domingo, 25 de enero de 2009

Unas risas con Lope de Vega

Parece que cuando hablamos de los clásicos, estamos cubriendo la obra literaria de una capa de gravedad y circunspección. Parece que tratamos de temas muy serios, que el autor y su obra están investidos de una aureola de solemnidad.

A veces nos olvidamos de que los autores clásicos eran humanos, seres tan de carne y hueso como nosotros, tan capaces de la ironía y de la ira como cualquiera. Nos olvidamos de que tuvieron sus debilidades y no sólo grandezas e, incluso, parece que les arrebatamos hasta la posibilidad de haber tenido sentido del humor.

Leyendo esta tarde las "Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos" de Lope de Vega, me he tropezado con el siguiente soneto.

LLevome Febo a su Parnaso un día,
y vi por el cristal de unos canceles
a Homero y Virgilio con doseles,
leyendo filosófica poesía.

Vi luego la importuna infantería
de poetas fantásticos noveles,
pidiendo por principios más laureles
que anima Dafnes y que Apolo cría.

Pedile yo también por estudiante
y díjome un bedel : "Burguillos, quedo,
que no sois digno de laurel triunfante".

"¿Por qué?", le dije. Y respondió sin miedo:
"Porque los lleva todo un tratante
para hacer escabeches en Laredo"


Se dice que uno de los elementos importantes para conseguir un efecto cómico es la sorpresa. Y algo de eso debió de haber, porque, no sé si afectado por los prejuicios que confieren gravedad a todo lo clásico, o engañado por el aire mitológico de los dos cuartetos, no esperaba el atrevido y descarado desenlace que traían consigo los tercetos y, en especial, los dos últimos versos.

...Y no pude evitar soltar una carcajada.

viernes, 23 de enero de 2009

El valor de la ortodoxia

Leo en 'El arte de la ficción' de David Lodge, a propósito de un texto literario que presenta un tratamiento del tiempo narrativo realmente original, la siguiente afirmación:

"Este tipo de escritura depende para ser realmente efectivo de la familiaridad del lector con un discurso narrativo más convencional y realista. Las desviaciones sólo pueden percibirse como tales en contraste con una norma."

Quizá este comentario nos ilumine acerca del valor real de la innovación formal o de la ruptura en la literatura. Parece a veces como si la innovación por la innovación fuese un valor positivo, como si la ruptura con las formas establecidas constituyese por sí misma un mérito. Y parece también como si esa búsqueda de la innovación y de la ruptura supusiese una cierta mirada 'por encima del hombro' hacia las formas tradicionales, teniéndolas por algo afectado de esclerosis, de escaso valor y plenamente superado.

El comentario de Lodge nos hace pensar que tal vez no sea así, que tal vez las formas asentadas tengan un gran valor. Las innovaciones parten de lo establecido. Muchas rupturas, muchas vanguardias, alcanzan su sentido, precisamente, por oponerse a las formas ya existentes. Con frecuencia las hererodoxias, pues, no tendrían valor ni sentido si no existiese una ortodoxia a la que oponerse.

Como si fuesen polos opuestos de un imán, la heterodoxia se siente irremisiblemente atraída por la ortodoxia y alcanza en ella su valor y sentido.

sábado, 10 de enero de 2009

Sin disculpa

"Todos los hombres son culpables ante una madre que ha perdido a un hijo en la guerra; y a lo largo de la historia de la humanidad, todos los esfuerzos que han hecho los hombres por justificarlo han sido en vano."

Vasili Grossman
'Vida y destino'

viernes, 9 de enero de 2009

Martillo

Cuando el trabajo, cuando lo cotidiano
nos va y nos va golpeando,
se abandonan los bellos disfraces con que un día
jugamos a inmortales. Y el alma queda en nada.
Y el hombre es solo humano, repetible, cualquiera,
anónimo y sagrado.

Gabriel Celaya
'El martillo'


El martillo. Cuántas veces clavando las alas al tronco. Impidiendo vuelos. Pero, ¿cómo construiríamos sin martillo?

martes, 6 de enero de 2009

Los escritores también tienen corazón

Es práctica habitual tanto entre amantes de la literatura, como, lógicamente, entre críticos y especialistas, el comentar los libros y las obras de los escritores, desmenuzar su contenido y su forma o, simplemente, expresar una opinión sobre la experiencia lectora. Desde la explosión de la blogosfera y la web 2.0 , es además común que se lancen, que nos lancemos, los meros lectores, los simples aficionados, a hacer críticas, a dejar escritas y de forma accesible potencialmente a miles o millones de personas nuestras opiniones. Protegidos por un cierto anonimato y por esa vaga autoridad que confiere el publicar en un medio, no es raro el verter críticas negativas, duras, despectivas.

He tenido ocasión de conocer algún aspirante a escritor o escritor novel y leer algunas de sus obras...y comentarlas. Y como, por fortuna, suele suceder cuando conoces a una persona y le hablas cara a cara (o al menos el cara a cara que proporcionan los medios electrónicos), intentas empatizar, te preocupas de cuidar sus sentimientos y de expresar tus opiniones, si son negativas, de la forma más delicada posible.

¿Por qué no aplicamos una política similar con escritores populares o consagrados? ¿No son acaso también personas?¿No tienen también sus sentimientos? Tal vez, es la distancia respecto al escritor lo que nos hace olvidarnos de su carácter humano. Quizá también pensemos que ese escritor jamás leerá nuestras críticas. Y probablemente sea así.

De todas formas, en crítica literaria, como en el resto de nuestras relaciones, no deberíamos olvidar que al otro lado hay personas y que los escritores también tienen corazón.