A todos los que amamos la literatura nos gusta leer, nos gusta perdernos en los mundos posibles concebidos por otros, por los escritores, vivir o contemplar vidas que otros han imaginado y que nos regalan como experiencias virtuales, como aprendizajes en cabezas ajenas, como espectáculos imaginarios...
Muchos de los que amamamos la literatura soñamos con crear literatura, soñamos con escribir y publicar. Escribir no es difícil, publicar es harina de otro costal, aunque en el nuevo mundo de Internet, se han eliminado muchas barreras.
Pero a pocos, probablemente a muy pocos de los que amamos la literatura, se nos ha pasado por la cabeza el ser personajes de una novela u obra de teatro, habitantes de uno de esos mundos posibles por otros concebidos y por otros visitados.
He pasado por las tres fases.
Por supuesto leo, mucho más que la media, mucho menos de lo que quisiera.
Y sueño con escribir. En realidad ya he escrito y lo que sueño es con publicar.
Pero lo que recientemente he conseguido, sin que al decir que he conseguido me atribuya la menor sombra de mérito en el hecho, es convertirme en personaje. Si, personaje de una ficción, personaje de una novela, habitante de un mundo posible.
En realidad, sabía que iba a suceder, lo que no sabía era cuándo ni bajo qué forma.
Hace ya mucho tiempo, no recuerdo cuánto, pero sí estoy seguro de que se cuentifica en años, un joven novelista, Rafael Martín Masot, con quien tenía el privilegio de compartir charlas, debates e, incluso, naderías, en el portal literario 'El recreo', me ofreció, al tiempo que me pedía autorización, utilizar mi nombre para convertirme en personaje de la novela que estaba escribiendo.
No fui el único. Lo mismo hizo con otras personas del mismo foro como Miriam Cendra o Verónica Guijarro.
Pasó mucho tiempo desde entonces y ya me preguntaba si aquel proyecto literario había descarrilado, ocupada la mente y el tiempo del escritor por sus exigentes estudios de Medicina, porque Rafael era, es, como he dicho, muy joven, y un tiempo después de aquel ofrecimiento, y un tiempo después de haber escrito ya nada menos que tres novelas, iniciaba sus estudios universitarios... y no en el campo de la literatura o la filosofía, sino en el de la medicina. Probablemente, los talentos más profundos e inquietos sean multidisciplinares.
Marta y Rafael Martín Masot con la novela |
Hace unos meses, el propio Rafael me avisó por correo electrónico de que la novela iba a ser publicada en Septiembre.
Ha pasado un tiempo, he comprado el libro... y lo he leído.
Y, al final, ha sucedido, me ha sucedido, la más insospechada e improbable aspiración de un amante de la literatura: me he visto convertido en personaje.
Mi nombre consta en la novela, largo, completo, rotundo, inconfundible: Ignacio González de los Reyes-Gavilán.
¿Mi personalidad?
Un general del ejército nacional, pagado de sí mismo, orgulloso de haber acabado con muchos anarquistas, y muy afecto al régimen franquista.
¿Qué tiene de mí ese personaje?
Creo que sólo el nombre, aunque supongo que algún paralelismo habrá avistado la imaginación de Rafael.
Pero eso da igual. El personaje ayuda al desarrollo de la trama de la novela, ayuda a construir y hacer más creíble ese mundo posible que Rafael, y su hermana Marta, han concebido, escrito y publicado. Y eso es por sí mismo un orgullo.
A lo mejor he bailado con la más fea...pero he bailado... y el baile ha sido hermoso.
¿La novela? Si, perdón, no la había mencionado.
Detalle de la portada de 'Las horas del silencio' |
Se trata de 'Las horas del silencio'... y es más que aconsejable su lectura, no porque yo sea un personaje, sino por la novela en sí misma.
Os aconsejo de corazón leerla y, por cierto, la próxima semana, en este mismo blog, haré una reseña de la misma.
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