domingo, 19 de junio de 2011

La escritura es como una caja de bombones

"La vida es como una caja de bombones. Nunca sabes lo que te va a tocar."

Así rezaba la famosísima frase de la película Forrest Gump. Y algo parecido sucede con la escritura, nunca sabes exactamente lo que va a salir.

Normalmente, antes de escribir un documento, de ficción o no, existe una idea en la mente. En algún caso esa idea se traduce incluso en palabras, en alguna frase que ronda la imaginación.

Sin embargo, no importa cuánto se haya reflexionado sobre un texto, la verdadera concreción se produce en el momento se sentarse ante un papel o ante un ordenador, en el momento de llevar a palabras concretas, a frases concretas, esa idea primigenia.

A veces el resultado es mucho mejor de lo imaginado y nos sorprendemos a nosotros mismos con un texto genial. En otras ocasiones, por el contrario, es apenas un pálido reflejo de lo que pensábamos era una gran reflexión o una magnífica historia.

Quizá una gran idea se pierda porque en el momento de plasmarla no acertamos a hacerlo de manera afortunada. O, quizá, una idea sencilla sea elevada a altas cotas gracias al uso inspirado de las palabras.

Siempre existe un puntito de magia y de improvisación, una ocasión para la sorpresa.

Quizá por eso sea un arte. Quizá por eso nos guste tanto.

domingo, 12 de junio de 2011

Nuevas tecnologías y nuevas narrativas

Desde siempre, uno de los valores que se ha atribuido a los grandes artistas en general, y los grandes escritores en particular, una de las características que podía convertir al artista en una figura a recordar y estudiar, era su capacidad de introducir innovaciones, nuevas técnicas, nuevas formas de expresar y narrar.

Los diferentes movimientos que en la historia del arte han existido, siempre criticaban algunos aspectos del movimiento dominante en ese momento y proponían nuevas formas de expresión.

Hoy día, con independencia de otros cambios de orden más cultural o social, nos vemos inmersos en la penetración de las nuevas tecnologías en todo el mundo de la comunicación tanto artística como no artística. Por su influencia en lo que rodea al campo de la literatura, destacaría Internet y los medios sociales, y los nuevos dispositivos: eBooks/eReaders y tablets.

Algunos de los cambios que esta nuevas tecnologías introducen afectan sólo a la superficie pero no a la esencia de lo que es una obra literaria. El que leamos un libro en un eReader en lugar de hacerlo en un ejemplar en papel no afecta realmente a la esencia de la obra literaria, aunque pueda afectar superficialmente a la experiencia del lector.

Sin embargo, lo que en este artículo se plantea es si las nuevas tecnologías también pueden afectar al arte en su profundidad, si, en concreto, puede conducir a nuevas formas de narrar o, incluso, si pueden generar nuevas ramas del arte.

Me inspira la frase leída recientemente en el libro de Nick Bilton titulado 'Vivo en el futuro... y esto es lo que veo'.

"El papel impreso es estático y, por ende, también lo es su narrativa"

Nick Bilton no es un literato. Es un periodista que se dedica al campo de las nuevas tecnologías y la innovación, especialmente en ese campo periodístico. Para él, la esencia de lo que el periodismo y otras formas de comunicación son es el 'contar historias' y, aunque de forma simplificada y desnatada, podríamos admitir que ese es el objeto también de la literatura.

Lo que la frase de Bilton nos sugiere, es que el soporte, el medio, afecta a la narración en si misma. Para Bilton, las historias contadas en papel, ya sean historias periodísticas o ficciones literarias, se ven obligadas, dado el medio que las soporta, a ser unas historias estáticas, inmutables.

