
Se le suele encontrar, semioculto entre rocas de germanio y silicio donde monta nidos en los cuales, el observador poco avispado, solo observará una estructura hecha con ramas de coaxial y fibra. Pero los que, por curiosidad, o impelidos por las circunstancias, se atrevan a asomarse al interior del nido, verán un acolchado relleno de papel escrito y, rebuscando, aparecerán semiescondidos, pequeños trocitos de turquesa y zafiro que nuestra rapaz atesora, más corneja que águila, como fruto de algunos de sus vuelos más elevados y atrevidos.

Si alguna vez encuentras su nido, no te contentes con las ramas, explora y rebusca hasta que encuentres el alma del gavilán, el mar recogido en una piedra, el premio de un zafiro.
(publicado en blog.com.es el 6-Abril-2008)
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