domingo, 14 de febrero de 2010

Testimonio, tristeza y añoranza en la literatura de posguerra

A menudo que ha impresionado la tristeza profunda que habita en las novelas de la posguerra española, una posguerra que, de forma unilateral y desde un punto de vista literario, extiendo mucho más allá de los años inmediatamente posteriores a la contienda, para abarcar a los autores y obras de los años cincuenta e, incluso, algún retorno posterior a la época de mano de autores maduros que la vivieron en primera persona.

Especialmente sobrecogedora me pareció en su momento, por ejemplo, la famosísima "Nada" de Carmen Laforet, pero esa misa tristeza profunda late en algunas de las obras de Carmen Martín Gaite o de Josefina Aldecoa, o Rafael Torres o tantos y tantos otros.

Se trata de un sentimiento de profunda tristeza más que de rebeldía o denuncia; se trata de una literatura que nace del interior, del sentimiento y la desolación y donde la denuncia viene dada por sí sola, por un testimonio personal que, sin necesidad de tocar el hecho bélico en si mismo, y sin adornos superfluos, denuncia la tragedia, la miseria y el absurdo.

Así lo expresaba Carmen Martín Gaite en un artículo publicado en 1990:

"... los protagonistas de las novelas y cuentos publicados al filo de los años cincuenta , además de un papel de testigos, dejan constancia de una cierta desazón y parecen estar buscando un espacio más amplio y satisfactorio para sus existencias, menos opresivo. En este sentido pueden ser tomados por incorfomistas. Pero no suele tratarse de una búsqueda arriesgada ni heróica de la libertad, sino más bien de una añoranza de ella..."

Es quizá esta una de las funciones más profundas y honradas de la literatura: el dar testimonio, el servir de testigo de hechos y épocas, el revelar contradicciones, el aflorar sentimientos ocultos. Y la mejor forma de hacerlo es como hicieron nuestros autores de posguerra, sin beligerancia, sin tomar partido, mediante la simple exposición de hechos que hablan por sí mismos.

domingo, 7 de febrero de 2010

La lectura y sus circunstancias (II): el sosiego

De nuevo Carmen Martín Gaite nos proporciona la excusa para comentar otra de las circunstancias que condicionan el disfrute y aprovechamiento de la lectura. En un artículo publicado, en esta ocasión, en 1987, afirma:

"Para crear una relación personal y profunda entre el lector y el libro, se requiere una actitud de concentración y sosiego que el mundo actual no solamente no favorece sino que intenta desprestigiar como poco rentable."

Y un poquito más adelante:

"Se lee.... de milagro, porque milagro es que puedan producirse aún situaciones en que una persona se abrace gustosamente a su soledad, de espaldas a cualquier interferencia."

No entraré a valorar si el mundo actual favorece o desprestigia el sosiego, pero no me cabe duda que esa tranquilidad, esa concentración, esa soledad abrazada, es un factor determinante para el disfrute de una lectura, para el aprovechamiento, para la captación de matices, para la casi inefable fusión entre nuestro entendimiento, nuestra imaginación y nuestra alma con la historia narrada o con el verso cantado que se produce cuando a una buena lectura la rodean las adecuadas circunstancias de comodidad, de concentración, de sosiego exterior e interior.

Quien haya vivido al menos en una ocasión esa resonancia íntima con un libro, esa fusión que sólo se puede producir en una situación de sosiego profundo, buscará repetir la experiencia, una y otra vez.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Un toque de magia

"La gente quiere ser engañada: engañémosla."

Enrique de Hériz
'Manual de la oscuridad'

Este es el lema que le propone, citando a un cardenal del siglo XVI, Mario Galván, maestro de magia, a su aventajado aprendiz, Victor Losa, en la novela Manual de la oscuridad de Enrique de Hériz.

Es un lema para magos...pero que probablemente aplique enteramente a los escritores de ficción.

Muchos son los motivos posibles para la lectura pero, sin duda, uno de ellos es la evasión del día a día, el encontrar otras vidas y otras experiencias, otros sentimientos, otras emociones, otros mundos posibles ... o, incluso, imposibles. ¡Qué más da!

Ofrecemos una pizca de autoengaño a cambio de un toque de magia.