domingo, 30 de enero de 2011

Seth Godin y el arte (II): los atributos del arte

Vuelvo a Seth Godin y su concepción del arte para resumir ahora las características que este pensador le atribuye. Preciso es recordar que la visión de Godin con respecto al arte es de amplio espectro y que abarca mucho más allá del arte tradicional y, de hecho, no es el arte tradicional su foco sino, más bien, el marketing, la creatividad y la innovación.

Aún así, y como ya apuntaba en el artículo anterior, creo que algunas de sus ideas y concepciones, son valiosas y perfectamente aplicables al arte traidcional. Veamos cuáles son los atributos del arte para Godin.

En primer lugar, y como desarrollamos en el artículo anterior, el arte es transformación. El arte debe ser capaz de alcanzar a los otros, cambiarles, transformarles. Es ésta, probablemente, la característica a que Godin otorga mayor valor y, sin embargo, la que más difícilmente encaja en la definición que sobre el arte se nos podría ocurrir.

El arte es humano. Quizá, ésta sea, por el contrario,  la característica más evidente y fácil de admitir. Para Godin, la intención es fundamental... y una máquina carece de intención.

El arte es original. Tampoco nos cuesta mucho dar por buena esta característica. El arte se separa de la técnica que lo sustenta. Se pueden hacer exccelentes réplicas de cuadros de los grandes maestros. Técnicamente serían perfectos...pero ya no serían obras artísticas. La obra de arte sería el primer cuadro, el original. Me hace gracia cómo lo ejemplifica Godin, así que transcribo el ejemplo que aporta:

"Marcel Duchamp era artista cuando fue pionero del dadaísmo e instaló un urinario en un museo. La segunda persona que instaló un urinario ya no era un artista, era un fontanero."

Para Godin, además, el arte es el producto de un esfuerzo emocional. Godin es un apasionado del riesgo, de asumir responsabilidades, de tomar el mando, de atreverse. No es extraño, pues, que atribuya un esfuerzo emocional al arte. Diría que, pensando, por ejemplo, en la literatura, la inversión emocional tiene otra lectura aparte de la relativa al riesgo. El autor, normalmente, se implica en su historia, vuelca sus ideas, sus sentimientos, sus experiencias en la obra artística, se implica en ella. Hay algo del artista en su obra. En ese sentido, la implicación, exige un esfuerzo emocional por parte del artista. Riesgo e implicación. A lo mejor, no son lecturas tan diferentes...

Finalmente, un atributo quizá discutible, pero tal vez el más bello que nos propone Godin: el arte es un regalo. No es fácil hacer convivir esta idea con el hecho de que los artistas reciban una remuneración por su trabajo. Sin embargo, un ejemplo que nos propone Godin puede ayudar a entenderlo. Y el ejemplo nada tiene que ver con las artes tradicionales, sino con un más que actual diseño industrial. Dice así:

"Un iPhone feo costaría lo mismo que uno bonito. La belleza es el premio gratuito que esconde, la bonificación, el regalo del artista que lo diseñó."

Y, al final, hemos acabado, con este ejemplo, mencionando la belleza, probablemente el primer atributo que se nos viene a la mente al pensar en el arte. Belleza, si, o probablemente si, pero también transformación, humanidad, originalidad, emoción y regalo.

Hermosos atributos para definir el arte.

domingo, 23 de enero de 2011

Seth Godin y el arte (I): el arte como transformación

No es Seth Godin un crítico de literatura, ni un linguista, ni un semiólogo. No es tampoco escritor o crítico de arte. Aunque sus obras son de una clasificación en ocasiones algo dudosa, se le suele adscribir al terreno del Marketing.

Sin embargo, en una de sus últimas obras, '¿Eres imprescindible?' nos habla con frecuencia del arte.

Es cierto que el arte a que se refiere Seth Godin en ese libro va mas allá de lo que normalmente entendemos por tal. No incluye en el término sólo las artes tradicionales, la literatura, la pintura, la escultura... Godin es capaz de ver arte en una atención a cliente excelente o en un magnífico plan de negocios.

Aún así, sus observaciones sobre el arte son agudas, provocadoras, y pueden conducir a interesantes reflexiones acerca del arte en su acepción más tradicional.

Una de las frases que más me ha llamado la atención es la siguiente:

"El arte es un don personal que transforma al receptor"

En más de una ocasión he asistido a debates y razonamientos acerca de la naturaleza del arte.

Una de las más tradicionales es la que pone el arte en conexión con la belleza. Según esto, las artes serían disciplinas dedicadas a crear belleza. Con independencia de lo subjetivo que ese término belleza es en sí mismo, nos encontraríamos en situaciones difíciles de justificar o de encajar. ¿No hay muchas obras de arte que, a pesar de su mérito, difícilmente podríamos calificar como bellas? ¿Qué decir, por ejemplo, de muchas de las obras de Goya encuadradas en sus pinturas negras como ese estremecedor 'Saturno devorando a su hijo' o, ya en el campo de la literatura, de algunos de los poemas de Baudelaire?

