domingo, 22 de diciembre de 2019

Mi experiencia escribiendo un libro (I): los momentos especiales


Y por fin, al final, este 2019, conseguí terminar de escribir, y sobre todo publicar, mi primer libro.

¿Su título?

La verdad es que me gustaría que cualquier que me siga en mis blogs, incluido éste, ya lo supiera (en realidad me gustaría que ya lo hubiese leído), pero por si acaso lo recuerdo: "La Carrera Digital". Y no, como el título ya anticipa, no se trata de un libro de ficción, sino de un ensayo a caballo entre la tecnología y el 'management' y sobre la popular temática de la transformación digital.

Durante varios años he leído, e incluso escrito, alguna reflexión sobre la escritura, sobre la experiencia de escribir, de publicar... una experiencia que, entonces, era para mi una mera aspiración o una entelequia sobre la que resultaba interesante leer, absorber, debatir, analizar...pero siempre en tercera persona, en cabeza ajena o, como mucho, como una posibilidad de futuro.

Ahora ya tengo esa experiencia y ahora ya puedo hablar en primera persona. Ahora ya sé lo que se siente escribiendo un libro, tratando con editoriales y esperando y en algún caso recibiendo, feedback de los lectores. Y de eso hablaré en este artículo que, en cierto modo, es primo-hermano de otro artículo que recientemente he publicado en otro de mis blogs, La Vida de Color Azul y que titulé 'La Carrera Digital o el rastro de un sueño'.

Digo que ahora sé lo que se siente aunque, en realidad, no creo que haya una única forma de sentir esa experiencia, que en realidad depende de cada autor, cada libro y cada momento vital y creativo. Así que, en realidad, describiré mi experiencia escribiendo este libro.

Como el tema se va a alargar un tanto, voy a hacerlo en dos artículos, este primero escrito más en primera persona, en clave personal, contando mis sensaciones y emociones y ya en el siguiente, hablaré más de la experiencia con las editoriales, con la promoción y la distribución, es decir, con el mercado editorial.

En el plano personal, lo primero que hay que decir es que escribir es, al menos para mi, una vocación, algo que he hecho, y espero seguir haciendo, simplemente porque me gusta y me apetece hacerlo. Escribir, lo que se dice escribir, llevo escribiendo desde hace muchos años, pero lo diferencial ahora es escribir, y publicar, un libro completo.

Lo siguiente que tengo que decir es que la experiencia de escribir es muy, muy gratificante. Disfrutas la escritura en si misma, y disfrutas cuando repasas lo escrito y ves que te gusta lo que lees y te parece que está bien escrito y que transmite algo valioso, algo que de alguna manera te representa y algo que vale la pena contar.

Aunque también es preciso reconocer que es un esfuerzo y que en ocasiones te sientes cansado o desganado. Sin embargo, creo, o en mi caso así ha sido, que se trata de un esfuerzo razonable. Te esfuerzas como tienes que esforzarte para cualquier otra actividad que sea relevante: te tienes que esforzar para estudiar, te tienes que esforzar para ganar clientes, te tienes que esforzar para gestionar proyectos, te tienes que esforzar para gestionar recursos, te tienes que esforzar en el deporte, te tienes que esforzar para mantener tu casa en orden... y te esfuerzas también para escribir un libro, claro. 

Con una relativa frecuencia he leído artículos o comentarios de autores que te describen la escritura de un libro como una especie de odisea o más bien un infierno, como un esfuerzo sobre-humano, como algo agotador, como algo que no recomendarían a nadie... Bueno, pues no es así. Mejor dicho, no puedo juzgar cuál ha sido la experiencia de otros, pero la mía no ha sido así. El esfuerzo, sin duda ha existido, y no pequeño, claro, pero nada de infierno, nada de sobre-humano. Un esfuerzo en línea con el que precisan otras iniciativas y un esfuerzo proporcionado a la satisfacción que produce.

Lo que sí es cierto es que escribir un libro implica, aparte de esfuerzo, una cierta disciplina. Es fácil dejarse llevar e interrumpir la escritura. En mi caso, y aunque reconozco que pasé por baches en que dejé temporalmente de escribir, en parte por exceso de trabajo en otros ámbitos, en parte por haber perdido un poco el hilo (la inspiración, si se quiere), aplique bastante disciplina y un trabajo planificado, monitorizado y razonablemente constante. Hablo de planificado y monitorizado porque, eso si, como en muchas de mis actividades, tenía un plan, un plan escrito, con actividades y fechas y, aunque los planes tienden a retrasarse, y también fue así en este caso, el hecho de existir y de recordarte lo pendiente, suponen, al menos para mi, un acicate para cumplir, para no detenerte y para seguir adelante.

En conjunto, en cualquier caso, como decía más arriba, el balance es muy positivo y la experiencia de escribir realmente satisfactoria.

Pero sobre todo, y es lo que más quiero destacar en este artículo, hay momentos especiales, momentos de emoción y momentos que te hacen sentir muy bien: cuando terminas de escribir, cuando lo ves publicado, cuando lo presentas, cuando hablas con lectores...

