás, recordar la estructura del discurso (que me suele proporcionar un vistazo al índice) y el repaso un poco de lo tratado hasta el momento (que recupero mediante un ojeo más o menos rápido). Ese repaso de contexto lo considero muy importante para cierto tipo de lecturas y sé como hacerlo de forma rápida y cómoda en un libro en papel...pero no he encontrado cómo hacerlo en mi Kindle.

De nuevo, muy relacionado con el ojeo rápido, he echado en falta la búsqueda de recuerdos a medias. Me explico de nuevo. A veces recuerdo vagamente una frase o una explicación y quiero volver a localizarla. En el libro en papel la memoria fotográfica me ayuda. Más o menos recuerdo por dónde estaba, si lo vi en página par o impar y si estaba hacia la parte superior o inferior de la página. Con eso, suelo encontrar con relativa facilidad esa frase, explicación o cita que solo recuerdo vagamente. Pero no sé cómo traducir eso a un libro electrónico. Las capacidades de búsqueda concreta, de una palabra o una frase concretas, son mucho mayores en el libro electrónico que en el papel...pero en lo que a la búsqueda vaga se refiere... es diferente. Ahí no veo que el libro electrónico tenga mucho que ofrecerme, al menos en lo que yo conozco y he experimentado.

SENSUALIDAD Y EXPERIENCIA DE LECTURA

Creo que alrededor de la experiencia de lectura, en torno a lo que es la centralidad de la actividad lectora, la captación del mensaje, información, historia o sentimiento y, eventualmente, la belleza, calidad o eficacia de la expresión, existen elementos anejos, no estrictamente literarios, que conforman la experiencia del amante de la lectura.

Se inicia en la propia búsqueda y compra. Puede resultar muy agradable el perderse en librerías, el curiosear entre los volúmenes, el sorprenderse con hallazgos, el explorar libros o el recibir el consejo de los cada vez menos frecuentes libreros eruditos, amantes y conocedores de la literatura...experiencias todas ellas muy ligadas al libro impreso. Frente a esta experiencia, tenemos la eficacia, la rapidez, la sencillez de la adquisición de un libro electrónico. Sin que se entienda como propaganda, debo decir que la sencillez de comprar un libro electrónico para Kindle en Amazon es sencillamente espectacular. Probablemente está pendiente aún de fuerte evolución y redefinición el papel de las librerías frente al libro electrónico, evolución que puede ir desde su total desaparición hasta su conversión en sitios 'de experiencia', lugares donde más que adquirir el libro electrónico (que evidentemente será posible) se puedan recibir consejos de lectores expertos, charlas con otros lectores, tomar un café o tener acceso a otras experiencias multimedia (vídeo, música, noticias...)

Existe otra experiencia más ligada a la propia lectura que tiene un algo de sensual: el tacto del libro en las manos, su peso, las diferentes texturas que ofrecen las hojas... Debo confesar que al menos en mi caso hay un placer en el propio hecho de tener un libro en las manos, especialmente en libros con edición cuidada y acertada. El libro electrónico pierde este tipo de sensualidad...pero tiene la suya propia. Los e-readers, en mi caso un Kindle, son aparatos atractivos, muy cuidados en cuanto a interfaz, en cuanto a peso, en cuanto a aspecto. Debo confesar que, al igual que hace años cuando tuve mi primer PC estaba cautivado hasta casi el enamoramiento de su aspecto y del tacto y repiquetear de su teclado, ahora con mi Kindle siento de nuevo el placer sensual de tener tan mimado y bien diseñado equipo en mis manos, sentir su volumen y su peso, notar la suavidad con que se pasan las páginas pulsando sus teclitas laterales...

No puedo decir si una experiencia es mejor que la otra...pero son diferentes. Y aunque no constituyen el foco de la actividad lectora, contribuyen a la experiencia lectora como un todo.

Epílogo

El tiempo pasa y la sociedad y las tecnologías evolucionan. Creo que al final el libro electrónico, probablemente un libro electrónico diferente al que hoy conocemos, acabará desplazando al libro en papel, aunque también creo que eso sucederá lentamente y habrá un largo periodo de convivencia entre el papel y lo electrónico, periodo que ya estamos en realidad iniciando.

