domingo, 29 de abril de 2012

El posible arte de las traducciones literarias

¿Cuánto hay de original en una obra literaria traducida? ¿Qué parte de lo que leemos es aportación de su autor y qué parte del valor y el arte lo aporta, tal vez, el traductor?

En una obra literaria el arte, lo valioso, se reparte entre el contenido y la expresión. 

El contenido, la historia, las ideas, el análisis psicológico, las reflexiones, los pensamientos, parecen pertenecer por completo al autor original.

¿Pero y la forma? ¿Y las palabras elegidas, y los matices que éstas aportan, y las aliteraciones, y los juegos de palabras? ¿Y no es verdad que las palabras pueden condicionar la forma en que percibimos una historia o un pensamiento?

Es cierto que el traductor debe ser fiel no sólo al contenido sino también a la forma de expresarse del escritor original. Es cierto que debe adherirse lo máximo posible al mensaje y la forma de expresarlo que empleó su autor.

Pero es evidente que no existe un paralelismo absoluto entre idiomas. Es evidente que el traductor tiene grados de libertad, un margen para la elección, para la aportación personal. Y al hacer esas elecciones, el traductor genera una obra que, tal vez mínimamente, parece aportar algo original, algo propio.

Me ha gustado mucho la forma poética en que Anne Michaels lo expresa en su novela 'Piezas en fuga', poniéndolo en la boca, en la mente más bien, de su protagonista Jakob Beer:

"La traducción es una especie de transustanciación; un poema se convierte en otro."

Y si el traductor hace una aportación propia, original, que matiza algo la obra que ha recibido ¿No debemos a esta labor considerarla un arte?

Un oficio, desde luego. Un arte... me inclino a pensar que un poquito también.

domingo, 22 de abril de 2012

Sobre el poder del lenguaje ...de nuevo

Hace años que reflexiono y alguna vez he escrito sobre el poder del lenguaje, su capacidad de influencia para el bien y para el mal, para destruir y para curar, y las implicaciones éticas que ello conlleva para todo aquel que domine el lenguaje, ya sea vía la oratoria o la escritura, literaria o periodística.

Sobre la responsabilidad que este poder implica, escribí en 2007 un breve ensayo titulado 'Palabra: poder y responsabilidad' y que guardo en mi página personal. Y sobre la capacidad terapéutica de la literatura publiqué una serie de artículos en este mismo blog, comenzando por el titulado 'Bisturí', siguiendo por 'Renuncia' y cerrando con 'Más terapia literaria'.

En cierto sentido, y a pesar de su relevancia e interés personal, lo consideraba casi un tema agotado, un asunto sobre el que ya no sabía qué más añadir.

Sin embargo, leyendo 'Piezas en fuga' de la canadiense Anne Michaels, me encuentro este bello fragmento:

"Yo ya conocía el poder que tiene el lenguaje para destruir, para omitir, para borrar. Pero la poesía, el poder que el lenguaje tiene para restaurar: esto era lo que tanto Athos como Kostas estaban intentando enseñarme."

No es tanto que el texto aporte una idea nueva. Es sólo la satisfacción y el placer que produce ver las propias ideas plasmadas en palabras de un tercero, perpetuadas en papel impreso, conformadas por una tan bella expresión.

Y es la renovación de una idea ya casi olvidada.

El lenguajes es poderoso. Poderoso para dañar y destruir. Poderoso para consolar y curar. Y poderoso para estimular y para recordar.

domingo, 8 de abril de 2012

Borges, la memoria y el talento

¿Existe una relación entre la memoria y el talento?

Expresada así a bocajarro la pregunta, me resultaría difícil saber qué contestar, pero confieso que tendería a sospechar una correlación positiva. Al fin y al cabo, la memoria es una capacidad cognitiva e intelectual que siempre parece sumar, en mayor o menor medida. Parece que la capacidad de recordar hechos, cifras, imágenes, sentimientos, puede ser una valiosa ayuda para otras capacidades cognitivas como la imaginación o la creatividad que asociaríamos al talento.

Sin embargo, Jorge Luis Borges, nada más y nada menos que Jorge Luis Borges, no parece compartir esa idea. O al menos no en casos de memoria extrema, una memoria probablemente hipótética más que real, pero que puede servir de referente teórico.

Esa es la idea que, al menos, nos transmite Roberto Álvarez del Blanco en su libro 'Neuromarketing'. Ya deducirá el visitante de este blog que el libro referido no es precisamente un libro de crítica o análisis literarios. Se trata, en realidad, de un ensayo, casi un libro de texto, a propósito de esta curiosa y fascinante disciplina, el neuromarketing, que intenta relacionar el análisis científico del comportamiento del cerebro, especialmente a nivel neuronal, con su posible aplicación al marketing.

Parezca lo que pueda parecer la disciplina, lo cierto es que el análisis científico del cerebro, la neurociencia, es apasionante y se adentra en la resolución de uno de los misterios más insondables que nos es dado contemplar: el funcionamiento de nuestro propio cerebro.

En concreto, cuando se habla de la memoria, constata Roberto Álvarez del Blanco que la mente humana no retiene todo aquello que experimenta, que la memoria es finita. Además, nos informa de que el cerebro humano, al desarrollarse, disminuye de tamaño en lugar de aumentar y, sin embargo, nos hacemos más inteligentes en ese proceso.

Deduce el autor, de una forma que considero no del todo explicada que, paradójicamente, esa disminución del tamaño, viene a ser una demostración de la adquisición de talento. Que la inteligencia y el talento nacen de las conexiones sinápticas entre neuronas que se producen debido al aprendizaje y que, si retuviésemos absolutamente todo lo percibido, no se producirían dichas conexiones y, por tanto, no se generaría el talento.

Considero que la explicación aportada, no ya sólo el resumen que realizo en las líneas anteriores, sino la propia explicación del autor en el libro no es del todo completa...pero aún así resulta plausible e interesante.

Lo llamativo es que, al parecer, Jorge Luis Borges ya intuyó algo en esta línea de pensamiento.  Es en este contexto, en efecto, que Roberto Álvarez del Blanco cita al genial literato argentino y nos dice:

"El escritor argentino Jorge Luos Borges imaginó cómo podía ser esta persona describiéndola como 'poseída de memoria infinita'. Nada se le escapaba. Toda su experiencia sensorial, pasada y actual, persistía en su mente, estancado en lo particular, imposibilitado de olvidar todo lo que había visto, no podía formar ideas generales y, por tanto, estaba imposibilitado para pensar. Una persona como esta no puede sentir, construir relaciones, o tomar decisiones de ningún tipo. Estará vacía de personalidad, preferencias, juicio y pasión."

Curiosamente, el razonamiento lo entendemos mejor ahora. Al parecer, las conexiones sinápticas, el talento y el conocimiento que codifican, nacen como una generalización... que siempre es una simplificación. Y esa generalización / simplificación se produce ante la pérdida de parte de los datos, ante la imposibilidad de almacenar todo en la memoria. El cerebro, ante esa imposibilidad de almacenarlo todo, construye conexiones sinápticas que codifican la esencia de los hechos, lo fundamental de la experiencia, y le permiten aplicar soluciones en el futuro basadas en esa esencia. Una memoria infinita no simplifica, dispone de todos los datos pero, paradójicamente, esa abundancia impide el aprendizaje y el talento.

No estoy en posición de juzgar la verdad de esta proposición, aunque al menos parece verosímil. Lo llamativo es cómo Jorge Luis Borges ya pudo intuir lo que las neurociencias comienzan a entrever  años después.

Y es que, probablemente, muchas veces la intuición guía a la ciencia.