domingo, 6 de noviembre de 2011

El lenguaje visto como sistema complejo (II): el valor de la sinonimia y la polisemia

¿Tiene sentido la existencia de palabras polisémicas? ¿Y la de los sinónimos? ¿Cuál es la utilidad de dos o más vocablos diferentes para expresar el mismo concepto o de que una misma palabra designe ideas diferentes?

Pudiéramos pensar que, a pesar de su posible utilidad estética desde un punto de vista literario (al fin y al cabo, proporciona variedad y evita repetir palabras ypermite jugar con ambiguedades), si lo enfocamos desde un punto de vista de eficiencia del lenguaje, de su precisión y capacidad comunicativa, la polisemia y la sinonimia parecen defectos, anomalías, un tributo al origen evolutivo e informal del lenguaje.

Sin embargo, tal vez no sea así. Tal vez la sinonimia y la polisemia no constituyan una ineficiencia del lenguaje sino todo lo contrario. Al menos a esa conclusión llega Ricard Solé en su excelente libro 'Redes Complejas' en que estudia los denominados sistemas complejos, incluyendo la ecología, la epidemiología, las redes sociales, Internet, el cerebro y el lenguaje.

Necesario es, para entender el razonamiento, dar un paso atrás y recordar un par de conceptos sobre sstemas complejos, redes y mundos pequeños.

Acudiendo a la Wikipedia, obtenemos la definición de un sistema complejo como un sistema compuesto por varias partes interconectadas o entrelazadas cuyos vínculos crean información adicional no visible antes por el observador. Como resultado de las interacciones entre elementos, surgen propiedades nuevas que no pueden explicarse a partir de las propiedades de los elementos aislados. Dichas propiedades se denominan propiedades emergentes.

Una de las herramientas de estudio de los sistemas complejos son las redes y los grafos, es decir, conjuntos de objetos llamados vértices o nodos unidos por enlaces llamados aristas o arcos, que permiten representar relaciones binarias entre elementos de un conjunto.

Un tercer y relevante concepto: los mundos pequeños. Los mundos pequeños son un tipo de sistemas, un tipo de grafo para el que la mayoría de los nodos no son vecinos entre sí, pero sin embargo la mayoría de los nodos pueden ser alcanzados desde cualquier nodo origen a través de un número relativamente corto de saltos entre ellos. Y acierta el lector, y de paso obtiene una visión mucho más intuitiva de lo que un mundo pequeño significa, si asocia el concepto de mundo pequeño con la habitual expresión popular ¡Caramba, qué pequeño es el mundo!. Porque, en efecto, las redes de mundo pequeño explican esa conectividad social que conduce a estar relacionados cercanamente y de formas inimaginables con personas que creíamos muy lejanas o desconocidas.


Si se representa gráficamente un mundo pequeño, vemos nodos unidos fuerte y más o menos ordenadamente  con los nodos adyacentes. Pero, además, y esto es esencial, observamos algunos, pocos, enlaces entre nodos lejanos. Esos enlaces entre nodos lejanos, a pesar de su escaso número comparativamente hablando, son los que explican que se pueda llegar de un nodo a otro cualquiera en un número de saltos muy limitado (en redes sociales se habla de los llamados seis grados de separación). Es decir, esos pocos enlaces son los que convierten un conjunto de nodos interconectados, realmente, en un mundo pequeño. ¿Quiere el lector una visión intuitiva de lo que esto significa? Si se piensa en redes sociales, ámbito en que surgieron este tipo de investigaciones, los nodos son las personas, los enlaces son las relaciones sociales entre personas, los nodos adyacentes son las personas del mismo lugar de residencia, capa social e intereses, y los enlaces entre nodos lejanos son esas relacionas poco convencionales con personas en otro país, o de otra raza, o de otra capa social, de otro entorno profesional...en fin, fuera de las relaciones habituales.

¿Y qué tiene todo esto que ver con el lenguaje, la sinonimia y la polisemia?

Ricard Solé nos cuenta diferentes estudios llevados a cabo por linguistas y científicos de sistemas complejos, muy especialmente Mariano Sigman y Guillermo Cecchi, en que se analizaban las relaciones entre palabras, es decir, pensaban en redes o grafos en que los nodos eran las palabras y los enlaces las relaciones semánticas entre ellas. Generaron una red con más de 60.000 palabras que introdujeron en un modelo de simulación por ordenador.

Cuando estudiaron las propiedades de la red generada descubrieron que se trataba...si, de un mundo pequeño, uno en el que en muy pocos saltos se podía llegar de una palabra a otra.

Posteriormente, hicieron el experimento de eliminar las palabras polisémicas y ¿qué ocurrió?. Pues que el mundo pequeño dejó de ser tan pequeño, que la distancia media, medida en número de saltos entre palabras, ahora era mucho más alta, que las palabras, de alguna forma, estaban mucho más desconectadas unas de otras.

Aunque, sin duda, una profunda comprensión del estudio, de sus supuestos y aplicabilidad de conclusiones, precisaría de muchas más explicaciones, parece conlegirse que las palabras polisémicas añaden una notable eficiencia al lenguaje al poner en contacto unas palabras con otras, actuando como esos enlaces entre nodos lejanos que convierten una red compleja en lo que se denomina un mundo pequeño. Así concluye Ricard Solé:

"Paradójicamente, pues, la ambiguedad introducida por la polisemia resulta ser una propiedad enormemente útil: en lugar de introducir ineficiencia, hace de hecho la asociación semántica mucho más fácil y fluida. Ésta puede ser la razón de la presencia universal de esta clase de palabras en todos los lenguajes del mundo".

¿Quién nos iba a decir que las redes sociales iban a acabar ayudándonos a explicar la utilidad de las palabras polisémicas?

Desde luego ¡qué pequeño es el mundo!