En esa evolución, inevitablemente, perderemos algo, algo que para aquellas generaciones que amaron el libro en papel constituirá una pérdida dolorosa e irreparable, pero una pérdida que las nuevas generaciones, nativos digitales que apenas hayan conocido la lectura de libros impresos, ni siquiera advertirán. A cambio, habrá nuevas posibilidades, nuevas capacidades y experiencias que enriquecerán la experiencia lectora de las nuevas generaciones.

Al final, siempre nos quedarán las palabras, su mensaje y su belleza, y también, y con ellas como vehículo, el conocimiento, la conciencia y el espíritu de quien las escribió.

Y eso es lo que verdaderamente importa ¿no?

domingo, 23 de septiembre de 2012

La intimidad del escritor

Julio Cortázar en su despacho
¿Hasta qué punto reflejan los libros los más profundos sentimientos de sus autores? ¿Existe alguna línea roja que la intimidad del escritor no traspasa, que provoca que su obra permanezca en secreto, fuera del alcance del público?

Con independencia de la satisfacción que el escritor pueda sentir al volcar sus ideas y sentimientos en el papel, con independencia de que la elección de sus contenidos pueda (seguro que no siempre sucede) estar guiada únicamente por su proyecto artístico, sentimental o editorial, parece que siempre hay un público al final del camino, que el producto de los desvelos del escritor será leído, consumido, analizado, disfrutado o despreciado por el público.

Y si el escritor está volcando en las palabras acontecimientos o sentimientos muy propios, muy íntimos, está arriesgando esa intimidad desde el momento mismo en que decide escribirla o, más bien, desde el momento en que decide publicarla.

Es su apuesta y es su decisión.

Lo que ocurre es que pensamos en la escritura como un acto público, como una acción que, si bien teñida del calificativo de arte, forma parte también de un mercado editorial, de una publicación más o menos masiva.

Pero no siempre es así.

Existen los escritores aficionados, las escrituras íntimas, los círculos reducidos.

Anna Frank, autora del, quizá, diario más famoso
¿Qué decir de los en vías de desaparición diarios personales? ¿Y de las habitualmente torpes pero apasionadas poesías de amor adolescente? ¿Y los ensayos abandonados, los intentos rotos, aquello que fue escrito en la intimidad y nunca fue publicado?

En esos casos el escritor, eventualmente aficionado, puede decidir, y seguramente decide, qué publicidad da a sus intimidades. Y el previsible pudor que sigue a un escrito muy íntimo puede resultar en la condena al ostracismo del texto.

Así le ocurre a Ora, el personaje de la novela 'La vida entera' de David Grossman, quien decide escribir sus recuerdos e impresiones, en un principio sin grandes pretensiones y sin que le resulte problemático pensar que sus seres más cercanos lean lo que ha escrito. Pero a medida que avanza, a medida que vuelca en el papel más y más confesiones, más y más sentimientos ocultos en su interior, no puede por menos que arrepentirse de esa publicidad y sentir lo siguiente:

"Cada vez tiene más claro que con cada frase que añade está renunciando a otro lector potencial."

Tal vez sea ésta una reacción propia de un escritor aficionado. Tal vez los grandes escritores, 'los de verdad', no sientan esos pudores, o los hayan superado.

O puede que no sean tan sinceros y tan íntimos en sus novelas y poesías como los escritores aficionados. O puede, también, que incluso los más grandes escritores, se guarden para sí mismos, o para sus seres más cercanos, sus obras más íntimas, más delicadas.

¿Cómo podemos saberlo?

Al fin y al cabo, lo no publicado forma parte de la intimidad del escritor.

domingo, 9 de septiembre de 2012

La dificultad de clasificar el pensamiento

Nuestras necesidades cognitivas en ocasiones, pero en otras la simple necesidad de orden, nos lleva con frecuencia asignar etiquetas a cosas y fenómenos y a clasificarlos en categorías más o menos cerradas.

Esa práctica ayuda a poner orden, ayuda a entender y ayuda a recuperar posteriormente la información... pero no es más que una metodología, un intento, a medias exitoso, a medias fallido, de poner un orden donde, en ocasiones, ese orden realmente no existe.

Y traigo todo esto a colación a raíz de algo bastante banal. En mi página personal consigno breves reseñas de todos los libros que leo. Y, como el resto de las temáticas de la página están agrupadas en grandes temas...pues los libros también.

