domingo, 30 de octubre de 2011

El lenguaje visto como sistema complejo (I): una explosión combinatoria

¿Ha tenido el lector alguna vez la tentación de preguntarse cuántas palabras son posibles en nuestro idioma o cuántas frases diferentes se pueden generar o, quizá, cuántas novelas o poemas se pueden construir?

La respuesta es sencilla: infinitas...siempre que no se ponga una limitación a la extensión de las palabras, frases o novelas. Sin embargo, esa respuesta no satisface nuestra curiosidad, ni nos proporciona una idea medianamente concreta de lo que estamos hablando.

Recientemente he finalizado la lectura de un libro apasionante, 'Redes complejas' de Ricard Solé, que estudia diversos sistemas complejos enfocándolos como redes. Entre esos sistemas complejos se encuentran Internet, la ecología o el genoma humano.... Y también el lenguaje.

Y es en el ámbito de ese estudio del lenguaje como sistema complejo en el que el autor nos proporciona algunos datos, algunas aproximaciones, que pueden calmar nuestra curiosidad.

Primero, hace una valoración del número de sílabas que se pueden constuir:

"imaginemos que combinamos esas letras en forma de sílabas. El conjunto de posibles pares o tríos de letras que podemos generar es ya considerable: si partimos de unas 25 letras tendremos 25 x 25 = 625 posibles pares y 25 x 25 x 25 = 15.625 posibles tríos."

El autor razona con lógica y sabe que algunas de esas combinaciones, pares o tríos, no son viables por problemas, por ejemplo, fonéticos, pero ya se ve que en algo tan sencillo como una sílaba las combinaciones teóricamente posibles son abundantes.

Luego, se detiene a estimar el número de palabras. Aunque sería posible intentar hacer una aproximación de tipo combinatorio, el autor prefiere para este caso un enfoque más práctico y heurístico, a saber, ver cuántas palabras contiene un diccionario de prestigio. Así, nos aporta el dato de que el Oxford English Dictionary define unas 300.000 palabras distintas y el autor entiende que en otras lenguas el resultado sería del mismo orden de magnitud.

Luego, se atreve ya con frases ... y aquí es donde la explosión combinatoria se nos va fuera de toda escala. Así lo razona:

"Podemos obtener una estimación aproximada si suponemos que las frases tienen una longitud media de, digamos, unas seis palabras.Teniendo en cuenta que en la mayoría de lenguajes, sus hablantes emplean unas cinco mil palabras básicas, si las palabras pudieran combinarse entre sí de todas las formas posibles, el número de frases posibles sería del orden de seis elevado a cinco mil, que nos daría unos

1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000


de frases, más de las que desde luego nunca han sido o serán pronunciadas por todos los seres humanos que han vivido y muerto en nuestro planeta."

Y, para rematar la faena, un breve comentario sobre ya libros completos:

"Las combinaciones posibles han estallado y ni el universo entero es suficiente para almacenar nuestros datos. Y nada puede ya detenernos: ¿Cuántos libros podrían escribirse?"

Las formas de cálculo son estimativas, no responden a una teoría firme aunque sí a aproximaciones razonables y rigurosas, pero ya nos alumbran con claridad el hecho de la enorme complejidad y brillantez de este artefacto que es el lenguaje, de su incomparable potencia construida a partir de poco más de una veintena de componentes básicos como son las letras.

Aparte de entusiasmarnos con la potencia del lenguaje, o de sentirnos abrumados con su complejidad, hay un par de consecuencias adicionales que quizá podríamos extraer.

La primera es que no existe excusa para el plagio. Con tantos millones y millones de posibilidades diferentes incluso para simples frases, no hay justificación posible para copiar la obra de un tercero.

La segunda, es que tampoco existe excusa para la falta de creatividad e innovación. Existen trillones y trillones de novelas aún no escritas, de poemas aún por recitar, de relatos por contar, de formas e historias por explorar.

Los números cantan: la originalidad y la innovación en formas y contenidos son matemáticamente posibles.

domingo, 23 de octubre de 2011

La importancia de escribir bien

En los últimos años parece que ha perdido valor o consideración social el arte de la buena escritura, la escritura correcta gramaticalmente y de cierta riqueza semántica o, al menos, la escritura correcta y efectiva, aquella que expresa adecuadamente lo que se desea transmitir y consigue hacer llegar su mensaje respetando, por otro lado, las convenciones sintácticas y gramaticales.

Parece como si las nuevas tecnologías, los SMS, la mensajería instantánea, los correos electrónicos e incluso, cierto blogs poco cuidado en lo linguístico, fuercen a una comunicación breve y poco respetuosa con la ortografía y la gramática, al uso de abreviaturas, símbolos y jergas que deforman y empobrecen la riqueza del lenguaje.

