La lectura de un libro consume en general un puñado de horas que se suelen distribuir a lo largo de varios días. Un puñado de horas y varios días constituyen una dedicación no despreciable pero, en cualquier caso, ligera, desproporcionadamente ligera con respecto al trabajo y dedicación del escritor. quien puede haber empleado probablemente meses, quizá años, en preparar y escribir ese libro.
Además, un libro recoge y expresa una intención, un pensamiento, una posición intelectual o vital que ha precisado de una maduración previa, la cual, a su vez, también ha necesitado un tiempo de reflexión y decantamiento.
Ese concepto de culminación de un pensamiento es por el que aboga Jaron Lanier al final de su libro 'Who owns the future?'
A book is not just a read, it is also a summit, a codification of a point of view.
Más aún, si el escritor ha puesto realmente su pensamiento y su corazón en lo que ha escrito, si realmente se ha volcado a sí mismo en su obra, el libro va mucho más allá de la concreción de una idea para pasar a convertirse en la síntesis de la personalidad del escritor, su misma esencia, su alma.
Citando de nuevo a Lanier:
A book isn't an artifact, but a sinthesis of a fully realizad individual personhood with human continuity.
Quizá este proceso maduración intelectual y emocional que un buen libro requiere, y esta entrega del alma en la obra es lo que hace a los grandes libros tan atractivos para los lectores... pero también tan exigentes para sus autores.
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