En ocasiones, la mayoría de las ocasiones realmente, esa labor de clasificación es muy sencilla, casi trivial. Pero existen casos, y hoy ha sido uno de ellos, en que realmente me ha costado mucho encontrar la clasificación adecuada. Tenía el susodicho volumen a clasificar un bastante de sociología, otro tanto de psicología, un poco de tecnología e, incluso, si se quiere, ligeros toques de política y economía.

¿Cómo clasificar algo así? 

En el caso al que me refiero he optado por conceder el máximo peso a la parte sociológica...pero no deja de ser, lo reconozco, una aproximación burda.

El pensamiento, el conocimiento, se resisten a ser clasificados. Es práctico y razonable el intentarlo, pero sabiendo que no estamos consiguiendo más que meras aproximaciones.

En realidad, debo confesar que, además, me atren particularmente los libros y temáticas multidisciplinares, de fronteras difusas. Probablemente ahí encuentre las visiones más ricas, más abarcadoras, más satisfactorias, más inspiradoras.

Así que, probablemente, no deba extrañarme, y no tenga derecho a quejarme, si luego me resulta complejo clasificarlo.

domingo, 29 de abril de 2012

El posible arte de las traducciones literarias

¿Cuánto hay de original en una obra literaria traducida? ¿Qué parte de lo que leemos es aportación de su autor y qué parte del valor y el arte lo aporta, tal vez, el traductor?

En una obra literaria el arte, lo valioso, se reparte entre el contenido y la expresión. 

El contenido, la historia, las ideas, el análisis psicológico, las reflexiones, los pensamientos, parecen pertenecer por completo al autor original.

¿Pero y la forma? ¿Y las palabras elegidas, y los matices que éstas aportan, y las aliteraciones, y los juegos de palabras? ¿Y no es verdad que las palabras pueden condicionar la forma en que percibimos una historia o un pensamiento?

Es cierto que el traductor debe ser fiel no sólo al contenido sino también a la forma de expresarse del escritor original. Es cierto que debe adherirse lo máximo posible al mensaje y la forma de expresarlo que empleó su autor.

Pero es evidente que no existe un paralelismo absoluto entre idiomas. Es evidente que el traductor tiene grados de libertad, un margen para la elección, para la aportación personal. Y al hacer esas elecciones, el traductor genera una obra que, tal vez mínimamente, parece aportar algo original, algo propio.

Me ha gustado mucho la forma poética en que Anne Michaels lo expresa en su novela 'Piezas en fuga', poniéndolo en la boca, en la mente más bien, de su protagonista Jakob Beer:

"La traducción es una especie de transustanciación; un poema se convierte en otro."

Y si el traductor hace una aportación propia, original, que matiza algo la obra que ha recibido ¿No debemos a esta labor considerarla un arte?

Un oficio, desde luego. Un arte... me inclino a pensar que un poquito también.

domingo, 22 de abril de 2012

Sobre el poder del lenguaje ...de nuevo

Hace años que reflexiono y alguna vez he escrito sobre el poder del lenguaje, su capacidad de influencia para el bien y para el mal, para destruir y para curar, y las implicaciones éticas que ello conlleva para todo aquel que domine el lenguaje, ya sea vía la oratoria o la escritura, literaria o periodística.

Sobre la responsabilidad que este poder implica, escribí en 2007 un breve ensayo titulado 'Palabra: poder y responsabilidad' y que guardo en mi página personal. Y sobre la capacidad terapéutica de la literatura publiqué una serie de artículos en este mismo blog, comenzando por el titulado 'Bisturí', siguiendo por 'Renuncia' y cerrando con 'Más terapia literaria'.

En cierto sentido, y a pesar de su relevancia e interés personal, lo consideraba casi un tema agotado, un asunto sobre el que ya no sabía qué más añadir.

Sin embargo, leyendo 'Piezas en fuga' de la canadiense Anne Michaels, me encuentro este bello fragmento:

"Yo ya conocía el poder que tiene el lenguaje para destruir, para omitir, para borrar. Pero la poesía, el poder que el lenguaje tiene para restaurar: esto era lo que tanto Athos como Kostas estaban intentando enseñarme."

No es tanto que el texto aporte una idea nueva. Es sólo la satisfacción y el placer que produce ver las propias ideas plasmadas en palabras de un tercero, perpetuadas en papel impreso, conformadas por una tan bella expresión.

Y es la renovación de una idea ya casi olvidada.