Curiosamente, el momento de acabar la escritura, aún siendo especial, se diluye un poco, o al menos a mi me sucedió así. Dado que la escritura es una actividad un poco continua, dado que siempre estas revisando y corrigiendo pequeños detalles, no hay un momento completamente nítido en que puedas decir "¡ahora! ahora he terminado". De todas formas, aunque quizá el momento no sea tan agudo, tan claramente definido, no deja de ser una impresionante sensación la de terminar un libro, supongo que aún más si éste es el primero, y pensar que sí, que lo has conseguido. 

Otro momento que para mí sí resultó muy emocionante fue cuando tuve el libro por primera vez en mis manos, momento que describo también en el artículo 'La Carrera Digital o el rastro de un sueño'. A pesar de que sabía, evidentemente, el aspecto que tenía la portada y el contenido, a pesar de que sabía que me iba a llegar en breve un 'pack' con 95 ejemplares, cuándo al final llegó (debo decir que me sorprendió un poco la fecha porque pensaba que iba a tardar algo más), la sensación de abrir una caja, tomar el libro y ojearlo, de tener físicamente el libro en tus manos es... bueno, difícil de describir. Muy, muy especial.

Especial es también cuando tu familia lo mira y admira. Especial cuando empiezas a contárselo tu, u otros, a personas de tu entorno.

Como especial también es, o fue para mi, el momento de la presentación oficial. Sentí un cosquilleo extraño, una mezcla de satisfacción, orgullo y nervios, por un lado por lo significativo del momento para mi y, por otro, porque la verdad es que la actividad de escribir el libro la había llevado con mucha discreción y muy poca gente, muy poca, sabía que lo estaba haciendo. Y presentarlo era hacer una especie de manifestación o revelación. Además, en la presentación esperaba a público heterogéneo que me conocían en facetas muy diferentes y se hace extraño, aunque motivador, mostrar a gente próxima una cara tuya muy diferente a la que conocen. Como describo en el otro artículo, la experiencia en este caso fue agridulce: muy bonita y emocionante por el acto en sí, y algo triste por una asistencia bastante escasa y con ausencias notables. En cualquier caso, fue un evento único, que preparé con mimo, que viví con intensidad, y cuyo recuerdo me acompañará siempre.

Y hay otros momentos especiales: las interacciones con los lectores. Cuando ves que en algún medio social (por ejemplo Twitter) o en las reseñas de Amazon, personas a las que no conoces, mencionan y valoran tu libro te da un pequeño vuelco el corazón. Debo decir que ademas, hasta la fecha, los comentarios no han sido abundantes, pero sí muy elogiosos. Incluso he tenido la ocasión de conocer en persona a alguno de esos lectores, estoy en concreto pensando en una persona realmente extraordinaria, y es fascinante. 

No necesito alicientes para escribir, porque ya he dicho que la escritura en sí misma es muy satisfactoria para mi. Pero si necesitase de esos alicientes o de algún tipo de impulso adicional, esta interacción con lectores que han leído y disfrutado tu libro, sería ese impulso extra, eso que hace que tu tarea como escritor cobre sentido, que valga la pena. El último de los momentos especiales.

Y es que, aunque escribes porque te satisface y quieres hacerlo, escribes también para que te lean, para que las argumentaciones o historias que cuentas, tu mensaje, llegue y 'cale'.

Y tengo mucho empeño en transmitir un mensaje. El día de la presentación, esa a la que tan poco público acudió, anuncié lo que consideraba mi misión, una misión personal y profesional. Una misión que consiste en transmitir a directivos y empresas que lo necesiten (y creo que son muchos directivos y muchas empresas) lo que he aprendido en casi 30 años de ejercicio profesional en el campo de la tecnología, combinados con otros 30 años en paralelo de investigación y estudio. Creo sinceramente que tengo mucho que aportar y que contar. Y la escritura, aparte de una vocación, es una fantástica herramienta para llegar a un público muy amplio, para transmitirles un conocimiento, para moverles a la acción en la dirección adecuada.

Y, como titulo la introducción del libro, es que 'Ha llegado la hora'. Ha llegado la hora, entre otras cosas, de escribir y publicar. Ha llegado la hora de transmitir el mensaje, de mostrar, enseñar y ayudar. Ya tengo la experiencia de mi primer libro... y el impulso para que no sea el último.

Pero para que llegue ese mensaje, para realmente poder cumplir mi misión, necesito que el libro se conozca y se lea. Y eso, como comentaré en un siguiente artículo, sí que es difícil, mucho más que escribirlo. Y, sobre todo, algo que, en buena medida, no depende de mi.

Necesito llegar.

Necesito personas inquietas e interesadas.

Necesito lectores.

Te necesito a ti, si aún no lo has leído.

Y si lo lees, y compartes conmigo tu opinión, serás mucho más que un simple lector: pasarás a formar parte de esos momentos especiales que recompensan la escritura y animan a seguir adelante.

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