Parece que cuando hablamos de los clásicos, estamos cubriendo la obra literaria de una capa de gravedad y circunspección. Parece que tratamos de temas muy serios, que el autor y su obra están investidos de una aureola de solemnidad.
A veces nos olvidamos de que los autores clásicos eran humanos, seres tan de carne y hueso como nosotros, tan capaces de la ironía y de la ira como cualquiera. Nos olvidamos de que tuvieron sus debilidades y no sólo grandezas e, incluso, parece que les arrebatamos hasta la posibilidad de haber tenido sentido del humor.
Leyendo esta tarde las "Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos" de Lope de Vega, me he tropezado con el siguiente soneto.
LLevome Febo a su Parnaso un día,
y vi por el cristal de unos canceles
a Homero y Virgilio con doseles,
leyendo filosófica poesía.
Vi luego la importuna infantería
de poetas fantásticos noveles,
pidiendo por principios más laureles
que anima Dafnes y que Apolo cría.
Pedile yo también por estudiante
y díjome un bedel : "Burguillos, quedo,
que no sois digno de laurel triunfante".
"¿Por qué?", le dije. Y respondió sin miedo:
"Porque los lleva todo un tratante
para hacer escabeches en Laredo"
Se dice que uno de los elementos importantes para conseguir un efecto cómico es la sorpresa. Y algo de eso debió de haber, porque, no sé si afectado por los prejuicios que confieren gravedad a todo lo clásico, o engañado por el aire mitológico de los dos cuartetos, no esperaba el atrevido y descarado desenlace que traían consigo los tercetos y, en especial, los dos últimos versos.
...Y no pude evitar soltar una carcajada.
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