"La vida es como una caja de bombones. Nunca sabes lo que te va a tocar."
Así rezaba la famosísima frase de la película Forrest Gump. Y algo parecido sucede con la escritura, nunca sabes exactamente lo que va a salir.
Normalmente, antes de escribir un documento, de ficción o no, existe una idea en la mente. En algún caso esa idea se traduce incluso en palabras, en alguna frase que ronda la imaginación.
Sin embargo, no importa cuánto se haya reflexionado sobre un texto, la verdadera concreción se produce en el momento se sentarse ante un papel o ante un ordenador, en el momento de llevar a palabras concretas, a frases concretas, esa idea primigenia.
A veces el resultado es mucho mejor de lo imaginado y nos sorprendemos a nosotros mismos con un texto genial. En otras ocasiones, por el contrario, es apenas un pálido reflejo de lo que pensábamos era una gran reflexión o una magnífica historia.
Quizá una gran idea se pierda porque en el momento de plasmarla no acertamos a hacerlo de manera afortunada. O, quizá, una idea sencilla sea elevada a altas cotas gracias al uso inspirado de las palabras.
Siempre existe un puntito de magia y de improvisación, una ocasión para la sorpresa.
Quizá por eso sea un arte. Quizá por eso nos guste tanto.
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Hace 2 horas
2 comentarios:
Tienes razón Irgavilán, la escritura es como una caja de bombones, nunca sabes lo que encontrarás dentro. Y es una suerte, porque así nos sorprendemos.
Besos!
Blanca
Gracias por pasarte por aquí, Blanca.
Seguro que esa sensación de sorpresa, de nuevos sabores y licores escondidos en bombones, la vives tú mucho más que yo...y, aunque a veces te llevas pequeñas decepciones, entiendo que, en efecto, es una suerte esa capacidad de sorprendernos que tiene la escritura.
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