El lenguajes es poderoso. Poderoso para dañar y destruir. Poderoso para consolar y curar. Y poderoso para estimular y para recordar.

domingo, 8 de abril de 2012

Borges, la memoria y el talento

¿Existe una relación entre la memoria y el talento?

Expresada así a bocajarro la pregunta, me resultaría difícil saber qué contestar, pero confieso que tendería a sospechar una correlación positiva. Al fin y al cabo, la memoria es una capacidad cognitiva e intelectual que siempre parece sumar, en mayor o menor medida. Parece que la capacidad de recordar hechos, cifras, imágenes, sentimientos, puede ser una valiosa ayuda para otras capacidades cognitivas como la imaginación o la creatividad que asociaríamos al talento.

Sin embargo, Jorge Luis Borges, nada más y nada menos que Jorge Luis Borges, no parece compartir esa idea. O al menos no en casos de memoria extrema, una memoria probablemente hipótética más que real, pero que puede servir de referente teórico.

Esa es la idea que, al menos, nos transmite Roberto Álvarez del Blanco en su libro 'Neuromarketing'. Ya deducirá el visitante de este blog que el libro referido no es precisamente un libro de crítica o análisis literarios. Se trata, en realidad, de un ensayo, casi un libro de texto, a propósito de esta curiosa y fascinante disciplina, el neuromarketing, que intenta relacionar el análisis científico del comportamiento del cerebro, especialmente a nivel neuronal, con su posible aplicación al marketing.

Parezca lo que pueda parecer la disciplina, lo cierto es que el análisis científico del cerebro, la neurociencia, es apasionante y se adentra en la resolución de uno de los misterios más insondables que nos es dado contemplar: el funcionamiento de nuestro propio cerebro.

En concreto, cuando se habla de la memoria, constata Roberto Álvarez del Blanco que la mente humana no retiene todo aquello que experimenta, que la memoria es finita. Además, nos informa de que el cerebro humano, al desarrollarse, disminuye de tamaño en lugar de aumentar y, sin embargo, nos hacemos más inteligentes en ese proceso.

Deduce el autor, de una forma que considero no del todo explicada que, paradójicamente, esa disminución del tamaño, viene a ser una demostración de la adquisición de talento. Que la inteligencia y el talento nacen de las conexiones sinápticas entre neuronas que se producen debido al aprendizaje y que, si retuviésemos absolutamente todo lo percibido, no se producirían dichas conexiones y, por tanto, no se generaría el talento.

Considero que la explicación aportada, no ya sólo el resumen que realizo en las líneas anteriores, sino la propia explicación del autor en el libro no es del todo completa...pero aún así resulta plausible e interesante.

Lo llamativo es que, al parecer, Jorge Luis Borges ya intuyó algo en esta línea de pensamiento.  Es en este contexto, en efecto, que Roberto Álvarez del Blanco cita al genial literato argentino y nos dice:

"El escritor argentino Jorge Luos Borges imaginó cómo podía ser esta persona describiéndola como 'poseída de memoria infinita'. Nada se le escapaba. Toda su experiencia sensorial, pasada y actual, persistía en su mente, estancado en lo particular, imposibilitado de olvidar todo lo que había visto, no podía formar ideas generales y, por tanto, estaba imposibilitado para pensar. Una persona como esta no puede sentir, construir relaciones, o tomar decisiones de ningún tipo. Estará vacía de personalidad, preferencias, juicio y pasión."

Curiosamente, el razonamiento lo entendemos mejor ahora. Al parecer, las conexiones sinápticas, el talento y el conocimiento que codifican, nacen como una generalización... que siempre es una simplificación. Y esa generalización / simplificación se produce ante la pérdida de parte de los datos, ante la imposibilidad de almacenar todo en la memoria. El cerebro, ante esa imposibilidad de almacenarlo todo, construye conexiones sinápticas que codifican la esencia de los hechos, lo fundamental de la experiencia, y le permiten aplicar soluciones en el futuro basadas en esa esencia. Una memoria infinita no simplifica, dispone de todos los datos pero, paradójicamente, esa abundancia impide el aprendizaje y el talento.

No estoy en posición de juzgar la verdad de esta proposición, aunque al menos parece verosímil. Lo llamativo es cómo Jorge Luis Borges ya pudo intuir lo que las neurociencias comienzan a entrever  años después.

Y es que, probablemente, muchas veces la intuición guía a la ciencia.