¿Es cierto, como dice el refrán, que la realidad supera a la ficción? ¿Qué buscaríamos entonces en la ficción literaria o, porqué no, cinematográfica o de cualquier otro tipo?
Ya hemos tratado en más de una ocasión en este blog la temática de los motivos para la lectura y escritura y, entre ellos, parecía identificarse como una causa probable la búsqueda de otras experiencias, de otros mundos posibles, unos mundos que, eventualmente, pudieran parecer más ricos, más vigorosos, más interesantes o más emocionantes.
Lo vimos cuando Carmen Martín Gaite nos asemejaba la literatura a un balcón mediante el cual asomarnos a vidas ajenas. También volvimos al tema cuando Enrique de Hériz, en su "Manual de la oscuridad" y en la voz de uno de sus personajes, nos instaba a engañar al público. No hace tanto, incluso, revisitamos el concepto adjudicándole una posible explicación neurológica a ese gusto por leer sobre vidas ajenas.
Sin embargo, el refrán parece apostar por la realidad. Y, me ha venido a la mente cuando, hace unos días, me encontraba con la siguiente cita de Robert Louis Stevenson:
"Los libros son buenos a su manera, pero son un pobre sustituto de la vida real"
¿Es esta una devaluación de la ficción? ¿Supone ésto que la literatura es un mero divertimento sin más fondo?
No lo creo. Ignoro el contexto de esta afirmación pero diría que se trata, en realidad, de una apuesta humanista por la cordura y el sentido común.
Unas vidas inventadas jamás pueden sustituir a una vida real. Esa vida real es nuestro mayor tesoro y, al tiempo, nuestra mayor obligación. La ficción no puede ser un refugio para renunciar a la vida real, para evitar sus imposiciones, sus riesgos y sus responsabilidades.
Los libros no pueden ser jamás un sustituto de la vida real. Sin embargo, sí pueden ser, y son, un fantástico ingrediente, uno de muchos, para enriquecer y endulzar esa vida real.
La realidad siempre supera, pues, a la ficción, pero no necesariamente en originalidad, variedad o audacia, sino... en realidad, en pura y simple realidad.
domingo, 9 de enero de 2011
Realidad versus ficción: ¿quién supera a quién?
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