Quizá, más amplia y abarcadora que la mera limitación a la creación de belleza, sea esa otra concepción que pone el arte en relación con una actitud de comunicación de ideas o emociones. En esa línea de encuentra la definición que podemos encontrar, sin ir más lejos, en la Wikipedia.

El entendimiento de lo que es el arte para Seth Godin va, creo, una paso más allá. No se trata sólo de transmitir ideas o emociones sino también, y sobre todo, de transformar de alguna forma al receptor. La inducción de emociones, la transmisión de ideas, son una cierta forma, es verdad, de transformación del receptor. Pero la transformación del receptor a la que alude Godin es más amplia. Podría abarcar también el cambio de la forma de pensar del interlocutor, el impulso a la acción en el mismo, la transformación tanto interna como externa del receptor.

Hay otra parte en la definición propuesta por Godin que parece pasar más inadvertida. Se trata de esa característica de don personal con que se inicia la definición.

Quiza a primera vista esta parte de la definición sea más fácil de admitir y hasta de sobreentender. Adjudicamos al artista una cierta característica personal y distintiva, una cierta peculiaridad, llamémosla genialidad, inspiración o de cualquier otra forma en esa línea. No es contraria la definición de Godin a esa forma de entender el don pero creo que, de nuevo, Godin nos habla de algo más. Es necesario situar la definición en el contexto del libro para entenderla en toda su amplitud pero, en cualquier caso, creo que para Godin ese 'don' no es algo estático y pasivo de que goza el artista a modo de regalo del cielo o la naturaleza. Este don artístico a que alude Godin tiene también mucho que ver con la voluntad, con el empuje, con la decisión.



El emisor transforma al receptor porque puede hacerlo, sí, pero sobre todo porque quiere hacerlo. Es un acto de voluntad, no una mera gracia recibida.

Eso es arte, para Godin: talento si, pero sobre todo transformación, acción, voluntad, decisión, valentía...

Entendido de esta forma, se comprende mejor que Godin ve arte en muchas otras manifestaciones humanas que poco tienen que ver con las artes tradicionales.

Allí donde hay un talento en acción, allí donde ese talento, ese don, mejora el mundo que le rodea, allí hay arte.

domingo, 16 de enero de 2011

Una ficticia teoría de la novela

En su novela 'Dublinesca', Enrique Vila-Matas atribuye al protagonista, Samuel Riba, la confección de una teoría de la novela.

En esta teoría se identifican cinco puntos imprescindibles para la novela del futuro, a saber:
  • intertextualidad
  • conexiones con la alta poesía
  • conciencia de un paisaje moral en ruinas
  • ligera superioridad del estilo sobre la trama
  • la escritura vista comoun reloj que avanza
No acierto a imaginar cómo se puede construir una teoría abarcadora sobre la novela con esos cinco puntos. Lo que, sin embargo, no obsta para pensar que una novela que aúnase esos cinco puntos, sería, por fuerza, interesante.

domingo, 9 de enero de 2011

Realidad versus ficción: ¿quién supera a quién?

¿Es cierto, como dice el refrán, que la realidad supera a la ficción? ¿Qué buscaríamos entonces en la ficción literaria o, porqué no, cinematográfica o de cualquier otro tipo?

Ya hemos tratado en más de una ocasión en este blog la temática de los motivos para la lectura y escritura y, entre ellos, parecía identificarse como una causa probable la búsqueda de otras experiencias, de otros mundos posibles, unos mundos que, eventualmente, pudieran parecer más ricos, más vigorosos, más interesantes o más emocionantes.

Lo vimos cuando Carmen Martín Gaite nos asemejaba la literatura a un balcón mediante el cual asomarnos a vidas ajenas. También volvimos al tema cuando Enrique de Hériz, en su "Manual de la oscuridad" y en la voz de uno de sus personajes, nos instaba a engañar al público. No hace tanto, incluso, revisitamos el concepto adjudicándole una posible explicación neurológica a ese gusto por leer sobre vidas ajenas.

Sin embargo, el refrán parece apostar por la realidad. Y, me ha venido a la mente cuando, hace unos días, me encontraba con la siguiente cita de Robert Louis Stevenson:

"Los libros son buenos a su manera, pero son un pobre sustituto de la vida real"

¿Es esta una devaluación de la ficción? ¿Supone ésto que la literatura es un mero divertimento sin más fondo?

No lo creo. Ignoro el contexto de esta afirmación pero diría que se trata, en realidad, de una apuesta humanista por la cordura y el sentido común.

Unas vidas inventadas jamás pueden sustituir a una vida real. Esa vida real es nuestro mayor tesoro y, al tiempo, nuestra mayor obligación. La ficción no puede ser un refugio para renunciar a la vida real, para evitar sus imposiciones, sus riesgos y sus responsabilidades.

Los libros no pueden ser jamás un sustituto de la vida real. Sin embargo, sí pueden ser, y son, un fantástico ingrediente, uno de muchos, para enriquecer y endulzar esa vida real.

La realidad siempre supera, pues, a la ficción, pero no necesariamente en originalidad, variedad o audacia, sino... en realidad, en pura y simple realidad.