sábado, 28 de marzo de 2009

Que no despeje la niebla

Esta mañana me han preguntado acerca de la interpretación de un libro que yo había regalado a quien así me interpelaba. Y he sentido que no quería, que casi no sabía dar una interpretación. Se trataba de un libro en prosa pero, a pesar de ello, de tono muy poético, y donde la historia se insinúa más que narrarse, una historia que apela más a la intuición y al sentimiento que al entendimiento y a la razón.

Me gustan ese tipo de libros en que la historia parece ocultarse entre nieblas, donde los perfiles se encuentran algo desdibujados, donde caben las interpretaciones y la fantasía, donde no todo está escrito, donde hay que suponer, donde hay que sentir...

Y no me encuentro cómodo encendiendo los faros antiniebla, simplificando significados, acotando posibilidades. No creo que cualquier palabra que pueda yo improvisar en una conversación, cualquier análisis de urgencia, cualquier intento de definir el sentido de la obra, pueda aportar verdadero significado y, sin embargo, sí puede destruir el gran caudal de belleza que se oculta entre los jirones traslúcidos.

Lo que es por mi, que no despeje la niebla.

domingo, 22 de marzo de 2009

El silencio tras la lectura

"Lo que leemos, lo callamos. Las más de las veces conservamos el placer del libro leído en el secreto de nuestra celosía. Bien porque no vemos en él nada que decir, bien porque antes de poder decir una palabra, tenemos que dejar que el tiempo efectúe su delicioso trabajo de destilación. Ese silencio es la garantía de nuestra intimidad. El libro ha sido leído, pero nosotros seguimos en él."

Daniel Pennac
'Como una novela'

... "el libro ha sido leído, pero nosotros seguimos en él"... ¿Habéis sentido alguna vez esta permanencia del libro en vosotros?. Pocos placeres son comparables a ese silencio tras la lectura, a ese despertar de la ensoñación profunda, a esa vuelta apacible de otro mundo y otras vidas, a esa reflexión íntima que promueven los grandes libros, las grandes historias, leídas en las circunstancias adecuadas.

Quien lo haya vivido creo que amará la lectura para siempre y buscará, una y otra vez, reencontrarse con ese silencio a la vez reflexivo y satisfecho que cierra las mejores sesiones de lectura.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Conjugando el verbo leer


"El verbo leer no soporta el imperativo"

Daniel Pennac
'Como una novela'

Con esta frase tan contundente comienza Daniel Pennac su obra 'Como una novela'. Toda una promesa de ideas interesantes sobre la pedagogía de la lectura

domingo, 15 de marzo de 2009

Autenticidad y vida interior

Un último aleteo de Imre Kertész:

"siempre tuve una vida secreta, y ésta fue siempre la verdadera"

Imre Kertész
'Kaddish por el hijo no nacido'

La vida social, conocida, expuesta, frente a la vida interior, los pensamientos más íntimos.

¿Cuál es la verdadera? ¿Dónde está nuestro verdadero yo? ¿Existe realmente una contradicción, una vida más auténtica que otra?

sábado, 14 de marzo de 2009

... y la escritura como pensamiento

Continúa Imre Kertész:

"Descubrí que escribir sobre la vida equivale a pensar sobre ella, que pensar sobre la vida equivale a cuestionarla..."

Imre Kertész
'Kaddish por el hijo no nacido'

El lenguaje, no sólo como vehículo para expresar el pensamiento, sino para conformarlo, para crearlo. No hay manera más poderosa de pensar que intentar escribir esos pensamientos de alguna manera: un esquema, un dibujo, una poesía, una novela...quizá un post en un blog.

domingo, 8 de marzo de 2009

El dolor como inspiración

"...según parece, topo con energías creadores en el dolor, y da igual a qué precio, y me es del todo indiferente si en la energía creadora se plasma simplemente la vulgar compensación, el hecho es que se plasma y que gracias al dolor vivo en una suerte de verdad..."

