Leo los 'Hilos' de Chantal Maillard. Poesía austera, extraña, oscura. No la entiendo. No sé qué quiere decir. Y me pregunto ¿quiere decir algo? ¿De verdad quiere decir algo?Ella misma nos recomienda en un poema 'Volver a las palabras. Con / voluntad de sentido'. Y me admiro: ¿voluntad de sentido? ¿ Es eso lo que ha dicho, lo que ha escrito?
Acometo, a continuación las 'Iluminaciones' de A. Rimbaud. Lo mismo. No entiendo. Suena bien pero... ¿qué significa?
¿Cuál es el objetivo de la poesía? ¿Es comunicar? Si ese es el objetivo, ¿por qué esas oscuridades, esa criptografía casi indescifrable? ¿Casi?Tal vez el objetivo no sea comunicar, tal vez sea hacer sentir. Pero, ¿nos puede hacer sentir algo que no entendemos?.
A lo mejor se busca únicamente una belleza fonética. Pero si fuera así, ¿para que leer a un poeta francés traducido al castellano?
Tal vez el poeta lucha. Tal vez, como dice Maillard, el poeta está 'tratando de decirte algo que no acierta a decirse'. Y en ese intento. el poeta ensaya, codifica, cifra, aplica una criptografía poética que oculta, intencionadamente o no, el mensaje desnudo. Una criptografía poética que puede que acerque o puede que aleje al poeta, de ese decir, de esa pretendida voluntad de sentido.
¿Alguien tiene la clave?...¿Existe?
Ayer acabé de leer un libro de filosofía. No lo comentare aquí. Ni siquiera mencionaré su título. Lo que sí diré es que, con independencia de las ideas que expone, he reconocido en este libro muchas de las características, no todas positivas, que abundan en las obras sobre pensamiento en general, y filosofía en particular. Se trataba de un libro muy abstracto, de razonamiento, para mi gusto,poco riguroso, y sin claras consecuencias prácticas.
Y se me ocurre que filósofos y pensadores, intelectuales y humanistas, deberían aprender de lo que otras disciplinas han conseguido y la forma en que logran captar la atención y comunicar sus hallazgos. Y lo primero que se me ha pasado por la cabeza es que los pensadores deben esforzarse en sus obras escritas y en sus alocuciones en hacer más comprensible el mensaje. Y que un arma poderosa es el uso de esquemas simples y gráficos. A los estudiantes se les aconseja como técnica de estudio que realicen esquemas; los libros de texto suelen contener esquemas; las disciplinas científicas y técnicas utilizan profusamente los esquemas; en las cursos de comunicación se habla de esquemas; en inteligencia artifical se habla de esquemas de representación del conocimiento, en otras áreas más difusas se tratan esquemas como son los mapas mentales... ¿ Por qué los filósofos no utilizan esquemas ? No recuerdo haber visto jamás un esquema, mucho menos un esquema gráfico, en un tratado de filosofía. No sé si se trata de pura tradición o de que tienen una mente diferente de la mayoría, una mente muy, digamos, lingüística, pero creo que un pequeño esfuerzo en traducir su pensamiento es esquemas no sólo mejoraría mucho su capacidad de comunicación sino que, incluso, favorecería su propio pensamiento y el rigor y orden del mismo.
En otro orden de cosas, y aunque en este punto tengo poca experiencia como para juzgar, creo que no sólo deberían esforzarse en mejorar las técnicas de comunicación escrita sino también la comunicación oral. Los tiempos de la plúmbea lectura de un texto (técnica que, por cierto, comparten con los políticos) como medio de dar una conferencia o seminario han pasado. La moderna comunicación es más viva, más espontánea y se apoya no sólo en técnicas específicas de comunicación en público sino también en medios audiovisuales. Me encantaría ver una conferencia sobre literatura o filosofía en que el ponente utilizase un Powerpoint plagado de esquemas, gastase alguna broma al público y, como remate, proyectase algún vídeo. ¿ Por qué no ?
Es el microrrelato, al parecer, un género que tiene tintes de modernidad aunque siempre, como a cualquier disciplina, se le busquen raíces antiguas. Con independencia de a dónde nos lleve la búsqueda de sus antecedentes, sí parece ser cierto que su auge es reciente.
Sin embargo, este medio tiene también sus leyes o, al menos, sus usos y costumbres. Y una de ellas es la brevedad. Es sabido que las pantallas de ordenadores no son el medio más cómodo para leer, que cansan la vista y que Internet promueve el salto rápido entre artículos o páginas sin fijar excesivamente la atención. Parece por tanto que la literatura que mejor se presta a la publicación en Internet es la literatura breve. Y en ese sentido abundan, en efecto, los poemas y los microrrelatos, géneros caracterizados por su brevedad. Internet es también un medio muy adecuado para servir de soporte a la logística asociada a concursos literarios, especialmente concursos modestos en que el texto a presentar se envía fácilmente por correo electrónico. Parece existir, por tanto, una simbiosis natural entre la literatura breve e Internet.
Desde hace un tiempo noto que, cuando escribo un microrrelato, me gusta cada vez más dejar la historia como velada, que no sea evidente, que haya campo para la interpretación o que, al menos, el lector deba poner de su parte para entender lo que estoy contando. Noto también que, cuando leo a otros, me gusta más cuando hay ese cierto nivel de insinuación. Las historias muy directas y evidentes, la historias cargadas de datos y explicaciones, especialmente cuando tienen que ver con pensamientos o sentimientos, empiezan a parecerme un poco burdas, casi diría que poco literarias.
No puedo estar seguro, como en nada que tenga que ver con la literatura, de que esa forma de hacer las cosas sea la correcta o, sobre todo, que sea la única correcta, pero sí de que es como a mi me gusta escribir. Y pienso que, probablemente, me gusta escribirlo así, porque también me gusta que me lo cuenten así, porque me gusta leerlo así. Y puesto a improvisar hipótesis de difícil confirmación, se me ocurre que, si a los lectores, supuestamente, les gusta que les dejen la facultad de la interpretación es porque, tal vez, así lo amoldan a su gusto y es más fácil que se queden satisfechos, que la historia resuene con su modo de pensar y sentir y, sobre todo, porque, de esa forma, participando y construyendo la interpretación y la historia, los lectores son, somos, un poco protagonistas.
Hace unos días leía una recomendación para escritores, supongo que noveles, formulada por Silvia Adela Kohan, en la línea de la necesidad de corregir el texto de una novela de forma que éste fuese, de alguna manera, coherente, el material pertinente, el conjunto equilibrado.
Me dejó pensativo. No podía dejar de darle la razón claro. Pero luego pensaba en lo que eso significa en la práctica, en aplicar esa norma, ese consejo, seguramente bueno, en tu propio texto, en tu creación, en el fruto de tu esfuerzo e imaginación. Y al reflexionar en lo duro que puede resultar esa extirpación de material innecesario, la mente se me iba hacia algo que estoy escribiendo y que intuyo que va a tener que pasar por ese proceso de depuración y destilado.
No es éste mi primer hogar en el ciberespacio. Ya poseo otra página personal denominada
Este gavilán, que despliega sus alas en los cielos del ciberespacio, es un ave de extrañas costumbres.
Este gavilán que despliega sus alas en los cielos del ciberespacio, se encuentra cómodo y caliente en su nido y con sus polluelos, pero también aúna el alma de cazador con la de gaviota y a veces necesita volar libre por el cielo azul. Y cuando lo hace no teme a la altura ni a mirar al sol de frente y gusta de perderse por los cielos de bosques y de desafiar su naturaleza sobrevolando el mar bravío.