Algo de ello debe haber, es cierto, y es mejor reconocer el riesgo o, peor aún, la realidad.

Sin embargo, también es cierto que en un mundo donde las conexiones sociales, la publicidad, las relaciones públicas, los intercambios, las percepciones, tienen un enorme protagonismo primando en ocasiones sobre valores más individuales o endogámicos como el trabajo, el esfuerzo o la calidad intrínseca, toda herramienta que contribuya a la comunicación y al enriquecimiento y efectividad de dichas relaciones e intercambios, que aporte algo a la interacción y la comunicación, cobra nuevo protagonismo.

Y eso puede ser una tabla de salvación para algo tan tradicional como la buena escritura que, en el fondo es, fundamentalmente, una herramienta de comunicación, interacción e intercambio.

Y como prueba o al menos síntoma de ello, nos encontramos con la afirmación de Dan Schawbel, un personaje ligado al mundo de la marca personal pero también de Internet, los blogs y los medios sociales, y que en su obra más famosa, 'Yo 2.0', afirma lo siguiente:

"Una de las formas de comunicación más importantes es la escritura. Su redacción de correos electrónicos, blogs, arículos, informes o páginas web. Si su estilo no es claro y comete errores gramaticales y de sintaxis, corre el riesgo de perder crediblidad y respeto y también la oportunidad de transmitir información importante y difundir el mensaje de su marca. Saber escribir bien es vital para una carrera próspera; si no sabe hacerlo de forma inteligible, perderá oportunidades de éxito."

No habla por supuesto Schawbel de escritura en el sentido literario ni artístico del término, no defiende la sofisticación, la riqueza o la innovación expresiva, pero sí reclama y aconseja, al menos, la corrección gramatical y la inteligibilidad como condiciones necesarias para el prestigi y consideración profesionales.

Aunque los amantes de la literatura esperamos y deseamos algo más que la mera corrección gramatical, bueno y esperanzador es, al menos, que se conceda la debida importancia a escribir bien.

domingo, 9 de octubre de 2011

Bases neurocientíficas del poder terapéutico del arte

Hace ya algo más de dos años publiqué en este blog algunos artículos que tenían como elemento común el papel terapéutico de la literatura.

El primero de ellos, 'El bisturí', nacía de una frase de Juan José Millás mientras que otro, titulado explícitamente 'Más terapia literaria', se recreaba en un poema de Carlos Marzal. Y no fueron los únicos artículos que atacaban ese tema. Otros, como los titulados 'Renuncia' o  'Lo sombrío' rozaban la misma problemática.

En todos ellos, el factor común, el hilo conductor, era esa capacidad de sanación, de abrir y cerrar heridas, de cauterizarlas, que posee la literatura.

Ese papel terapéutico de la literatura, que perciben escritor y lector, pudiera tener una base científica y, en concreto, neurológica.

En la fase final del libro 'Y el cerebro creó al hombre', Antonio Damasio explora la forma en que pudo nacer la conciencia en el ser humano y, en su parte final, el autor llega al momento del nacimiento de las artes y su motivación.

Al igual que con otros elementos de la conciencia, Damasio percibe una función homeostática, es decir, de regulación y conservación de la propia vida. Dado que para el científico portugués la conciencia está íntimamente ligada al cuerpo que habita y que le da soporte físico, dado que las emociones tienen su origen y correlato en lo físico, y dado que la recreación de emociones se transmite a esa sensación física, una actividad como son las artes, productoras de placer, podrían tener un efecto beneficioso para la propia vida y, en palabras del propio Damasio "ayudaron a la comunicación y a compensar los desequilibrios emocionales que el miedo, la ira, el deseo y el pesar podían causar".

Damasio resume así ese carácter terapéutico:

"No es que las artes fuesen una compensación completa o adecuada para el sufrimiento humano, para la felicidad inalcanzada, para la inocencia perdida; pero aún así fueron y son una cierta compensación, un contrapeso para las calamidades humanas. Las artes son uno de los extraordinarios dones que la conciencia ha concedido a los seres humanos."

Quizá, el identificar una posible báse científica y neurológica al poder terapéutico de las artes y la literatura pueda parecer que le reste al fenómeno algo de encanto y misterio... aunque cierto es que nada de su poder.

Pero quizá, en cierto sentido, incluso puede resultar tranquilizador. Al fin y al cabo, si Damasio está en lo cierto, esa capacidad terapéutica de las artes y la literatura no es una ilusión, una fantasía, sino una realidad, una afortunada y fascinante realidad.