Imre Kertész
'Kaddish por el hijo no nacido'

Siempre he pensado, aunque nunca he sabido razonar por qué, que la miseria y el dolor son mucho mas literarios que la felicidad y el éxito. Imre Kertész parece opinar lo mismo.

sábado, 7 de marzo de 2009

El papel económico del mito

Es notorio cómo muchos escritores a lo largo de la historia han recurrido en sus obras a los mitos, especialmente a los griegos. Dioses y héroes, leyendas e historias, Apolo y Dafne, Aquiles y Ulises, Diana y Venus, Prometeo y Teseo,...

Y me pregunto el por qué de esa vuelta constante a los mitos clásicos, por qué esa insistencia, por qué ese eterno retorno a lo ya contado y de lo que ya no parece que haya mucho más que decir.

Y se me ocurren dos tipos de respuesta.

La primera tiene que ver con la simple moda y la falsa elegancia. La moda que hace que, de vez en cuando, esté bien visto el recurrir a lo clásico, a lo mítico. El neoclasicismo podría ser un ejemplo que explicita en su propio nombre el gusto por lo antiguo,por lo clásico. Las modas son caprichosas y de no fácil explicación. La falsa elegancia tiene que ver con lo bien visto, con lo que suena bien, con aquellos lugares comunes que son bien recibidos y valorados sin un motivo especial, simplemente porque son comúnmente aceptados como, digamos, elegantes. Así, el mencionar mitos clásicos, podría ser el equivalente literario y erudito del hablar de fútbol, del tiempo o de política general en acontecimientos sociales en que no tenemos mucho más que decir.

Sin embargo, el recurso al mito puede ser mucho más profundo y valioso. Los mitos actuan como símbolos, como representación de ideas o conceptos que, de alguna manera, yacen en el subconsciente colectivo. Personalizan ideas y sentimientos y las resumen en una historia, en un dios, en un héroe, en un nombre, al fin y al cabo.

Y es este valor simbólico y aglutinante de significados lo que creo presta valor a su uso en la literatura. Mencionar a Penélope nos trae ideas de fidelidad, Ulises sugerencias de astucia, Venus promesas eróticas y Baco placeres de la mesa. No es necesario más que un nombre para, mediante el mecanismo de la connotación, producir resonancias, generar significados amplios y compartidos. Mencionar un mito es recoger en un nombre una inmensidad de sugerencias.

El mito es un mecanismo económico. Un aprovechamiento de recursos expresivos. Un inversión mínima en palabras que, sin embargo, activa un poderoso efecto multiplicador de significados.

domingo, 1 de marzo de 2009

Corregir poesía

Estos días, al hilo de un proyecto literario en el que participo, y del que ya habrá lugar para el comentario, he tenido la ocasión, diría que el problema, de corregir desde un punto de vista ortográfico y gramatical, una serie de poemas escritos por terceros.

Extraña labor. Puede que absurda. Puede que imposible.

Corregir un ensayo es razonablemente fácil: basta con seguir las normas que nos dicta la gramática e, incluso, la costumbre. Si eso fuera poco, hasta la informática acude hoy día en nuestra ayuda. Corregir narrativa, salvo excepciones escasas en grandes innovadores, tampoco es difícil. Es casi similar a la corrección de un ensayo.

Pero... ¿corregir poesía?

¿Cómo podemos estar seguros de que una aparente incorrección no es intencionada? ¿Cómo saber cuándo estamos ante una licencia y cuándo ante una torpeza? ¿Cómo juzgar las obras de un genero que, cada vez con mayor frecuencia, desafía las reglas de la gramática y de la ortografía?

He tenido que guardar, en el limbo de lo probable, algunas correcciones, la mayoría, y confiar en que el poeta se juzgue a sí mismo, y se pregunte si, las aparentes faltas son un error, una contribución artística o una simple frivolidad.