Es notorio cómo muchos escritores a lo largo de la historia han recurrido en sus obras a los mitos, especialmente a los griegos. Dioses y héroes, leyendas e historias, Apolo y Dafne, Aquiles y Ulises, Diana y Venus, Prometeo y Teseo,...
Y me pregunto el por qué de esa vuelta constante a los mitos clásicos, por qué esa insistencia, por qué ese eterno retorno a lo ya contado y de lo que ya no parece que haya mucho más que decir.
Y se me ocurren dos tipos de respuesta.
La primera tiene que ver con la simple moda y la falsa elegancia. La moda que hace que, de vez en cuando, esté bien visto el recurrir a lo clásico, a lo mítico. El neoclasicismo podría ser un ejemplo que explicita en su propio nombre el gusto por lo antiguo,por lo clásico. Las modas son caprichosas y de no fácil explicación. La falsa elegancia tiene que ver con lo bien visto, con lo que suena bien, con aquellos lugares comunes que son bien recibidos y valorados sin un motivo especial, simplemente porque son comúnmente aceptados como, digamos, elegantes. Así, el mencionar mitos clásicos, podría ser el equivalente literario y erudito del hablar de fútbol, del tiempo o de política general en acontecimientos sociales en que no tenemos mucho más que decir.
Sin embargo, el recurso al mito puede ser mucho más profundo y valioso. Los mitos actuan como símbolos, como representación de ideas o conceptos que, de alguna manera, yacen en el subconsciente colectivo. Personalizan ideas y sentimientos y las resumen en una historia, en un dios, en un héroe, en un nombre, al fin y al cabo.
Y es este valor simbólico y aglutinante de significados lo que creo presta valor a su uso en la literatura. Mencionar a Penélope nos trae ideas de fidelidad, Ulises sugerencias de astucia, Venus promesas eróticas y Baco placeres de la mesa. No es necesario más que un nombre para, mediante el mecanismo de la connotación, producir resonancias, generar significados amplios y compartidos. Mencionar un mito es recoger en un nombre una inmensidad de sugerencias.
El mito es un mecanismo económico. Un aprovechamiento de recursos expresivos. Un inversión mínima en palabras que, sin embargo, activa un poderoso efecto multiplicador de significados.
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2 comentarios:
Amigo Ignacio:
El mito griego y el cristianismo forman el poso incuestionable de la cultura occidental. Aún sin ser creyente, renunciar a ambos (como parece que es lo políticamente correcto), aunque sólo sea literariamente, es un retroceso cultural, una vuelta a la civilización bárbara.
Los latinos copiaron de los griegos; los renacentistas de los latinos; los del Siglo de Oro de los renacentistas, y así sucesivamente. Tode está en el Mito y en La Biblia.
Probablemente así sea, pero hay algunos casos a veces en que el uso es tan abundante que llama la atención.
Anque ya alguna vez había pensado en escribir alguna reflexión sobre el particular, la inspiración inmediata ha sido por la lectura de una obra poética de Lope de Vega en que recurre, con llamativa frecuencia, a a dioses y mitos griegos diversos.
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