Desde siempre, uno de los valores que se ha atribuido a los grandes artistas en general, y los grandes escritores en particular, una de las características que podía convertir al artista en una figura a recordar y estudiar, era su capacidad de introducir innovaciones, nuevas técnicas, nuevas formas de expresar y narrar.
Los diferentes movimientos que en la historia del arte han existido, siempre criticaban algunos aspectos del movimiento dominante en ese momento y proponían nuevas formas de expresión.
Hoy día, con independencia de otros cambios de orden más cultural o social, nos vemos inmersos en la penetración de las nuevas tecnologías en todo el mundo de la comunicación tanto artística como no artística. Por su influencia en lo que rodea al campo de la literatura, destacaría Internet y los
medios sociales, y los nuevos dispositivos:
eBooks/eReaders y
tablets.
Algunos de los cambios que esta nuevas tecnologías introducen afectan sólo a la superficie pero no a la esencia de lo que es una obra literaria. El que leamos un libro en un
eReader en lugar de hacerlo en un ejemplar en papel no afecta realmente a la esencia de la obra literaria, aunque pueda afectar superficialmente a la experiencia del lector.
Sin embargo, lo que en este artículo se plantea es si las nuevas tecnologías también pueden afectar al arte en su profundidad, si, en concreto, puede conducir a nuevas formas de narrar o, incluso, si pueden generar nuevas ramas del arte.
Me inspira la frase leída recientemente en el libro de
Nick Bilton titulado '
Vivo en el futuro... y esto es lo que veo'.
"
El papel impreso es estático y, por ende, también lo es su narrativa"
Nick Bilton no es un literato. Es un periodista que se dedica al campo de las nuevas tecnologías y la innovación, especialmente en ese campo periodístico. Para él, la esencia de lo que el periodismo y otras formas de comunicación son es el 'contar historias' y, aunque de forma simplificada y desnatada, podríamos admitir que ese es el objeto también de la literatura.
Lo que la frase de
Bilton nos sugiere, es que el soporte, el medio, afecta a la narración en si misma. Para
Bilton, las historias contadas en papel, ya sean historias periodísticas o ficciones literarias, se ven obligadas, dado el medio que las soporta, a ser unas historias estáticas, inmutables.
Contrasta esa percepción estática del periodismo o libro tradicional con la visión conversacional que introducen la
Web 2.0 y los
medios sociales y, sobre todo, con un concepto emergente de libro en que se ofrece al lector información dinámica, contextual y multimedia, adaptada al usuario y la historia. Si el libro menciona un pais, se puede acceder a información sobre ese pais: sus datos demográficos, fotos de los lugares más interesantes, música típica o... en fin, la imaginación es el límite. Sobre el libro se puede acceder igualmente a las opiniones de otros lectores, o quizá podamos incluso elegir entre finales alternativos, según nuestra elección. O, más innovador aún, 'el libro' puede elegir el final según lo que sabe de nosotros, de forma similar a como páginas web del estilo de
Amazon conocen nuestros gustos y nos hacen ofertas adaptadas a nuestro comportamiento anterior de navegación o compra. Quizá, yendo más lejos, se pueda construir la historia según lo que los colectivos interesados deseen, haciendo uso de los medios sociales. Todo ello es tecnológicamente posible y algunas de estas opciones se están ejerciendo ya hoy día.
Las nuevas tecnologías permiten todo esto sin más que trasladar los conceptos ya utilizados en Internet e, incluso, me atrevería a decir que en los videojuegos, al concepto de libro. Y todo ello habilitado por estos nuevos dispositivos, tablets y eReaders, por toda la conectividad que Internet y la banda ancha nos ofrecen, por todas las técnicas analíticas y de data mining surgidas al amparo, por ejemplo, del
CRM, y por la nueva cultura de la comunicación, colaboración y compartición entre iguales, por el traslado al mundo del arte y la narración del concepto de 'prosumer'.
La búsqueda de nuevas narrativas es muy anterior a la llegada de las nuevas tecnologías. Hace ya mucho tiempo que los escritores han buscado, por ejemplo, nuevas perspectivas temporales huyendo de la secuencialidad temporal. Hace ya mucho que se escriben novelas que entremezclan pasado presente y futuro o se realizan
flashback, quizá incentivados por la influencia cinematográfica.
Hace ya tiempo que los autores introducen otros elementos innovadores y sorprendentes. Sin ir más lejos, acabo de leer la novela 'La delicadeza' donde el autor,
David Foenkinos, entre capítulo y capítulo realmente narrativo, introduce breves capítulos que constituyen puros datos más o menos relacionados con lo que acaba de contar en el capítulo anterior. Como un simple ejemplo casi al azar, en un capítulo se menciona de forma absolutamente colateral la disputa por la secretaría general del partido socialista francés entre
Martine Aubry y
Ségolène Royal. Justo a continuación, el autor introduce un escueto capítulo que reza como sigue:
"
Palabras pronunciadas por Ségolène Royal cuando su rival la supera por 42 votos:
'Eres insaciable, Martine, no quieres reconocer mi victoria'"
Estos breves capítulos que aportan datos o curiosidades son una constante a lo largo de la novela y, diría, pudieran estar inspirados o, al menos, realizar similares funciones a las que corresponderían a un enlace de hipertexto o a una información contextual.
En cuanto a las historias que pueden ser construidas por el lector, cabe mencionar la clásica '
Rayuela' de
Julio Cortázar donde, según su autor nos indica, podemos empezar a leer por donde queramos y, siguiendo la guía de capítulos que se ofrece a modo de anexo o guía de lectura, construir historias alternativas.
Probablemente, pues, podríamos concluir que los narradores desde siempre han buscado alternativas y nuevas formas de expresión. La tecnología, que tradicionalmente fue el papel impreso, actúa como habilitador. Y no parece que sea diferente con las nuevas tecnologías.
Lo que sí creo que ocurre es que las tecnologías de la información y las comunicaciones, y las capacidades de los nuevos dispositivos son tan enormes, tan espectaculares, que sí pueden convertir en posibles nuevas formas de expresión y narración, impensables hasta hace poco e, incluso, cabe apostar que, con casi total seguridad, apenas avistamos ahora mismo lo que puede deparar el futuro, que es muy posible que la auténtica revolución de la comunicación artística, como todas las grandes revoluciones, ni siquiera seamos capaces de imaginarla en estos momentos.