Contrasta esa percepción estática del periodismo o libro tradicional con la visión conversacional que introducen la Web 2.0 y los medios sociales y, sobre todo, con un concepto emergente de libro en que se ofrece al lector información dinámica, contextual y multimedia, adaptada al usuario y la historia. Si el libro menciona un pais, se puede acceder a información sobre ese pais: sus datos demográficos, fotos de los lugares más interesantes, música típica o... en fin, la imaginación es el límite. Sobre el libro se puede acceder igualmente a las opiniones de otros lectores, o quizá podamos incluso elegir entre finales alternativos, según nuestra elección. O, más innovador aún, 'el libro' puede elegir el final según lo que sabe de nosotros, de forma similar a como páginas web del estilo de Amazon conocen nuestros gustos y nos hacen ofertas adaptadas a nuestro comportamiento anterior de navegación o compra. Quizá, yendo más lejos, se pueda construir la historia según lo que los colectivos interesados deseen, haciendo uso de los medios sociales. Todo ello es tecnológicamente posible y algunas de estas opciones se están ejerciendo ya hoy día.

Las nuevas tecnologías permiten todo esto sin más que trasladar los conceptos ya utilizados en Internet e, incluso, me atrevería a decir que en los videojuegos, al concepto de libro. Y todo ello habilitado por estos nuevos dispositivos, tablets y eReaders, por toda la conectividad que Internet y la banda ancha nos ofrecen, por todas las técnicas analíticas y de data mining surgidas al amparo, por ejemplo, del CRM,  y por la nueva cultura de la comunicación, colaboración y compartición entre iguales, por el traslado al mundo del arte y la narración del concepto de 'prosumer'.

La búsqueda de nuevas narrativas es muy anterior a la llegada de las nuevas tecnologías. Hace ya mucho tiempo que los escritores han buscado, por ejemplo, nuevas perspectivas temporales huyendo de la secuencialidad temporal. Hace ya mucho que se escriben novelas que  entremezclan pasado presente y futuro o se realizan flashback, quizá incentivados por la influencia cinematográfica.

Hace ya tiempo que los autores introducen otros elementos innovadores y sorprendentes. Sin ir más lejos, acabo de leer la novela 'La delicadeza' donde el autor, David Foenkinos, entre capítulo y capítulo realmente narrativo, introduce breves capítulos que constituyen puros datos más o menos relacionados con lo que acaba de contar en el capítulo anterior. Como un simple ejemplo casi al azar, en un capítulo se menciona de forma absolutamente colateral la disputa por la secretaría general del partido socialista francés entre Martine Aubry y Ségolène Royal. Justo a continuación, el autor introduce un escueto capítulo que reza como sigue:

"Palabras pronunciadas por Ségolène Royal cuando su rival la supera por 42 votos:

'Eres insaciable, Martine, no quieres reconocer mi victoria'
"

Estos breves capítulos que aportan datos o curiosidades son una constante a lo largo de la novela y, diría, pudieran estar inspirados o, al menos, realizar similares funciones a las que corresponderían a un enlace de hipertexto o a una información contextual.

En cuanto a las historias que pueden ser construidas por el lector, cabe mencionar la clásica 'Rayuela' de Julio Cortázar donde, según su autor nos indica, podemos empezar a leer por donde queramos y, siguiendo la guía de capítulos que se ofrece a modo de anexo o guía de lectura, construir historias alternativas.

Probablemente, pues, podríamos concluir que los narradores desde siempre han buscado alternativas y nuevas formas de expresión. La tecnología, que tradicionalmente fue el papel impreso, actúa como habilitador. Y no parece que sea diferente con las nuevas tecnologías.

