En mi lectura actual de la novela 'Vida y destino' del autor Vasili Grossman, encuentro que con cierta frecuencia recurre a la realización de digresiones diversas. Las últimas que recuerdo han sido sobre el sentido del bien y del mal y sobre el antisemitismo. Digresiones y excursos que, en ocasiones, ocupan un capítulo completo. Pensamientos que a veces vienen expresados por el narrador y en otras ocasiones son reflexiones de un personaje pero que, en cualquier caso, nos trasmiten claramente la opinión del autor sobre esos temas. Digresiones y excursos que, por lo demás, son muy interesantes y valiosos.
Por recordar algún otro ejemplo en que las digresiones están al mismo nivel, quizá incluso por encima del valor de la acción narrativa, recordaría a Marcel Proust y su 'En busca del tiempo perdido' donde, al menos para mi gusto, lo mejor no es la acción en sí, sino la calidad de la prosa y, sobre todo, esas digresiones, esas reflexiones entreveradas en el desarrollo del discurso narrativo, tan incisivas, tan agudas, tan provocadoras de una respuesta reflexiva e inteligente en el lector.
A veces las digresiones y los excursos pueden ser, simplemente, un irse por las ramas, una forma de hacer relleno para completar textos vacíos. Pero hay otros casos en que, por el contrario, añaden sentido y profundidad y dejan más huella en el lector que las peripecias de los personajes. Probablemente, depende de la calidad no solo narrativa sino también intelectual del que escribe.
Un recurso, pues, para escritores inteligentes y con ideas...y probablemente, un recurso valorado también por lectores inteligentes que buscan algo más que diversión en la literatura.
25 novelas que hay que leer una vez en la vida
Hace 1 hora