Lo que sí creo que ocurre es que las tecnologías de la información y las comunicaciones, y las capacidades de los nuevos dispositivos son tan enormes, tan espectaculares, que sí pueden convertir en posibles nuevas formas de expresión y narración, impensables hasta hace poco e, incluso, cabe apostar que, con casi total seguridad, apenas avistamos ahora mismo lo que puede deparar el futuro, que es muy posible que la auténtica revolución de la comunicación artística, como todas las grandes revoluciones, ni siquiera seamos capaces de imaginarla en estos momentos.

domingo, 5 de junio de 2011

El mutismo de Romeo y Julieta o el valor de la propia vida como referente

Hace muchos años, creo que en un manual escolar sobre literatura o en una clase sobre el tema, leí o escuché que la literatura, en especial las novelas, presentaban vidas o hechos posibles, pero con mucho más vigor (creo que era vigor la palabra que utilizaban) que la vida real. Y de alguna forma se entendía que ese mayor "vigor", supongo que la mayor acumulación de hechos y hechos, sobre todo, mucho más interesantes y emocionantes, era lo que confería interes al relato.

Hace también algún tiempo, leyendo algo de teoría literaria, entré en contacto con el concepto de "referente". Si lo entendí bien, el referente funciona como sigue: el escritor se imagina una historia, una vida, unos hechos. Esa historia imaginaria, ese mundo posible, pero sin más adornos, es el referente. A partir de ese referente, el escritor establece cómo nos cuenta la historia, cómo utiliza los materiales que ese referente ofrece. No se trata sólo, por supuesto, de qué palabras utiliza, sino del orden en que se cuenta, ya sea de forma lineal, o intercalando diferentes momentos temporales o, más importante, lo que cuenta, el material que se explicita en la historia, lo que sólo se insinúa y lo se oculta o vela. Es decir, a partir de un material ficcional o no, pero de alguna forma neutro, el referente, el escritor construye su narración. Y gran parte del interés y el mérito literario se encontrará, no tanto en la historia en si, en el referente, sino en la forma en que el escritor utiliza ese material primigenio para construir su obra y transmitir su mensaje.

Si caemos en la tentacióin, casi diría en el error, de comparar nuestras vidas reales con las vidas imaginarias de la literatura, con esos mundos posibles, con esas historias plenas de 'vigor', podemos erróneamente infravalorar nuestra propia existencia, nuestra propia vida. Puede parecer carente de interés.Pero es un error.

No comprendemos que, actuando así, olvidamos que nuestra propia vida es sólo un referente, un material neutro. ¿Podemos imaginar todos los momentos de los grandes personajes que sus autores han omitido en aras del 'vigor'? ¿Podemos imaginar todas las pequeñas tareas y acciones del día a día que, necesariamente, cualquier personaje, por muy princesa, héroe o villano que sea, debe forzosamente ejecutar? ¿Podemos imaginarlos comiendo un bocadillo, o roncando, o tropezando en un escalón? ¿Somos capaces de imaginarlos despeinados y con legañas nada más salir de la cama?

Markus, uno de los personajes de la novela 'La delicadeza' de David Foenkinos, reflexiona en esa línea cuando, a la mañana siguiente de una satisfactoria cita romántica, es incapaz de cruzar una palabra en un pasillo con su amada Nathalie. Y hace la reflexión pensando en los amantes por excelencia, Romeo y Julieta:

"La vida son sobre todo momentos de borrrador, tachones y espacios en blanco. Shakespeare sólo invoca los momentos fuertes de sus personajes. Pero, por supuesto que Romeo y Julieta, en un pasillo, al día siguiente de una bonita velada, no tienen nada que decirse."

Quizá, lo más importante no sea tanto la reflexión propiamente literaria acerca de cómo el escritor escoge el material del referente para construir su obra. Quizá, más interesante sea la reflexión para nuestra propia vida y nuestra propia autoestima.

No despreciemos nuestra propia vida porque existan, como dice Markus, momentos de borrador, tachones y espacios en blanco. Es lo normal. Pero es que nuestra vida es sólo el referente. Nuestra historia puede tener todo el 'vigor' de las grandes novelas. Sólo hace falta que elijamos convenientemente el material de nuestro propio referente, de nuestra vida, con el queramos quedarnos, con el que queramos narrarnos.

Nuestra vida es valiosa. Hagamos de ella una obra de arte. Contemos a los demás, contémonos a nosotros mismos, una buena historia.